Extrabajadores del oceanogràfic de valencia revelan a sos delfines casos de grave maltrato a los animales


SOS Delfines ha tenido acceso a los testimonios de dos extrabajadores del Oceanogràfic de Valencia, que se han dirigido a la organización para denunciar varios casos de dejadez y malas prácticas que, según su versión, han llevado a padecer enfermedades e incluso la muerte a varios animales.
Según informó la Asociación Nacional para la Defensa de los Animales (ANDA), algunas de las organizaciones que forman SOS Delfines se han dirigido tanto a la dirección del parque como a la Generalitat Valenciana para informar sobre algunos de estos problemas de bienestar y han recibido respuestas poco satisfactorias por parte de la Administración.
Uno de los casos fue el de una morsa macho que, debido al estrés que le producía el escaso acceso a la luz solar, murió por la ingesta prolongada de piedras. También han informado de que un delfín falleció por comer la pintura que se desprende de las paredes de la piscina.
En cualquier caso, la mortalidad entre los delfines en este acuario es alta, puesto que, de ocho crías nacidas, han muerto al menos cuatro, según señalan los mencionados extrabajadores.
Otro de los problemas -que puede observarse a simple vista por cualquier visitante- es que hay un exceso de animales para el tamaño de la pequeña piscina, según ANDA. Por ejemplo, el agua de los leones marinos suele estar turbia y con grandes cantidades de aluminio (que se mezcla en el agua para aclararla, con posibles consecuencias para la salud de los animales). Supuestamente, uno de los leones chocaba frecuentemente con los buzos mientras limpiaban su tanque.
Las mismas fuentes indican que a los delfines se les tienen que hacer dolorosas endoscopias periódicamente para sacarles del estómago toda clase de objetos que se tragan. Incluso en al menos una ocasión le extrajeron un teléfono móvil del estómago a un delfín.
También han hablado sobre casos de ataques a los buzos, así como de un hecho que merece especial atención, el de la ballena beluga 'Kairo', que no aceptaba su comida y los entrenadores rusos que contrataron la sujetaban del espiráculo (órgano delicado, doloroso y vital) y si no aceptaba el pescado, repleto de toda clase de medicamentos, recibía un puñetazo.
Actualmente, indica ANDA, parece que 'Kairo' casi no se mueve, pues según los extrabajadores la medida que tomó el parque para conseguir que parase de dar vueltas en círculo fue administrarle algún fármaco.

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