Klaus deja el cargo acusado de traición y saldando cuentas con la historia

  • Vaclav Klaus cumple hoy su último día como presidente de la República Checa tras diez años de intenso y polémico mandato, y lo hace bajo una acusación de alta traición y saldando cuentas con su rival y antecesor, el fallecido Vaclav Havel, y con su papel en la ruptura de Checoslovaquia.

Gustavo Monge

Praga, 7 mar.- Vaclav Klaus cumple hoy su último día como presidente de la República Checa tras diez años de intenso y polémico mandato, y lo hace bajo una acusación de alta traición y saldando cuentas con su rival y antecesor, el fallecido Vaclav Havel, y con su papel en la ruptura de Checoslovaquia.

Fiel a sus convicciones y con retórica de hombre ducho y políticamente incorrecto, el todavía presidente no ha querido abandonar el Castillo de Praga sin dejar meridianamente clara sus posiciones.

Como un "grupo de bellacos" ha calificado a los 28 senadores que elevaron una denuncia contra él por alta traición, una moción aprobada por la Cámara alta y sobre la que aún tiene que pronunciarse el Tribunal Constitucional.

Motivada por la amnistía parcial declarada por Klaus, y que puso en la calle a 6.500 presos y archivó litigios económicos de gran envergadura que duraban más de 8 años, la denuncia, pese a tener pocas opciones se salir adelante, pone una mancha a una década como jefe del Estado.

Él mismo ha denunciado que se trata de un intento de difamar su mandato, que está políticamente motivada y que no se ajusta a derecho.

Klaus también ha querido zanjar su conocido enfrentamiento con Vaclav Havel, al que fustigó anoche mismo en una entrevista televisada.

"Mi visión del mundo es diametralmente opuesta a la suya (de Havel), absolutamente en todo", reconoció Klaus, que acusó a su antecesor de haber empezado con los "golpes bajos" en el duelo que mantuvieron los dos estadistas.

Klaus, considerado como el padre de las reformas económicas de su país, se ufanó de haber sentado las bases del sistema de partidos y haber evitado así el propósito de Havel de "intentar hacer de la política un sistema apolítico, eliminando los partidos".

Sobre la división de la federación checoslovaca, de cuyo hito ahora se celebran 20 años, Klaus aseguró: "Intenté por última vez convencer a Eslovaquia que no se fuera, pero no fue posible".

Negó así la responsabilidad atribuida a él, entonces primer ministro checo, y a su entonces a su homólogo eslovaco, Vladimir Meciar, de dar el golpe definitivo a la unidad de la federación.

En su repaso a los diez años de presidente, Klaus también ha querido explicar su visión de la Unión Europea, a la que achaca déficit democrático y una excesiva regulación.

"Europa no es algo que esté en el Estado y está muy lejos del votante", dijo en relación a la crisis económica e institucional que atraviesa la Unión, a la que considera responsable de que Europa esté "perdiendo su papel de forma alarmante".

El presidente saliente, un admirador de la ex primera ministra británica Margaret Thatcher, se define como un arduo defensor de la identidad nacional y se ha negado incluso a izar la bandera europea en el Castillo de Praga, la sede de la presidencia checa.

La ratificación checa del Tratado de Lisboa en 2009 fue un complicado proceso, en buena parte por la oposición del carismático político conservador.

En contra de la voluntad del Gobierno y el Parlamento, Klaus retrasó su firma en el documento hasta garantizar para su país la exención para la República Checa respecto a la Carta de Derechos Fundamentales.

En cuanto al euro, este economista seguidor de las tesis del mercado libre de la Escuela Austríaca, ha criticado sin piedad el proyecto "político" del euro y apoya que su país mantenga su moneda.

Por eso, tampoco quiso ratificar la ley sobre el Mecanismo de Estabilidad Europeo, el fondo de rescate del euro.

Ya en 2002 avisó de que el euro aumentaría las diferencias económicas con consecuencias especialmente graves "para los países económicamente más débiles" debido a las bases excesivamente optimistas sobre las que se fundó.

A su vez, la reciente concesión del premio Nobel de la Paz a la UE le pareció al checo "una broma pesada".

El político de 71 años, ha resultado también un mandatario incómodo por sus polémicas incursiones en la esfera del medio ambiente.

Trató de desmitificar la tesis del cambio climático como fenómeno causado por el hombre, y a ello dedicó su libro "Planeta azul con grilletes verdes", publicado en 2007.

En ese libro critica la "histeria" de los ecologistas que, en su opinión, suponen un obstáculo para las libertades y el desarrollo, como lo fueron los comunistas en el pasado.

Por eso considera "un error" y una "aberración" las medidas de protección climática impuestas por la UE y que penalizan a las empresas europeas frente a sus competidores de otros continentes.

Klaus quiere seguir con su actividad pública una vez deje la Presidencia y ya ha creado un Instituto, con sede en Praga, con el fin de difundir su legado intelectual.

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