La calculada ambigüedad de Carme Forcadell: de agitar la calle a presidir el Parlament

    • La expresidenta de la ANC era recelosa a hacer política y a ocupar un cargo. También dijo que no sacaría las urnas del 9-N.
    • Acostumbrada a adelantarse a los ritmos de Mas, le ha vuelto a tomar ventaja.
Forcadell (ANC) quiere que la cadena humana de la Diada pase por la Sagrada Familia y el Camp Nou
Forcadell (ANC) quiere que la cadena humana de la Diada pase por la Sagrada Familia y el Camp Nou

"Yo creo que él no era independentista, pero ha ido viendo que no queda otro remedio". Era febrero del año pasado y Forcadell asumía así el carácter 'descafeinado' que tanto le ha criticado a Mas. Ahora, ostenta formalmente incluso más poder que el president en funciones. Recién elegida como decimoprimera presidenta del Parlament, por 77 votos a favor-entre ellos, cinco de Catalunya sí que es Pot-55 en blanco y uno nulo-Forcadell corona así una trayectoria que la convirtió en musa del independentismo sin estar ni siquiera en las instituciones.

A la expresidenta de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) se le ha atribuido siempre una notable ambición en todo lo que hace. Sus relaciones con Mas fueron en su mayoría cordiales de cara a la galería. Pero a Forcadell los ritmos del president la desesperaban. De ella siempre se dijo que marcaba los tiempos del Govern en cuanto al procès. "Ponga las urnas", le espetaba desde cada Diada. Ella siempre lo negó. Aunque también negó que pensase en volver a la primera línea política. "No me lo planteo. Sólo quiero unas vacaciones", resumió en abril, tras abandonar la presidencia de la entidad. De hecho, una de sus decisiones más comentadas en su mandato en la ANC había sido la de establecer por estatuto que ni la organización ni tampoco sus dirigentes se presentarían a unas elecciones.

En agosto pasado, sugería que una lista unitaria electoral no era del agrado de todos. "Sólo trabajamos en el Plan A", decía sobre unas posibles plebiscitarias. Acabó aceptándola y luego casi presidiéndola. Fue segunda, a dos puestos de distancia del entonces president.

Los ejemplos de cómo ha marcado los ritmos son variados. En 2012, convocada la primera Diada masiva, advirtió a Mas y Junqueras que, antes de Navidad, quería conocer "la fecha y la pregunta" de la consulta. Les avisó también: esa pregunta, que habría de "ser clara", tendría que permanecer oculta. Después, avisó al president de que unas plebiscitarias en 2016 sería demasiado. "No podemos esperar de esta manera", sentenció. El tono de su crítica al Estado encontró momentos que aún se recuerdan. "No acataremos las imposiciones el gobierno español, no sufráis que no la acataremos", dijo hace dos años. El lema de Forcadell era claro. "la independencia no la conseguiremos dentro de la legalidad", le advertía a un reticente Mas. En CiU imperaba aún entonces la consigna de "no hacer daño" al Estado.

Después, Mas comenzó a dar forma a la consulta, mutada luego, tras el veto del Constitucional, a proceso participativo organizado en resumen por voluntarios. Forcadell no ocultó las críticas. Defendía vehemente que ésta habría de ser convocada "con todas las garantías", esto es, con la fotografía de Mas sacando las urnas. "Nosotros no las sacaremos. Ya lo hicimos en su momento", aseguró en una entrevista a este diario. Se refería Forcadell a las consultas realizadas entre 2009 y 2011 entre más de 500 pueblos catalanes. "Ahora la tiene que convocar la Generalitat", zanjó.

Por entonces ya había diluido en cambio la reprimenda al Govern sobre una posible dimisión de Mas. No, decía, si hacía todo lo posible porque la consulta se celebrase, aunque finalmente fuese vetada por el Estado. Meses antes, sí había 'invitado' al president a irse si no asumía la responsabilidad de preguntar. Ese plan A era el único entendible para Forcadell, y para él hubiese deseado una pregunta simple, sin el embrollo finalmente determinado por Mas. Una cuestión a la escocesa: independencia sí o no. Terminó aceptando el proceso diseñado."Mas hace su trabajo y yo el mío"

Las relaciones con Mas siempre han sido más bien de diplomacia. En octubre pasado, en pleno volcán por la consulta, confesó a este diario que la última vez que había hablado con el president había sido en la Diada. "Cuando nos recibió", dijo en relación a la recepción a las entidades civiles tras la Diada. "Luego le ví el 4 de octubre, cuando los alcaldes le entregaron los acuerdos de los plenos a favor de la consulta. Pero tampoco pudimos hablar, había mucha gente...", completó. Preguntada por si no hablaban 'porque ustedes no quieren o porque Mas no les consulta', Forcadell despejó: "El president tiene su trabajo y nosotros, el nuestro. Estamos trabajando en el mismo objetivo, pero cada uno, a lo suyo. Nos saludamos y ya está".

Cabría apuntar que el partido de Forcadell es ERC, del que es militante y del que fue miembro de la Ejecutiva nacional desde 2001 hasta 2004. Con su jefe, Carod Rovira, mantuvo una relación de tira y afloja que se rompió cuando éste renunció a incluirla en la Dirección General de Política Lingüística de la Generalitat. La discrepancia no le evitó seguir en política. Concejal en Sabadell, en la legislatura de 2004, se recuerda aún un enfado de órdago cuando, en las siguientes elecciones, no resultó elegida porque el partido sólo obtuvo un concejal. Iba segunda. Desde entonces, renegó de sus compañeros de sillón y se volcó en el activismo en la calle. Allí se encontraba cómoda y se sabía fuerte. Demostraba su poder fuera de la moqueta, pero con más presencia que nunca en el debate político.

Convertida en la cara de la protesta en Cataluña, tampoco, aunque pueda parecerlo, era Forcadell independentista desde la cuna. Su familia no lo era, ahora hay divisiones, reconoció también a este periódico, y ella no tuvo ninguna inquietud hacia la secesión hasta bien entrada su etapa universitaria, en la Autónoma de Barcelona. Sostiene que buena parte de la 'culpa' la tuvieron los gobiernos de Aznar. Se metió de cabeza. Primero, en la entidad Òmnium Cultural, casi en paralelo, en la Plataforma Pel Dret a Decidir, lo que vendría a ser el germen de la Assemblea Nacional Catalana (ANC). Una plataforma presentada como civil, pero creada en realidad por ERC para influir hacia la independencia y convertir en sonora la Diada de 2005. Sus compañeros le atribuyen un mérito sobre otros, el haber sabido mantener la ambigüedad estratégica entre los declarados independentistas y quienes no deseaban la ruptura, pero sí otro statu quo. La base, opinan, del éxito de las manifestaciones multitudinarias.

De perfil leonino, el Govern le reconocía el mérito de haber resuelto con holgura las Diadas desde una entidad que apenas cuenta con 50.000 socios. El éxito de la primera, la de 2012, animó a Mas a convocar unas elecciones luego convertidas para él en 'fiasco'. Perdió 12 diputados y empezó a depender de ERC. Forcadell ha vuelto, otra vez, a adelantar a Mas. Ahora, con la presidencia, aunque sea la del Parlament. Las negociaciones entre Junts y la CUP, para el president, siguen teniendo aún más sombras que luces.

Mostrar comentarios