Nasrin Sotudeh, la silenciada voz de los que no tienen voz en Irán

  • Reclinada en un avejentado despacho del centro de Teherán, Nasrin Sotudeh sonreía con desparpajo en la primavera de 2009, escasos dos meses antes de que la controvertida reelección del presidente Mahmud Ahmadineyad tiñera de sangre Irán.

Javier Martín

Estrasburgo (Francia), 12 dic.- Reclinada en un avejentado despacho del centro de Teherán, Nasrin Sotudeh sonreía con desparpajo en la primavera de 2009, escasos dos meses antes de que la controvertida reelección del presidente Mahmud Ahmadineyad tiñera de sangre Irán.

Mano derecha de la premio Nobel de la Paz Sherin Ebadi, en su rostro entonces sereno se traslucía la nueva esperanza y los vientos de renovación que soplaban en la reprimida sociedad iraní gracias al inopinado "movimiento verde" de oposición reformista.

Tres años después, Sotudeh -nacida en 1963 en el seno de una familia de clase media iraní- pena junto a cientos de ciudadanos y de defensores de los derechos humanos arrestados durante la cruenta represión de las manifestaciones populares que estallaron tras aquellos comicios, tildados de fraudulentos.

"La concesión del premio Sajarov a Nasrin y (al director de cine iraní) Jafar Panahi no solo representa un honor para ellos, sino que honra a los miles de prisioneros de conciencia que hay en Irán y a todo el pueblo", explica a Efe Karim Lahidji, vicepresidente de la Federación Internacional de Defensa de los Derechos Humanos en Irán.

"Es un mensaje de solidaridad de los europeos y una fuente de esperanza que sirve de incentivo para continuar la lucha", agrega minutos antes de acceder a la ceremonia de entrega del galardón en el hemiciclo del Parlamento Europeo.

Reputado como uno de los activistas iraníes más prominentes, Lahidji -que comenzó su lucha durante el golpe de Estado que en 1953 derrocó el gobierno de Mohamad Mosadegh- cree que Sotudeh, que ha iniciado varias huelgas de hambre desde que ingresó en prisión, más que un símbolo es un ejemplo mundial.

Detenida de forma ilegal el 21 de septiembre de 2010 y encerrada en total aislamiento durante semanas, el ocho de enero de 2011 fue condenada por un tribunal islámico a 11 años de prisión, 20 años de inhabilitación para ejercer la abogacía y 20 años de prohibición para viajar al extranjero.

Los cargos, los mismos que la mayoría de los detenidos en las protestas de 2009: propaganda en contra de la República Islámica y conspiración con fuerzas extranjeras para derrocar el régimen, delito este último en el que en ciertos casos se aplica la condena a muerte.

Tras la apelación, la condena fue reducida a seis años de cárcel y diez años de inhabilitación, aunque se mantuvo la prohibición de salir del país.

El pasado 17 de octubre, inició una nueva huelga de hambre para protestar por sus condiciones de encierro -que han minado enormemente su salud- y en contra del veto a viajar impuesto a su hija de 12 años, Mehraveh.

Sotudeh denuncia, precisamente, que las amenazas a familiares es una de las prácticas de represión y terror que las autoridades iraníes utilizan para tratar de quebrar la voluntad de aquellos que luchan por el cambio y los derechos humanos en la República Islámica.

Una prueba más del coraje que ha caracterizado su vida desde que en que en 1995 se licenciara en derecho por la Universidad de Teherán y tuviera que combatir durante ocho años contra la cerrazón del régimen para poder ejercer su profesión.

Impulsada por el espíritu de apertura que en 1997 insufló la inesperada llegada a la presidencia del país del clérigo reformista Mohamad Jatamí, centró sus esfuerzos en denunciar los abusos del régimen teocrático y en la promoción de la democracia y los derechos humanos a través de artículos en medios reformistas.

Su liderazgo y su capacidad de trabajo la llevaron a la oficina de Ebadi -primera mujer juez de Irán-, junto a la que en aquellos años de cambio fundó el Centro de Defensa de los Derechos Humanos en Irán, que proporcionó un rayo de luz a una sociedad oscurecida por 30 años de dictadura.

Proscrito tras la llegada al poder en 2005 del ultraconservador Mahmud Ahmadienyad, nunca cejó para que se escuchara la voz de los que no tienen voz en Irán, pese a la constante persecución y presión del nuevo gobierno.

Vigilada y censurada, siguió con sus visitas a los presos en la cárcel de Evin, en el norte de Teherán, donde su voz ha tratado de ser silenciada.

Además, defendió con determinación los derechos de los niños y de las mujeres en Irán, sometidos a la arbitrariedad de las leyes, e inició una campaña para derogar la ley que permite condenar a muerte y ejecutar a los menores de edad.

Su lucha le valió en 2008 el Premio Internacional de los Derechos Humanos en Italia, galardón que tampoco pudo recoger en persona ya que entonces el gobierno le impidió salir del país.

Una fría mañana de 2010, poco después de su encarcelamiento, uno de sus allegados contó que habían recibido una comunicación de la cárcel.

En ella, Sotudeh les decía a sus hijas que entendía la necesidad de hablar con su madre, de tenerla al lado, pero que pensaran que más allá, los iraníes necesitaban "democracia, libertad y una vida digna".

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