La crisis y la corrupción, una combinación con graves consecuencias sociales

  • La ambición, la poca moral y la percepción de impunidad son los ingredientes que actúan en la mente de aquellos que optan por sumergirse en el mundo de la corrupción con unas prácticas que, más aún en estos tiempos de crisis, pueden tener "gravísimas" consecuencias sociales.

Berta Pinillos

Madrid, 30 ene.- La ambición, la poca moral y la percepción de impunidad son los ingredientes que actúan en la mente de aquellos que optan por sumergirse en el mundo de la corrupción con unas prácticas que, más aún en estos tiempos de crisis, pueden tener "gravísimas" consecuencias sociales.

Así lo aseguran a Efe expertos en psicología social y antropología, que coinciden en señalar que en España, como en otros países del sur de Europa que están afectados por la crisis, la crispación ciudadana ha aumentado considerablemente, porque las leyes son más "laxas" con estos delincuentes, mientras en los estados del norte hay "menos permisividad".

Para el antropólogo y politólogo Manuel Mandianes, los efectos de los numerosos casos de corrupción que salen a la luz en estos tiempos de crisis pueden ser "gravísimos" entre los ciudadanos, que "han superado ya su límite de tolerancia".

"Corremos el peligro de que estalle de cualquier manera. Las reacciones contra la corrupción han sido hasta ahora pacíficas y positivas pero la ciudadanía ya está al otro lado de la tolerancia", destaca Mandianes.

En el mismo sentido se pronuncia la directora del departamento de Psicología Social de la Universidad Complutense de Madrid, Concepción Fernández, quien añade que los escándalos de corrupción causan a la sociedad por un lado, decepción y falta de confianza, y por otro, agresividad.

Decepción y falta de confianza porque las personas tienen un comportamiento moral que les han enseñado y cuando ese ideal cae, es decir, lo que consideran aceptado socialmente se desmorona, pierden un referente y se preguntan "¿entonces, a quién me tengo que parecer yo?", explica Fernández.

"A los ciudadanos les quedan pocos referentes positivos a los que agarrarse", agrega la psicóloga y señala que el otro efecto, la agresividad, responde a la irritación de la ciudadanía al ver tantos casos de corrupción que le hacen aumentar el malestar.

En principio, el blanco de la agresividad pueden ser los corruptos pero Fernández no descarta que también se extienda entre los propios ciudadanos: "puede tener consecuencias en el entorno próximo, pero lo que es seguro es que está dirigida hacia esos delincuentes", insiste.

Mandianes, además, critica que, por ejemplo, ante los escándalos de corrupción los políticos han optado por lavar su imagen "porque están a la altura del betún" y más en tiempos de crisis, pero no hablan de hacer reformas en profundidad "para que lo que está pasando no vuelva a ocurrir".

"Hay un principio ético moral que dice que el delito del robo no se puede perdonar si no se devuelve el cuerpo del delito, que es lo robado", reflexiona el antropólogo.

Que haya más o menos casos de corrupción en un país que en otro, no depende de la cultura sino de "la permisividad y la impunidad".

Fernández subraya que gente ambiciosa puede haber mucha, y con poca moral también pero "si encima hay una cierta tolerancia y percepción de pocas consecuencias, entonces se dan todos los factores para que haya más personas así".

Y es que Fernández describe así la figura del corrupto: en la mayoría de los casos son gente con alto nivel económico y poder que decide obviar la ley para enriquecerse y destacar entre los de su mismo estatus.

"Quieren ser distinguidos entre los iguales y ésta motivación junto a un control moral con umbrales de tolerancia alto, hace que estas personas asuman mejor que otros desviarse de la norma general y ser corrupto", asegura la psicóloga social.

Mandianes agrega que en países como España, Italia o Grecia "la corrupción se ve con evidencia" y, en la actualidad, por la crisis económica, además, "se practica el ayúdate a ti mismo porque nadie más te va a ayudar".

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