Guatemala sangra sin remedio

  • Cada día, los asesinatos se producen a lo largo y ancho del país. Mientras las autoridades buscan la solución para reducir los índices de violencia y criminalidad, los servicios de emergencia compiten para ver quién llega antes a la escena. En esta carrera también participan los periodistas, que debaten que sucesos cubrir y cuáles no.
Guatemala endurece la seguridad tras la masacre
Guatemala endurece la seguridad tras la masacre
Ezra Fieser, Ciudad de Guatemala (Guatemala) | GlobalPost

Poco después de las 7 de la mañana de un viernes, Jesús Alfonso se sentó en el departamento de fotografía de la oficina del diario 'El Periódico', a la espera de lo que en Guatemala se ha convertido en inevitable: un crimen atroz.

"No basta con que sea un asesinato. No cubrimos todos los asesinatos. No podemos. Tiene que ser más serio", dice. "Además, si algo iba a suceder hoy, ya habría ocurrido".

Pero en Guatemala, un país pequeño donde los crímenes son un gran problema, el asesinato siempre está en el horizonte. Así, unos minutos más tarde, su conductor irrumpió en la habitación diciendo: "Acaban de matar a un grupo de pasajeros de un autobús", Alfonso no salió precisamente corriendo.

Se paseó durante algunos minutos, sopesándolo. Habló con uno de sus fotógrafos, que apenas levantó la vista de su desayuno para conocer los detalles.

Alfonso llegó al lugar 30 minutos después. El viejo autobús escolar transformado en uno de transporte público tenía tres ventanas destrozadas por ese inconfundible disparo que deja un dibujo en forma de telaraña.

Diez personas que resultaron heridas en el tiroteo ya habían sido trasladadas al hospital. Cinco cuerpos yacían en el interior. Alfonso se hizo paso a codazos a través de unos cuantos bomberos que estaban al borde de la escena del crimen, se acercó al autobús, levantó la cámara y se puso a trabajar.

En otros muchos países, una escena similar podría ser considerada noticia de portada: un ataque armado contra un autobús público en la carretera más transitada del país. En Guatemala, los ataques de autobuses y otras escenas de crímenes violentos ocurren con tanta frecuencia que a menudo los periodistas debaten sobre lo que deben cubrir.

La masacre de 27 trabajadores agrícolas en mayo en una hacienda ganadera en la región rural de Petén a manos de un brazo de la banda de narcotraficantes mexicanos, los Zetas, pone de relieve lo violento que ha pasado a ser el país. Cada vez hay más traficantes de drogas desarrollando operaciones para impulsar el tráfico de cocaína hacia EEUU y pandillas callejeras que luchan por el territorio y por un sistema de justicia fallido. Bajo estas condiciones, Guatemala es uno de los países más violentos del mundo.

Incluso su vecina México, pese a toda la publicidad que recibe, es mucho más seguro: la tasa de asesinatos en Guatemala es aproximadamente cuatro veces mayor.

Los fotógrafos y periodistas que cubren los crímenes lo describen con un término prestado por los mexicanos: "la nota roja", de color rojo o sangrienta, sacada del periodismo sensacionalista.

La mayoría de los reporteros que se dedican a la 'nota roja' saltan de la escena de un crimen a la escena de otro crimen. "Con 16 asesinatos al día y siete u ocho de ellos en el área metropolitana, no es difícil conseguir una historia", explica Esteban Biba, 23 años, quien escribe, fotografía y edita un promedio de tres historias de crímenes al día para 'Nuestro Diario', un periódico dedicado solo a estas noticias.

Biba, que ha cubierto 'notas rojas' desde que tenía 18 años, cuenta que cubre cientos de asesinatos cada año. Pocas horas después de abandonar la escena del asesinato del autobús, Biba cubrió el asesinato de un joven de 17 años de edad que fue acribillado a tiros mientras jugaba en la calle con sus amigos.

Ahora, en un intento por ser el primero en llegar a la escena del crimen, incluso en algunos casos antes de que llegue la policía, Biba se basa en Twitter. "Si algo sucede en un barrio, a veces un ciudadano envía un tuit. Así que busco los sucesos por esa vía", explica el periodista.

Los periodistas también se nutren de información sobre crímenes acudiendo a los departamentos de bomberos que llevan las ambulancias y servicios paramédicos, y que también compiten entre sí. "Todos ellos necesitan justificar sus presupuestos, por lo que a cuantos más crímenes puedan atender, más publicidad consiguen", explica Alfonso.

De hecho, en una reciente visita al departamento de bomberos municipales en la ciudad de Guatemala, un portavoz del departamento sugirió a los periodistas que no cubriesen una historia. "¿Qué? No es nada. Alguien acaba de tirar un esqueleto a la calle. Ni siquiera es un crimen", dijo. "Si esperáis os consigo algo bueno."

Las peleas entre los departamentos de bomberos rivales han estallado en la escena del crimen, dijo a los periodistas.

Además, la amenaza siempre está ahí para los periodistas. Doriam Morales, que también es fotógrafa de 'El Periódico', lo sabe bien. En octubre de 2008, su marido, un diseñador gráfico en el periódico, se dirigía a trabajar cuando un asaltante que viajaba en la parte trasera de una camioneta disparó una flecha que le atravesó el corazón.

Hay momentos en que llegas a la escena del crimen cuando la gente que lo ha cometido está todavía cerca", asegura Mariela Castañon, que cubre la delincuencia para el diario 'La Hora'.

Preguntado sobre si cubrir tantos crímenes le ha afectado, Alfonso se detiene un momento, tira de su holgada camiseta negra y frunce los labios. "Recuerdo algunos de ellos. Una vez en un motín en la cárcel, algunos miembros de la pandilla decapitaron a otros prisioneros y fueron caminando con la cabeza en sus manos. Lo recuerdo porque eso estaba fuera de lo común", recuerda.

"Sin embargo, tu memoria no es una cámara. No documenta cada caso. Terminas sin memoria sobre muchas de las cosas que han sucedido, incluso aunque hayan ocurrido el día anterior. Y después de algunos años, pasan por tu mente como el viento".

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