Para la diputada pakistaní Gulalai "sin educación no somos seres humanos"

  • Aisha Gulalai es, con 26 años, la diputada más joven de la actual legislatura de Pakistán y además la única mujer en la Cámara proveniente de las convulsas áreas tribales, lo cual le acarrea "una gran responsabilidad".

Pau Miranda

Islamabad, 14 jun.- Aisha Gulalai es, con 26 años, la diputada más joven de la actual legislatura de Pakistán y además la única mujer en la Cámara proveniente de las convulsas áreas tribales, lo cual le acarrea "una gran responsabilidad".

En un hecho casi sin precedentes, una mujer del cinturón tribal, una de las regiones más atrasadas del país, accedió a un escaño en la Asamblea Nacional surgida de los comicios celebrados hace un mes gracias a los 60 escaños reservados para mujeres.

"Hay muchos estereotipos sobre las zonas tribales, pero muchos desconocen que hay un germen democrático en nuestras tradiciones y que hay bastante más igualdad entre ricos y pobres de lo que se cree", afirma, aún reconociendo los problemas que asuelan su región.

"En algunos aspectos estamos en la edad de piedra, no en el siglo XXI" lamenta Gulalai, quien culpa de los males del cinturón tribal en buena parte a la inmensa corrupción y a la falta de educación -"no hay ni una universidad", dice- que da fuelle a la violencia.

Las siete áreas tribales de Pakistán nunca han estado bajo completo control de la administración estatal y han servido durante años como refugio de facciones de talibanes afganos y paquistaníes, e incluso albergan a miembros de Al Qaeda.

Esta joven originaria de Waziristán del Sur consiguió su asiento en las filas del Movimiento por la Justicia de Pakistán (PTI), partido liderado por el excriquetista Imrán Khan y al que Gulalai llegó tras haber coqueteado con otras formaciones políticas.

"Quiero aprender los mecanismos parlamentarios para poder presentarme como candidata directa la próxima vez. Mucha gente de mi región confía en que sea la primera diputada de la historia elegida por la gente de las áreas tribales", dice en entrevista con Efe.

"Tengo el apoyo de mucha gente en mi región e incluso me he reunido recientemente con muchos líderes tribales que me han mostrado su respeto a pesar de ser una mujer joven, lo cual es una buena señal de cambio", señala.

De lo tradicional de las costumbres locales da fe el hecho de que la entrevista se realiza bajo la atenta y curiosa mirada de su madre y su hermano, incómodos, según el estricto código moral pastún, con la idea de que una joven de su familia esté a solas con un hombre.

Como es habitual en las diputadas paquistaníes, el discurso de Gulalai, aún inseguro, se centra en los derechos de las mujeres, de las que dice que "cada vez son más conscientes de que tienen que luchar por sus derechos políticos".

Esta hija de maestros reconoce, sin embargo, el retroceso sufrido tras los últimos comicios en cuanto a la presencia de mujeres en la primera línea política del país, en parte por la falta de interés de los grandes partidos en la promoción de la participación femenina.

El número de diputadas de elección directa ha pasado de 18 en 2008 a solo 6 en 2013, y no queda ninguna mujer con un puesto de relevancia institucional después de que la presidencia de la Asamblea Nacional haya pasado a manos de un hombre esta legislatura.

Además, en el Gabinete federal solo dos de los 25 miembros son mujeres y en puestos menores, mientras que el Gabinete regional de la provincia noroccidental de Khyber Pakhtunkhwa, que lidera el PTI de Gulalai, no ha incluido ni a una sola ministra.

La joven enfatiza la necesidad de fomentar la educación femenina en un país lastrado por una enorme desigualdad entre niños y niñas en las aulas, e inevitablemente hace referencia a Malala Yusufzai, la niña paquistaní tiroteada el año pasado por los talibanes.

"El islam permite e incluso fomenta la educación de las mujeres y fue un enorme pecado contra nuestra religión que intentaran matar a Malala", dice la diputada, que sentencia: "Sin educación, las personas no somos ni siquiera seres humanos".

La joven parlamentaria explica que ella y su hermana (jugadora profesional de squash residente en Canadá) recibieron una educación similar a la de sus cuatro hermanos, "a pesar de que los vecinos decían a mi padre que educar a las niñas era perder el tiempo".

La resistencia de buena parte de la sociedad tribal a permitir la emancipación de sus mujeres queda plasmada en su versión más extrema en la ideología de los talibanes, con los que Gulalai no ve "otra opción que dialogar", en línea con la política de su partido.

"Hemos gastado millones de dólares durante años para intentar vencerlos, pero no ha funcionado", dice la diputada para justificar su postura, y añade que "habrá que convencerlos de que deben aceptar algunos principios básicos de la democracia que contiene el islam".

Gulalai hace extensivo ese convencimiento al proceso de paz en Afganistán, donde también ve inevitable la negociación con los talibanes locales, y muestra su confianza en que con el apoyo de los líderes tribales y religiosos los radicales pueden entrar en vereda.

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