Portugal en el torbellino de la peor crisis de su democracia

  • Portugal vivió en 2011 la peor crisis de su democracia, con un torbellino de problemas económicos que forzó un cambio de Gobierno y le llevó al rescate financiero y al programa de austeridad más duro que se recuerda en el país.

Emilio Crespo

Lisboa, 14 dic.- Portugal vivió en 2011 la peor crisis de su democracia, con un torbellino de problemas económicos que forzó un cambio de Gobierno y le llevó al rescate financiero y al programa de austeridad más duro que se recuerda en el país.

En un año plagado de sobresaltos políticos y financieros, la nación ibérica tuvo que pagar intereses diez veces más altos para refinanciar su deuda soberana, calificada como bono basura en julio y sometida a una permanente presión en los mercados.

Para muchos de los 10,5 millones de portugueses el año que concluye quedará en la memoria como uno de los más difíciles desde la Revolución del 25 de abril de 1974, marcado además por la incertidumbre de que 2012 puede ser peor, como anticipan las previsiones económicas.

Portugal entró en 2011 gobernado por el socialista José Sócrates y acaba el año en manos de su principal rival, el conservador Pedro Passos Coelho, que le sustituyó en junio, tras unas elecciones anticipadas dos años y medio por culpa de la crisis financiera.

El ambiente electoral dominó el país ya desde enero por los comicios presidenciales de ese mes, en los que el también conservador Anibal Cavaco Silva fue reelegido para un segundo periodo de cinco años.

Sus diferencias con el primer ministro hicieron a muchos pronosticar que Sócrates no concluiría el mandato, y la crisis económica y las encuestas de opinión, muy favorables a la oposición conservadora, hicieron el vaticinio realidad el 23 de marzo.

La decisión del partido de Cavaco, el Social Demócrata (PSD, de centroderecha) de rechazar el cuarto plan de austeridad del Ejecutivo, tras haber dejado pasar los tres anteriores en el Parlamento, llevó a Sócrates a renunciar y pedir, unas semanas después, ayuda financiera internacional.

Tras los rescates de Grecia e Irlanda, el de Portugal hizo temblar con fuerza Europa, y los 78.000 millones de euros que la UE y el Fondo Monetario Internacional (FMI) concedieron a Lisboa en mayo, unas semanas antes de las elecciones, nunca lograron aplacar el imparable ascenso de los intereses de la deuda lusa.

En el mercado secundario sólo las compras del Banco Central Europeo (BCE) frenaron la penalización de los bonos lusos, que en noviembre de 2010 se pagaban a un interés del 7 % a diez años y en 2011 han llegado a sobrepasar la barrera del 14 %.

El Tesoro portugués, que a pesar de la ayuda internacional ha necesitado subastar cada dos semanas unos mil millones de euros, tiene que aceptar casi el 5 % de interés para colocar obligaciones a sólo tres meses de plazo, cuando en diciembre de 2009 apenas pagaba el 0,4 %.

La desconfianza de los mercados se ha visto además favorecida por las malas perspectivas de crecimiento de Portugal, cuyo Producto Interno Bruto (PIB) cayó en el tercer trimestre de este año el 1,7 % por ciento respecto al año anterior.

El impacto de las medidas de ajuste, reformas y privatizaciones aprobadas por Passos Coelho, que incluyen también recortes de sueldos, pensiones, inversiones y gastos del Estado, eleva aun más el pronóstico de la recesión para 2012, cuando se espera un descenso del 3 % del PIB.

Además de su debilidad económica y financiera, la economía lusa ha estado en jaque por culpa de las grandes agencias de calificación de riesgo, entre las que solo Fitch mantiene aún al país encima del nivel de bono basura.

Con sus rebajas de nota, tanto esa calificadora como Moody's y Standard & Poor's fueron un azote para la bolsa, los bonos, la banca y las grandes empresas lusas.

El frente financiero ha sido así el principal problema en los primeros seis meses de gestión de Passos Coelho, cuya prioridad oficial es cumplir los compromisos del rescate y reducir el déficit luso al 4,6 por ciento en 2012, frente al 9,8 en que cerró 2010.

Pero tras la huelga general del mes pasado, la izquierda y los sindicatos amenazan con calentar el clima social contra una política de ajustes que ha subido ya todos los impuestos y va a aumentar en media hora gratuita la jornada laboral de los portugueses.

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