Serbia da los primeros pasos para luchar contra la corrupción

  • La lucha contra la endémica corrupción en Serbia empieza a infundir por primera vez esperanzas entre los ciudadanos tras la detención e investigación de varios empresarios y políticos, que hasta ahora parecían "intocables".

Snezana Stanojevic

Belgrado, 7 feb.- La lucha contra la endémica corrupción en Serbia empieza a infundir por primera vez esperanzas entre los ciudadanos tras la detención e investigación de varios empresarios y políticos, que hasta ahora parecían "intocables".

"No habrá protegidos, indistintamente del cargo, nombre y apellido", advierte el viceprimer ministro, Aleksandar Vucic, quien se ha puesto al frente de esta batalla, lo que le ha convertido en el político más popular del país balcánico.

El enemigo a que se enfrenta este joven político es poderoso y su vertiente criminal tiene sus orígenes en la época de las guerras balcánicas, cuando organizaciones mafiosas se enriquecieron con el tráfico ilícito de gasolina, cigarrillos y drogas.

Desde entonces, el poder de estas redes ha crecido mucho y su influencia incluso llega hasta las más altas esferas del Gobierno.

La semana pasada el propio primer ministro, Ivica Dacic, tuvo que reconocer contactos con un mafioso del narcotráfico.

"Son tan peligrosos y potentes aquellos que llevan la mayor parte de la corrupción que no estoy seguro de que ganemos la batalla, pero venderemos cara la piel", ha reconocido Vucic, actual presidente del gobernante Partido Progresista Serbio (SNS).

El enérgico político de 42 años es además ministro de Defensa y coordinador de los servicios de inteligencia del país.

Advierte de que la lucha será reñida, y para afrontar el problema deberá reforzar las debilitadas instituciones públicas y el sistema judicial para que no sufran presiones políticas en su trabajo.

Uno de los primeros que ha sentido la determinación de Vucic es el Miroslav Miskovic, el hombre más rico de Serbia, cuyo nombre incluso aparecer en la "lista de millonarios" de la revista "Forbes".

Él y su hijo Marko fueron arrestados en diciembre pasado por malversaciones millonarias en la privatización de empresas de construcción de carreteras.

Otro influyente magnate serbio, Milan Beko -un exministro en la época del autoritario presidente Slobodan Milosevic- ha sido interrogado por la policía por la dudosa privatización del puerto fluvial de Belgrado, algo impensable hace medio año.

Estos casos están tienen relación con algunas de las 24 privatizaciones sospechosas, cuyo esclarecimiento la Unión Europea (UE) exige de Serbia para avanzar en su acercamiento.

Además, desde noviembre pasado, el exministro de Agricultura Sasa Dragin se encuentra en prisión por un supuesto fraude de unos 5 millones de euros con abonos subvencionados en 2009 y 2010.

A medida que personas de este "calibre" pasan a dependencias judiciales, crece la confianza ciudadana en la capacidad de las autoridades de afrontar el problema.

Un reciente sondeo muestra que el 41 % de los ciudadanos -tres veces más que hace apenas medio año- cree que este año disminuirá el nivel de corrupción, aunque su optimismo todavía se fundamenta sólo en espectativas y no en epílogos concretos.

Tan sólo en licitaciones públicas fraudulentas se pierden cada año cientos de millones de euros, y sólo en el año 2011 la auditoría estatal halló irregularidades por valor de 800 millones de euros.

Todo ello, en un país cuya economía está en recesión, con una renta per capita anual de apenas 3.000 euros y una tasa de desempleo superior al 25 %.

El salario medio de un serbio no alcanza los 400 euros mensuales, mientras que llegan pocas inversiones extranjeras que puedan impulsar la economía y los sueldos.

Así las cosas, la corrupción sigue presente en todos los niveles de la sociedad y vida serbia.

Como sucede también en otros países excomunistas, en Serbia los ciudadanos de a píe se ven obligados a sobornar a médicos para "saltarse" listas de espera para operaciones u otros tratamientos.

Y algunos profesores universitarios le cobran a estudiantes para que puedan pasar sus exámenes en la facultad.

Sin embargo, el principal lastre son los partidos políticos, que han "feudalizado" las instituciones del país.

No sorprende pues que dos tercios de los ciudadanos tengan una pésima imagen de los políticos, seguidos en la escala de rechazo por médicos, jueces, fiscales y abogados.

Según estimaciones de organizaciones cívicas, el soborno medio en Serbia es de 168 euros, y mucha gente lo ofrece antes de que alguien lo pida, al considerarse la corrupción como una "práctica común".

Ya en la época de la antigua Yugoslavia, de la que Serbia formaba parte, sin buen "enchufe" no se podía hacer mucho, pero esa práctica ha degenerado en las dos décadas que siguieron su descomposición, especialmente durante los años de la guerra.

Zoran Stojiljkovic, de la agencia estatal (independiente) de la lucha contra la corrupción, elogia la voluntad de Aleksandar Vucic para acabar con esa práctica, aunque constata que su comportamiento cobra ya "un aspecto mesiánico".

"Serbia necesita más fuerza, un fuerte sistema institucional, no basta sólo con Vucic, necesita cambiar la mente de los ciudadanos y necesita una voluntad política muy fuerte para que se ordenen las reglas del juego", asegura en declaraciones a Efe.

Los serbios siguen "desorientados, deprimidos y cínicos" en su relación con las instituciones públicas, agrega.

"Sin embargo, sólo de estas mismas instituciones esperan ayuda", resume el dilema de los serbios.

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