Objetivo, salvar al Partido Socialista

    • Si los históricos socialistas, con González a la cabeza, y los barones autonómicos estaban nerviosos desde que Sánchez interpretó el resultado electoral como un triunfo deben de estar furiosos tras observar suobstinación frente a la razón.
Leader of the Spanish Socialist Party (PSOE) Pedro
Leader of the Spanish Socialist Party (PSOE) Pedro

La historia del Partido Socialista es un itinerario en claroscuro. Nació como partido marxista apuntado a la lucha de clases, contexto en el que Pablo Iglesias, el original, amenazó a Maura con el atentado personal, pero al final de los años 70 rectificó y se situó en la socialdemocracia. Colaboró en la dictadura de Primo de Rivera por medio de Largo Caballero, participó en el golpe de 1934 contra la derecha y luego cometió el error de embarrarse con el Partido Comunista en el frente popular. Después de 40 años de vacaciones, como definió Ramón Tamames su inhibición durante el franquismo, contribuyó a la consolidación de la democracia con el Gobierno moderado de Felipe González, que entre errores (corrupción de Filesa y otras, guerra sucia del Gal, aumento del paro) y aciertos (políticas sociales, apertura a Europa, modernización de la izquierda) desterró los fantasmas del enfrentamiento en una sociedad aún perpleja y deseosa de vigorizar un progreso económico, político y social. La llamada entonces "pasada por la izquierda" fue lo que la transición democrática necesitaba para su consumación.

La herencia de González sufrió una seria contradicción en la etapa de Rodríguez Zapatero, con su despertar de rivalidades (memoria histórica), su parálisis ante la crisis económica y el impulso, otra vez, al desempleo. Pero ese frenazo al desarrollo democrático y a la prosperidad económica no será nada si el actual secretario Pedro Sánchez se sale con la suya y forma una mayoría de gobierno con los populistas de Podemos, con los añorantes del populismo que quedan en los restos de Izquierda Unida y con grupos independentistas y antisistema prestándole con sigilo y disimulo una abstención auxiliadora. Que eso es posible quedó claro en la reunión del comité ejecutivo del PSOE, en la que Sánchez no solo no dio su brazo a torcer frente a las alarmas de los barones y veteranos del partido sino que incluso se sacó de la manga una consulta a las bases, procedimiento calcado de las artimañas populistas, con la que pretende restar el peso de quienes se oponen a su estrategia.

Si los históricos socialistas, con González a la cabeza, y los barones autonómicos (Susana Díaz, Javier Fernández, Guillermo Fernández-Vara, Javier Lambán…) estaban nerviosos desde que Sánchez interpretó el resultado electoral del PSOE como un triunfo (cuando fue el peor de su historia) y empezó a manejar alianzas aventuradas, deben de estar furiosos tras observar en directo su obstinación frente a la razón. La reunión del comité federal, pese a los algodones que se le quieran poner, no ha conseguido llevar a Sánchez por el camino de la sensatez. Ha servido para que un sector clave del partido le mostrara una oposición razonada, pero no para lograr su rectificación explícita.

El resultado inmediato de esa reunión, al no reducir a un secretario ambicioso y oportunista a cualquier precio, es un clima de intranquilidad y una perspectiva de división, la peor infección que puede sufrir un partido político. En el intento de hacer entrar en razón a Sánchez hasta fracasó la movilización pública de Felipe González, que abandonó su plácido retiro para denunciar el totalitarismo chavista en Venezuela y para trazar un camino postelectoral lógico para el PSOE. La consecuencia posterior, si Sánchez no se aviene, es la humillación del partido por la izquierda montaraz de Pablo Iglesias, el populista que quiere pasar por centrista, que ya le ha ridiculizado con un diseño público de gobierno, que ya impone estrategias (el sorprendente recurso de Sánchez a la demagógica consulta a las bases) y que se ha emplazado, como el cazador al ojeo, a la espera de que aparezca su víctima por delante de su punto de mira.

Tienen razones los históricos para rechazar un pacto con la izquierda radical porque el lugar del PSOE es el del socialismo europeo, o sea la moderación y la democracia liberal. Si no añaden que su aliado natural resulta ser la derecha, como en Europa, es por ese absurdo complejo del socialismo español que se cree más de izquierdas cuanto más alejado esté de los conservadores. Pero su socio apropiado es la derecha democrática como lo es para el socialismo francés, el alemán, el inglés, cuando los votos de los ciudadanos no permiten Gobiernos en solitario. Las urnas del 20D han dado una mayoría apabullante a la moderación: Partido Popular, Ciudadanos y el PSOE centrado. No es verdad que haya ganado la izquierda, como repite frívolamente Sánchez para justificar su inclinación hacia Podemos. Afortunadamente, en el partido eso sí le rectifican.

Lo que aumenta la inestabilidad política estos días es que la rectificación intentada no ha causado efecto y el PSOE de Sánchez, ciego y sordo, avanza hacia el precipicio. Si las víctimas fueran solo Sánchez y una parte del partido, el desbarajuste sería superable: nadie es insustituible y un partido se puede recomponer. Pero el caso es que el PSOE se juega su identidad al exponerse a ser engullido por la izquierda inmoderada que quiere acabar con el sistema, aunque oculte temporalmente su voluntad demoledora. Salvar hoy al PSOE de su opción al suicidio en manos de Sánchez es evitar a España una caída en la confusión, el conflicto y la miseria. Esta es la gran tragedia de la hora presente.

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