Un médico abre ante el juez interrogantes en un caso de bebés robados

  • El doctor Fernando Pinedo ha dejado hoy abiertos varios interrogantes durante su declaración ante el titular del Juzgado de Instrucción número 20 de Madrid, Antonio Viejo Llorente, en el marco de la investigación sobre la presunta desaparición de un bebé en la madrileña Casa de la Madre en 1966.

Madrid, 10 sep.- El doctor Fernando Pinedo ha dejado hoy abiertos varios interrogantes durante su declaración ante el titular del Juzgado de Instrucción número 20 de Madrid, Antonio Viejo Llorente, en el marco de la investigación sobre la presunta desaparición de un bebé en la madrileña Casa de la Madre en 1966.

Con estas palabras lo ha expresado a Efe Dolores Mariscal que ha denunciado el secuestro de su hermano recién nacido en la Casa de la Madre, situada en el número 120 de la calle Goya, el 30 de noviembre de 1966.

Mariscal ha explicado que el médico ginecólogo, que atendió a su madre en el parto, ha reconocido su firma en la historia clínica del caso, aunque ha mantenido que desconocía a quién pertenecía la letra con la que está escrito "parto detenido" en el mismo documento.

Pinedo ha sostenido que "no era habitual" que el certificado de defunción estuviera firmado por el director del centro, como ocurre en este caso, sino por el ginecólogo.

El facultativo ha señalado que, en la Casa de la Madre, se atendían partos por beneficencia, mientras que ella ha asegurado que su madre fue asistida con carácter privado.

Además, Pinedo ha afirmado que no tenía constancia de que hubiera algún tipo de adopción en la Casa de la Madre y ha recordado a una "sor María", sin poder precisar cuál era el apellido de la religiosa.

Mariscal ha mostrado su confianza en encontrar a su hermano, para que él decida buscar sus orígenes biológicos, pero ha expresado pocas esperanzas en la vía judicial por la lentitud en la investigación de lo ocurrido.

La denunciante ha precisado que sus padres, Dolores Piñuela y Agustín Mariscal, residían en Suiza, pero su madre quiso dar a luz en España por temor a no comprender el idioma en el extranjero.

Dolores Piñuela ingresó en la Casa de la Madre el 28 de noviembre de 1966 y permaneció "aislada", en la última planta del centro, durante dos días.

Una matrona subía a ver a la parturienta cada día hasta que en la mañana del 30 de noviembre de 1966 hizo una llamada para avisar que prepararan el quirófano, que no se podía seguir reteniendo el parto y que había que bajarla corriendo, "independientemente de si han venido o no".

La mujer dio a luz a un niño, bajo los efectos de una anestesia, que casi le costó la vida, aunque consiguió recuperar la consciencia siete horas después del parto.

Tras el alumbramiento, el personal sanitario le mostró a la abuela, Dolores Madrigal, un niño vivo "muy bonito", pero le dijeron que no se hiciera ilusiones porque estaba muy deteriorado por dentro debido a que había sufrido mucho durante el parto.

Poco después, los padres fueron informados de la muerte del niño y, tras recibir la noticia, la madre se echó a llorar, momento en que una auxiliar le dijo que el bebé no se había muerto y que se lo habían dado a otro matrimonio.

En ese instante, entró en la habitación una monja llamada "sor María", empujó a la auxiliar y le dijo que "era una bocazas" y que "se iba a acordar de esto toda su vida", ha relatado la denunciante.

Tanto el padre como la abuela exigieron ver el cadáver del bebé, les mostraron un niño de seis o siete meses y la abuela aseguró que aquel no era el recién nacido que ella había visto antes.

Un médico instó a los familiares a "ver, oír y callar" porque, de lo contrario, llamaría al cuartelillo diciendo que la madre no asumía la pérdida del bebé para que la encerraran en un psiquiátrico.

Piñuela acudió a la puerta de la Casa de la Madre para ver si encontraba a la auxiliar durante trece meses -hasta que nació su hija Dolores-, pero nunca más volvió a encontrarla.

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