El error de Pedro Sánchez y la señora de Cáritas

  • Con una hucha de Cáritas puedes dar de comer a los pobres de solemnidad y puedes dejar en ridículo a los políticos remilgados.

    “¿No das a Cáritas y luego quieres que la gente te vote? Qué vergüenza. No le vamos a votar nadie”, le dice la señora a Pedro Sánchez.

José Luis Roig / @joseluisroig

La dama es de armas tomar. En la mano no lleva un rifle. Lleva algo más peligroso: una hucha de Cáritas. Con una hucha de Cáritas puedes dar de comer a los pobres de solemnidad y puedes dejar en ridículo a los políticos remilgados. Detrás de la hucha no va una niña con trenzas y uniforme de cole de monjas, va una señora con cardado del barrio de Salamanca y pico de oro. La diferencia es abismal, pero Pedro Sánchez comete el error de no darse cuenta.

La susodicha señora, con casco de laca de Loreal, ensortijada hasta el cuello y con chaleco anti-babas de Chanel, ve salir del hotel Ritz al líder del PSOE y se viene arriba. Empotrada entre los reporteros de la tele, que siguen a Sánchez con la alcachofa en ristre, aprovecha la ocasión para acercarle su hucha de Cáritas y hacerle la prueba del algodón.

Pero Sánchez está a por uvas y no sabe reaccionar. Espera que le pregunten por su odiado Pablo Iglesias, pero le ponen la trampa de la hucha, y en vez de rascarse el bolsillo y soltar cinco pavos, o pedirle a alguien de su séquito que se lo rasque por él, pasa de la señora del cardado y de la hucha de Cáritas. Error, inmenso error. Cáritas es de las instituciones sociales más valoradas de España, y aunque como tal sea discreta, las señoras despechadas del barrio de Salamanca pueden hacer mucho ruido, y lo hacen.

“¿No das a Cáritas y luego quieres que la gente te vote? Qué vergüenza. No le vamos a votar nadie”. Hay frases con más mala leche, pero casi nunca las recogen las cámaras de televisión. Esta sí. Esta frase que hiere hasta la saciedad saldrá en todos los Telediarios, y Sánchez querrá morirse por no saber torear a una señora que seguramente nunca le iba a votar pero supuestamente defendía los intereses de los pobres. Sánchez sonríe y sonríe mientras la postulante de Cáritas machaca y machaca.

Los políticos no están acostumbrados a los espontáneos ni a que les canten las verdades en público. Al PP hace un par de días le intentaron reventar un acto al grito de “sois la mafia” mientras se hacía una foto de familia, y a Rajoy le soltaron un guantazo de campeonato en la anterior campaña electoral. Son cosas distintas. Ya sé. No es lo mismo que te peguen un soplamocos que te dejen en evidencia delante de las cámaras de la tele. Lo segundo duele más.

Y no es que los españoles le hayan perdido el respeto a los políticos, nunca se lo tuvieron. Lo que han perdido los españoles es el miedo a salir en la tele y a los guardaespaldas, que es peor. Ahora cualquier ciudadano se pone en jarras delante de un político y aprovechando que la prensa lo graba todo, le canta las verdades del barquero en un plis-plas o le monta un pollo con mucho chilindrón. Hasta el Rey Felipe VI ha probado la bonita suerte de que la sobrevalorada plebe le ponga en apuros con alguna ¿inocente? pregunta espontánea. La respuesta fue tan natural como la vida misma: “Yo llego donde llego”.

La campaña electoral que se avecina nos traerá nuevos momentos de gloria y vergüenza ajena que servirán para dar color a los informativos y anécdotas a las tertulias. Por todo ello los políticos han de aprender a esquivar con sabia elegancia y mucho fair-play las pruebas que sufrirán por parte del electorado.

El manual del buen político aconseja que siempre hay que ser asquerosamente amable y afable, incluso con los impertinentes. También cuando besas a señoras con bigote, niños que berrean o caballeros con halitosis que escupen al hablar. Nadie dijo que ser político fuera fácil.

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