La jugada de Rajoy y la reflexión que ha abierto sobre las aventuras de Sánchez

    • Rajoy iba directo al degolladero parlamentario de la investidura mientras las izquierdas (ex)moderada y radical se disponían a repartirse sus despojos en un aquelarre previo a conquistar La Moncloa.
    • La jugada de Rajoy puede no resolverle su futuro personal, pero de lo que no caben muchas dudas es de que ha servido para poner en candelero la peligrosa deriva de un acuerdo PSOE-Podemos.

Mariano Rajoy iba directo al degolladero parlamentario de la investidura mientras las izquierdas (ex)moderada y radical se disponían a repartirse sus despojos en un aquelarre previo a la conquista de La Moncloa. Pero el funcionario metódico y discreto, al que ya le habían asignado el papel de víctima, improvisó el regate inesperado. Paco Gento, el legendario extremo izquierda del Real Madrid, que también tenía/tiene pinta de señor comedido y nada aventurero, hacía una jugada que dejaba a todos con la boca abierta: corría la banda con su velocidad endiablada y de pronto pisaba el balón y se detenía, en un gesto inverosímil, lo que provocaba que el defensa que le perseguía se pasara de frenada y acabara dando con sus huesos en el césped. El primero que se pasó de frenada tras el parón del viernes fue César Luena, a quien Pedro Sánchez mandó a replicar la jugada, con su ocurrencia de llamar a Rajoy antisistema. ¡Antisistema! Ante los miles de adjetivos, incluidas injurias y befas, que pudo elegir, el desconcertado secretario de Organización del PSOE optó por la antítesis de lo que exige una acertada definición de la jugada de Rajoy. No había entendido nada.

La jugada de Rajoy puede no resolverle su futuro personal porque no cesan desde entonces las elucubraciones acerca de que tenga que dar un paso atrás para facilitar un acuerdo de Gobierno. Pero de lo que no caben muchas dudas es de que ha servido para poner en candelero la peligrosa deriva que estaba tomando la manufactura de un acuerdo entre el PSOE, en manos de un ambicioso inconsciente, y Podemos, liderado por quien ya sabemos que es un soberbio hacedor de ficciones dispuesto a truncar la unidad de España y la igualdad de los españoles. Lo que se ha abierto de pronto es un periodo de reflexión, una tregua protectora del futuro, en la que especialmente el PSOE tenga la oportunidad de recapacitar y madurar sus decisiones.

Durante las últimas semanas, hemos asistido a la exhibición de la porfía ambiciosa de Pedro Sánchez, que odia al partido más votado en España, el Popular, constitucionalista y ortodoxamente democrático, pero se apresta a negociar con el partido que se arrodilla ante las dictaduras de Irán y Venezuela, que quiere romper la Constitución y cambiar el sistema
(cosa que parece ignorar Luena). El Partido Socialista, así conducido por Sánchez, nada tiene que ver con el que ha gobernado España bajo la dirección de Felipe González e incluso bajo Rodríguez Zapatero, que ha llegado a esbozar reparos. No es verdad que Sánchez sea un Zapatero bis porque le supera en frivolidad. Ante la perspectiva de un Gobierno que pusiera en riesgo a España, varios barones socialistas han dado la voz de alarma, algunos con sordina, pero no se ha producido la reacción necesaria para detener al aventurero. De momento ha sido más el ruido que las nueces, y por eso es positiva la apertura de este paréntesis por la maniobra Rajoy, que les ofrece la oportunidad de poner orden interno y evitar las fechorías que puede consumar Sánchez dejado a su aire.

La insólita propuesta de un reparto de Gobierno con el PSOE que hizo Pablo Iglesias a la salida de su entrevista con el Rey es otro motivo para que los barones socialistas recapaciten y hagan recapitular a Sánchez. No han llegado a un acuerdo y ya está el populista marcándole su agenda y distribuyéndole su Gobierno. Bastaría con eso para que Sánchez rompiera toda posibilidad de alianza. Tiene que entender que Iglesias es un peligro futuro para España pero un peligro inmediato para él (de lo que le ha advertido su compañero García-Page desde ABC: “Antes que España, se rompería el PSOE”), pues sería un presidente de papel en un Gobierno vicepresidido por el podemita. Si eso no lo ve así, el PSOE tiene un grave problema que resolver en estos días de tregua.

Lo que empieza esta semana es un plazo lleno de riesgos pero también con la posibilidad de adquirir certezas y seguridades. La encuesta dominical de ABC revela que una mayoría de españoles prefiere que los partidos constitucionalistas (PP, Ciudadanos y PSOE, se supone que antes de Sánchez) tengan la voz cantante y no los populistas. La encuesta de El País se fija en que los ciudadanos quieren un nuevo Gobierno sin Sánchez ni Rajoy pero valoran peor la gestión del socialista desde las elecciones. Está el panorama muy abierto y eso se debe a la inesperada finta de Rajoy, que no le asegura, ya digo, su continuidad, pero si con ella logra la fiscalización o incluso la cabeza de Sánchez a manos de su partido, la estabilidad de España tendrá que agradecérselo.

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