Pedro Sánchez, en tromba

    • Pedro Sánchez consiguió que el debate se pareciera a las tertulias televisivas alborotadas en las que los participantes se agreden y se interrumpen.
    • El Mariano Rajoy del debate me confirmó en lo que siempre he pensado de su madera de político: es mejor presidente de Gobierno que candidato electoral.

El candidato socialista concibió el debate a dos como una oportunidad de ataque al candidato popular y allá se fue Pedro Sánchez a acorralar a Mariano Rajoy por las buenas o por las malas. Comenzó con agresividad y llegó a ofuscarse en la áspera descalificación. Por momentos, consiguió que el debate se pareciera a las tertulias televisivas alborotadas en las que los participantes se agreden y se interrumpen hasta el punto de impedir a los espectadores captar el contenido de los mensajes. No soy capaz de valorar si esa actitud pudo reportarle beneficios a Sánchez, porque los efectos de la televisión son peculiares y a veces traicioneros. Lo que sí me parece más claro es que, cuando se haya reposado el efecto inmediato de la emisión, la imagen de Sánchez se identificará con la de una persona impulsiva que respeta poco a su oponente, a quien prefiere acorralar para lo que no renuncia siquiera a los agravios.

El Mariano Rajoy del debate me confirmó en lo que siempre he pensado de su madera de político: es mejor presidente de Gobierno (ha evitado el rescate por la UE y dado la vuelta a la situación de crisis económica) que candidato electoral (no da el tipo en las refriegas). Pareció sorprendido por las maneras de Sánchez y no reaccionó sino con intentos de reconducir la controversia a una exposición de razones, y en ese intento fracasó. En la segunda parte, tras una pausa en la que debieron de operar los asesores, apareció con la decisión de plantar cara en el terreno que ya estaba embarrado y replicó con más energía, aunque a lo mejor ya era tarde. Sánchez se vio favorecido por la indolencia del moderador, que no hizo los esfuerzos que requerían sus constantes interrupciones, su táctica de ensuciar con ruido los mensajes de su oponente.

El debate, a fin de cuentas, fue protagonizado por las acusaciones del candidato socialista, en el que se vio la mano de su asesor Óscar López, un alumno aventajado de José Blanco, principal ejecutante del plan de transformar cualquier mensaje en una acusación a sus oponentes venga o no a cuento. Lo que hizo Sánchez fue acusar, desprestigiar y desmerecer a Rajoy y al Partido Popular. Y con esa táctica ocupando los minutos, los espectadores nos quedamos sin conocer propuestas, ideas y proyectos. El histórico debate electoral que enfrentó a John Kennedy y a Richard Nixon fue ganado por el primero, más joven, más desenvuelto, más simpático, en televisión, pero el que salió triunfante para quienes lo siguieron por la radio fue Nixon. En la primera versión influyeron la imagen y la escena, en la segunda predominó el mensaje. Yo no sé si esta diferente influencia se habrá producido esta vez, pero me parece que Sánchez ha explotado los recursos del espectáculo de la televisión estridente. Habrá que ver si, para un público que quiere conocer para decidir su voto, la irrupción en tromba de Sánchez y su acometividad no se vuelven contra él y en medio del bullicio no emerge la personalidad pausada y la gestión ofrecida de su oponente.

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