Elemental querido empresario

    • Los detectives de hoy en día no visten gabardina y rehúyen la palabra espía
    • Se 'venden' como consultores de seguridad para las empresas y ponen su lupa sobre todo lo que huela a fraude
    • Infiltraciones, seguimientos o cámaras ocultas están a la orden del día también en las empresas del Ibex o en los clubes de fútbol
    • Es uno de los temas del número de agosto de la revista Capital, que ya puedes encontrar en el quiosco

Irene Rivas | Revista Capital

Nos encontramos en la escalera del edificio con un chico que apenas aparenta 25 años, viste como cualquier joven de su edad y, a primera vista, es tímido, muy tímido, de esas personas que incluso con un "buenos días" tratan de pasar desapercibidas. Cualquiera podría decir que viene directo de la universidad o que trabaja en una tienda u oficina cercanas. Pero no es así. Entra en la misma vivienda del barrio de Salamanca de Madrid que nosotros, una oficina dividida en varias habitaciones, con sus mesas llenas de papeles, sus teles… Sólo el hall de recepción nos da una pequeña pista de dónde estamos porque de una de sus paredes cuelga una figura del legendario Sherlock Holmes.

Nuestra incursión por unas horas en el intrigante y desconocido mundo de la investigación privada arranca con una conclusión elemental: pocas cosas son lo que parecen. Siempre es necesario ir un paso más allá. Ese joven con semblante de estudiante o recién licenciado es detective privado. Trabaja en Zenit Detectives, una agencia madrileña que, en 2005, montaron José María Alonso, su director operativo, y Nuria Blázquez, su directora ejecutiva, con una inversión inicial de 65.000 euros. Hoy –pese a la crisis– su plantilla ha crecido hasta los 25 trabajadores.

Lo primero que Alonso quiere que nos quede claro es que los detectives no son espías –porque tienen el reconocimiento del Ministerio del Interior– y que, alejados de los tópicos, no visten gabardina ni cuando llueve, pocas veces llevan gafas de sol para no llamar la atención y se alejan del prototipo de cincuentón chapuzas que popularizó Torrente.

A él no le cuesta reconocer que es detective privado cuando, en cualquier conversación, le preguntan en qué trabaja. Otros compañeros –admite– prefieren dar rodeos o inventarse algo. ¿El motivo? No es una profesión fácil de entender desde fuera pero, lejos de lo que se piensa, permite llevar una vida tranquila... siempre y cuando no se trabaje "con gente rara". Alonso la defiende con uñas y dientes: "Aunque estamos claramente desprestigiados, somos un colectivo muy serio y riguroso, bien visto por la judicatura y que complementa la labor de la Policía Nacional y la Guardia Civil [si un detective tiene algún indicio de actividad delictiva está obligado a dar parte a la autoridad]".

La labor del detective privado de hoy en día va mucho más allá del tópico de agente que sigue a una persona para intentar demostrar una supuesta infidelidad. El sector, que factura entre veinte y treinta millones de euros al año, se concibe más bien como una labor de consultoría en el ámbito de la seguridad.

La cartera de servicios de Zenit Detectives lo demuestra y los clientes a los que se dirige, también. "Nosotros ofrecemos soluciones a empresas, a unas noventa o cien al año [lo que supone el 85% de su negocio], pero nunca a políticos", asegura Alonso para reconocer que, de forma puntual, sí trabajan para particulares. A algunos de sus clientes (siempre de clase media-alta) les ha afectado la crisis, pero la agencia tiene más casos abiertos que nunca porque ahorrar dinero es una necesidad general. Crece a ritmos anuales que superan el 20%.

Clientes y servicios.
Los contratos tienen un requisito básico: el cliente debe ser parte legítima interesada. A partir de ahí, la agencia ratifica los informes como testigo cualificado ante el juez y garantiza al cliente confidencialidad. El que paga, por su parte, es dueño de su información y puede hacer con ella lo que quiera (incluso filtrarla a la prensa como hemos podido comprobar en los últimos meses por los casos de espionaje político en Cataluña).

Alonso nos da algún indicio sobre a quiénes ofrecen sus servicios. Entre las empresas para las que trabajan se encuentran varias aseguradoras –son sus clientes más fieles– y algunas de las grandes firmas españolas: "Tenemos clientes de las compañías cotizadas". Y va más allá: "Todas las del Ibex contratan detectives privados". También demandan sus servicios algunos de los grandes clubes de fútbol que les encargan vigilar de cerca el comportamiento de los jugadores de élite (sobre todo, de noche); algunos apoderados que no quieren perder ni un minuto la pista de sus toreros; algún famoso y, sobre todo, muchas pequeñas y medianas empresas que tienen sospechas de sus trabajadores.

Los casos que investigan son muchos y de lo más diverso, pero el que más dinero aporta a la agencia hoy en día "suena a película". Se trata de infiltraciones en una empresa. Desde finales del año pasado, Zenit tiene a dos detectives trabajando en una de las grandes compañías de distribución del país ­–la misma factura más de 3.000 millones de euros– haciendo las funciones de mozo de carga en dos almacenes de diferentes provincias para investigar el robo de hasta 120.000 euros en productos cada dos meses. "No existe un control de los albaranes y la compañía tiene un gran agujero que va a parar al mercado negro", nos revela Alonso para insistir en que éste es el trabajo que realizan a más largo plazo.

Para que salga bien –nunca les han descubierto en esta práctica– son fundamentales paciencia y discreción: hay que ganarse la confianza del resto de los compañeros para poder avanzar en la investigación y es decisivo que sean los menos los que estén al corriente de la verdadera condición de esos dos mozos de carga tan particulares. Normalmente, sólo lo saben el director de Seguridad de la compañía, el responsable de Recursos Humanos y los miembros del consejo de administración. Por este servicio para el que les han contratado durante un año Zenit ingresa 30.000 euros al mes.

Hay más labores de detective con tinte peliculero porque "la ley permite hacer un número elevado de cosas". La principal es aquella con la que identificamos a un detective privado: seguir a alguien, controlar sus movimientos. Zenit arrancó con esta práctica y, hoy, el seguimiento para confirmar fraude laboral a través del absentismo o bajas injustificadas continúa siendo uno de los trabajos más demandados. Para que se hagan una idea, la tarifa por seguir a alguien es de sesenta euros la hora (más el kilometraje si es en coche) si se implica un detective y de cien euros si son dos los investigadores al acecho.

Ejemplos sobran. No es extraño seguir la pista de un empleado que no acude a su puesto de trabajo y al que se le descubre jugando al paddle o yéndose a tomar un café a otra ciudad sólo para justificar los kilómetros que no ha hecho en horas laborales, ni tampoco hallar a un empleado de una pyme que lleva meses de baja trabajando para otra empresa. A las grandes compañías no les cuesta tanto despedir por esta causa (salvo que se trate de indemnizaciones cuantiosas), pero para una pequeña empresa el ahorro de una indemnización puede justificar la contratación de un detective. "Las pymes contratan donde realmente les duele", apunta Alonso para aceptar que los principales problemas los tienen con los enlaces sindicales, con quienes es difícil demostrar esa mala praxis.

Pero, como hemos dicho, sus clientes estrella son las aseguradoras que, en muchos casos, destinan directamente una partida de su presupuesto a contratar detectives que vigilen las bajas. Zenit también ha investigado asuntos relacionados con fraudes en seguros de vida, en especial, con trabajadores de Marruecos y América Latina que formalizan sus pólizas en España y que han llegado a dar partes falsos de muerte.

Lupa tecnológica. Sin embargo, en el ámbito de la empresa, la lupa del detective tiene un diámetro mucho mayor. Seguir la pista a un alto ejecutivo que está ejerciendo competencia desleal con otra compañía es otra de las prácticas más requeridas porque son frecuentes las fugas de información, los desvíos de clientes e incluso de fondos. Y, en este caso, siempre están en juego honorarios elevados.

Desde un punto de vista técnico y en el contexto de las TIC, Zenit también radiografía los teléfonos móviles –en especial, los smartphones, que son los más fáciles de manipular– para verificar si están intervenidos. La ley prohíbe pinchar un teléfono, pero sí consiente comprobar (por 500 euros) que otros no lo han hecho. También realizan sellados de salas para confirman que las paredes no oyen.

Hay más prácticas de este tipo. La ciberforensis permite, por 3.000 euros, refrescar toda la memoria de un ordenador aunque la información se haya borrado. ¿Bordea la legalidad este análisis exhaustivo? No, siempre que se avise al trabajador de que se va a realizar el chequeo con 24 horas de antelación. La cámara oculta es otra de las prácticas. Frente a las cámaras de las empresas de seguridad que están conectadas a una central de alarmas, las suyas no lo están. Salvo en baños, vestuarios, consultas médicas y salas de abogados, lo ven todo por 11.000 euros (se alquilan durante 20 días). Como este mundo está lleno de secretos, les desvelamos uno: con confianza, nos cuentan que en la oficina tienen una cámara oculta... ¡por si acaso!

Además, la crisis ha motivado la puesta en marcha o la consolidación de otros nichos de negocio. La verificación de los currículos es una práctica cada vez más habitual (ha crecido un 34% con la crisis) porque en sectores como el textil se han dado casos de pérdidas de casi un millón de euros por menudeo, robos puntuales de prendas que tienen detrás mafias organizadas lideradas por las encargadas de tienda.

También es un servicio cada vez más requerido el bautizado como mistery shopping. Se trata de la visita del llamado cliente misterioso a franquicias que quieren comprobar el buen cumplimiento de sus normas corporativas: desde llevar a cabo una adecuada actualización de los precios, a ofrecer en caja determinados productos o mantener limpios los establecimientos... Los detectives, con la llegada de cada una de las cuatro estaciones, visitan los establecimientos tres veces al día, a diferentes horas, para comprobar que todo está en su sitio. Su paso por caja supone para el cliente 100.000 euros.

Son conscientes de que sus servicios no son baratos, pero defienden que "sale rentable" contratarles porque el 80% de sus investigaciones son positivas, favorecen al cliente. Y aunque esquivan la crisis, se mueven para que cada vez más gente sepa de su existencia porque saben que no llegan a más empresas por desconocimiento. Con sede en Madrid, trabajan por toda España y tienen una delegación en Levante y varios partner en países como Argentina, Paraguay o Colombia. Además, han realizado trabajos en Suiza o Costa Rica. "Podemos resultar realmente útiles", defiende el responsable de Zenit Detectives.

Elemental querido empresario...

Mostrar comentarios