La familia real británica deja ver su lado más humano en el Jubileo

  • La celebración del Jubileo de Diamantes ha dejado ver el lado más personal de la familia real británica, que en público ha gritado "hurras", compartido mesa con ciudadanos anónimos y agradecido el fervor popular por la octogenaria reina Isabel.

Patricia Souza

Londres, 5 jun.- La celebración del Jubileo de Diamantes ha dejado ver el lado más personal de la familia real británica, que en público ha gritado "hurras", compartido mesa con ciudadanos anónimos y agradecido el fervor popular por la octogenaria reina Isabel.

Si hace unas décadas los Windsor eran vistos como una familia rígida e incapaz de mostrar sus sentimientos en público, las multitudinarias aglomeraciones por las seis décadas en el trono de Isabel II han confirmado la popularidad de una soberana que, a sus 86 años, es la única que han conocido la mayoría de los británicos.

Al término de los festejos, que han movilizado a millones de británicos en todo el país, la reina les agradeció hoy su cariño y el carácter festivo que han dado a estas celebraciones, por lo que se confesó "profundamente emocionada" y llena de "humildad".

Lo hizo en un breve mensaje por televisión, algo extremadamente inusual pues, aparte de las habituales citas navideñas, la última vez que se dirigió a sus súbditos de esa manera fue en 1997, cuando falleció Diana de Gales.

Con motivo de su Jubileo, Isabel II se ha ganado las alabanzas de su hijo mayor y heredero, el príncipe Carlos, que la ha calificado de "una persona muy especial", y del arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, que glosó hoy su largo historial de servicio al país.

La reina ha mantenido el tipo en la intensa celebración de tres días en Londres -incluido un ruidoso concierto en el palacio de Buckingham que aguantó con tapones- pese a su avanzada edad, el mal tiempo y la repentina hospitalización ayer de su esposo, el duque de Edimburgo, por una infección de vejiga.

Ayer centenares de miles de personas coreaban "Felipe, Felipe" después de que el príncipe Carlos les pidiese en el concierto que gritasen bien alto "hurras" en honor de la reina, a la que llamó "mami", para que su padre, de 90 años, pudiera oírlo en el hospital.

El príncipe de Gales, que hace unos días sorprendió presentando el tiempo en la BBC, agradeció a su madre "por inspirarnos con tu generosidad y servicio, y hacernos sentir orgullosos de ser británicos", al término de un concierto en Buckingham en el que sus hijos Guillermo y Enrique aplaudían y agitaban banderas.

Con el paso de los años la reina Isabel se ha convertido en una figura cada vez más querida, y su sentido del deber durante seis décadas ha sido lo más destacado en su Jubileo de Diamantes, aniversario que solo ha cumplido otra soberana británica, Victoria.

Estos días han dejado para la historia escenas hace unos años inimaginables: risas compartidas entre la reina y Camilla, que parecen evidenciar una buena relación, y al príncipe Carlos comiendo con su esposa en una de las celebraciones callejeras en Londres.

Los festejos populares llegaron hoy a su fin después de meses de celebraciones en los que se han divulgado vídeos y fotos privadas de la soberana cuando sus hijos eran pequeños y en que conocidas personalidades, como el arzobispo de Canterbury, han destacado el lado humano y sentido del humor de una reina con fama de distante.

Varios documentales han aireado fotos de sus hijos mayores enterrados en la arena en una playa, grabaciones entre bambalinas de la coronación de la reina el 2 de junio de 1953, cuando el príncipe Carlos tenía tres años, y entrevistas, entre otros, al príncipe Guillermo, en una de las cuales afirmó que, aunque antes la veía sobre todo como reina, ahora la ve como su "abuela".

Una campaña de relaciones públicas que ha ido pareja a la creciente popularidad de los dos hijos veinteañeros de Carlos y de Diana de Gales, cuya muerte en 1997 marcó el momento de menor popularidad del reinado de Isabel II.

Los expertos coinciden en que su Jubileo de Diamantes ha supuesto un nuevo impulso para una monarquía que en abril de 2011 ya demostró su gancho popular con la boda de Guillermo y Catalina, y este año vio al príncipe Enrique bailando en Jamaica con zapatos de gamuza azul durante su primer viaje en solitario representando a su abuela.

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