Manuel Pimentel, el árbitro que reconoce no estar capacitado para ser árbitro

  • El árbitro en la negociación entre AENA y los controladores aéreos, Manuel Pimentel, fue ministro de Trabajo con Aznar, discrepó de la política de Inmigración, dimitió por la corruptela de un colaborador y abandonó el partido por la Guerra de Irak. Desde entonces se dedica a editar libros de pensamiento político y a ofrecer sus puntos de vista probadamente independientes.
Manuel Pimentel, mediador en la negociación entre controladores, AENA y Fomento
Manuel Pimentel, mediador en la negociación entre controladores, AENA y Fomento
Fernando de Luis-Orueta
Fernando de Luis-Orueta

Enrolado por Javier Arenas en el Partido Popular andaluz, Manuel Ramón Pimentel Siles (Sevilla, 1961) fue primero diputado autonómico y luego secretario regional. El mismo Arenas se lo trajo con él a Madrid cuando le nombraron ministro de Trabajo para ocupar la Secretaría de Estado de Empleo. En 1999 sustituyó a su mentor en el cargo. Duró 13 meses, marcados por la discrepancia con la política de inmigración marcada por Aznar y sus convicciones.

Pimentel siempre ha dicho que guarda buen recuerdo de su etapa como político, pero que está cerrada. "Ves que todo es más complejo, pero más hermoso. Por eso me gusta la física cuántica. Nada es cierto, todo es movible", evocaba en una entrevista con el Abc de Sevilla.

La gota que colmó el vaso fue la sombra de la corrupción: en febrero de 2000 se supo que la mujer del director general de Migraciones, Juan Aycart, era propietaria de una empresa de formación que había obtenido fondos públicos. Más que la razón para dimitir, fue la excusa. Primero lo anunció a los medios y luego lo comunicó por fax a Moncloa.

Al día siguiente, en vez de dar el relevo a Juan Carlos Aparicio, cogió un taxi y fue a despedirse de los líderes de UGT, CCOO y la CEOE. Con ellos había alcanzado varios acuerdos, primero como secretario de Empleo y luego como ministro: fue uno de los principales artífices del Acuerdo de Reforma Laboral de 1997, logró un pacto para la mejora de las pensiones mínimas y otro para modificar la ley de empresas de trabajo temporal.

Pero sus diferencias con el monolito que había fraguado Aznar aún se tenían que acrecentar: el apoyo del presidente a la guerra de Irak y, con él, del resto del partido, le impulsaron a abandonarlo. El 23 de marzo de 2003, tres días después de que comenzara la invasión, publicó en seis diarios andaluces una tribuna titulada Con tristeza, adiós, en la que escribía:

"El juego estaba claro: o se estaba al cien por cien de acuerdo con lo que decía Aznar o se estaba contra él, y de paso contra el PP y contra España. Así de sencillo. Así de empobrecedor. (…) [El apoyo a la guerra de Irak] no se trata de un desvarío de su presidente; se trata de toda una línea estratégica de partido. Las bombas que caen en estos momentos han recibido su cómplice impulso".

Se quiso dar una segunda oportunidad en política creando el foro Nueva Sociedad, con el que compareció a las elecciones andaluzas, pero duró poco. A cambio, decidió fundar la editorial Almuzara como oportunidad de mezclar sus dos pasiones: la empresa, la literatura y el pensamiento político.

Desde entonces ha participado en diversos encuentros y ha concedido entrevistas, reclamado como un hombre fiel a sus convicciones, atemperado pero sin remilgos a la hora de expresarlas. Critica la personalidad de Aznar en la misma frase en que elogia la gestión de su primer Gobierno; manifiesta su disconformidad con el liderazgo de Rajoy al tiempo que muestra su simpatía personal por él; no tiene problema en elogiar algunas decisiones de Zapatero al tiempo que carga contra otras.

Sin duda han sido estas cualidades las que han llevado a mediar entre AENA y los controladores. Aquellas cualidades que desplegó como miembro de un Gobierno de derechas para conseguir que sindicatos y patronal se entendieran, se enfrentan ahora a otra prueba tan o más dura.

Aunque ya advertía en una entrevista con El País Semanal hace unos meses: "Yo no soy árbitro para nada ni nadie, y como no me lo considero, no opino de la moralidad de los demás. Tengo precaución con esto por una cuestión filosófica personal. ¿Quién es más o menos moral y dónde está la altura moral? No tengo ni idea".

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