La crisis política búlgara cierra en falso con el esperado regreso de Borisov

  • El ex primer ministro búlgaro Boiko Borisov, que dimitió en febrero de 2013 ante las protestas populares por el precio de la luz, según todos los pronósticos volverá a ganar las elecciones de este domingo, cuando de acaba de anunciar una fuerte subida de la factura de electricidad.

Vladislav Púnchev

Sofía, 3 oct.- El ex primer ministro búlgaro Boiko Borisov, que dimitió en febrero de 2013 ante las protestas populares por el precio de la luz, según todos los pronósticos volverá a ganar las elecciones de este domingo, cuando de acaba de anunciar una fuerte subida de la factura de electricidad.

Diecinueve meses después de la caída de aquel Ejecutivo, el partido de Borisov Ciudadanos por el Desarrollo Europeo de Bulgaria (GERB) aparece en todas las encuestas como el más votado, en una especie de regreso a los orígenes de una crisis que ha mantenido al país más pobre de Europa en una permanente tensión política.

Su regreso al poder justo cuando el precio de la electricidad vuelve a los niveles que tenía cuando dimitió -tras una rebaja que acaba de anularse-, es una coincidencia que resume la parálisis política y la falta de avances en que el país lleva años sumido.

Borisov ya ganó las elecciones anticipadas de mayo de 2013, aunque un pacto entre los socialdemócratas y el partido de la minoría turca puso en el poder a un Ejecutivo de tecnócratas.

Ahora, tras el fracaso de ese experimento y la convocatoria de nuevos comicios adelantados, este ex guardaespaldas ha lanzado un mensaje electoral que puede definirse como "yo o el caos".

Hambre, frío y pobreza ha sido el apocalíptico escenario dibujado por "Batman", como es conocido popularmente el político conservador, si no gana las elecciones con una mayoría rotunda.

Según los últimos sondeos, el mensaje ha calado y el 36 % de los votos irán a parar a su partido, bien por delante del 22,5 % que se espera reciba el Partido Socialista Búlgaro.

De confirmarse esos porcentajes, el GERB se quedará a unos 21 escaños de la mayoría absoluta y necesitará hacer mucha matemática parlamentaria para asegurar un Gobierno mínimamente estable.

La tarea es complicada por la profunda división entre los distintos partidos y por la expectativa de que el Parlamento se fragmente con la entrada de varias pequeñas formaciones que tendrán apenas un puñado de escaños.

"Es posible que después de las elecciones no haya Gobierno y que el país caiga en una espiral de inestabilidad", ha reconocido el populista político, jugando la carta del miedo.

Para evitar el caos, Borisov ha asegurado necesitar entre 110 y 115 diputados, siendo la mayoría absoluta de 121 de un total de 240 escaños. Si los votantes se los dan, ha prometido "buscar una salida favorable para el Estado".

La alternativa sería una coalición con cinco o seis partidos que, ha advertido, tendría una vida corta y obligaría a volver a celebrar nuevas elecciones en dos meses.

Borisov, de carácter impulsivo e imprevisible, ha enviado señales contradictorias durante su campaña sobre el escenario postelectoral: ha hablado de gobernar en solitario, de estar dispuesto a hablar con todos los partidos y de no querer depender de nadie.

Nacido en 1959 en Sofía, ha sido bombero, policía, guardaespaldas del último dictador comunista, alcalde de Sofía y, entre 2009 y 2013, primer ministro de Bulgaria.

"Boiko, Dios te ha enviado para salvar a Bulgaria", rezaba una de las pancartas que lo recibió durante la campaña electoral en una de las pequeñas localidades afectadas por las inundaciones del pasado verano y a cuyos vecinos regaló refrigeradores, cocinas y lavadoras.

La gente valora su estilo campechano, su discurso directo y gestos de mucha cercanía con la gente de la calle, como cuando él mismo y los diputados de su partido se dejaron fotografiar ayudando a retirar el lodo dejado por las riadas.

A su apodo de Batman, ganado en la época en la que participó en operaciones contra el crimen organizado, se suma el de "bate" una palabra que en búlgaro significa "hermano mayor" y que sus seguidores emplean para mostrarle su devoción.

"Borisov y su partido cuentan con una cantidad relativamente constante de votantes, generalmente en las aldeas, donde le adoran por presentarse como una persona de este mundo y por hablar el lenguaje de la calle", explica a Efe el politólogo Ognyan Minchev.

Sus críticos denuncian que es autoritario y ejerce el poder de forma unipersonal y advierten del riesgo de que acumule mucho poder.

"Llegará el día en que Borisov sea intocable y esté fuera de control, ya que de nuevo pondrá bajo su poder todas las instituciones y, sobre todo, al Parlamento", lamenta Stefan Ilkov, búlgaro de 30 años que emigro del país durante el Gobierno del GERB debido a la mala situación económica del país.

Lo cierto es que la situación económica del país no mejoró durante el Gobierno de Borisov, aunque la pobreza, los bajos salarios y la corrupción no son patente suya, sino que llevan décadas enquistados en la sociedad búlgara.

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