Un triunfo personal de Alexis Tsipras

    • Se puede decir todo lo que se quiera de Tsipras como gobernante, y él da para mucho, pero como político hipnotizador no tiene precio.
    • Para la Unión Europea debe de entrañar alguna tranquilidad que haya ganado Tsipras, de quien ya se conoce hasta dónde llega su resistencia.

No hay nada en la biografía de Alexis Txiprasantes de su dedicación a la política que invitara a considerarle un maestro del malabarismo. Estudió Ingeniería Civil, que es una disciplina que educa para la planificación, el cálculo y el orden, y trabajó un tiempo en el sector de la construcción, que obliga a la medición y desaconseja la fantasía. Pero hace ocho meses ganó las elecciones generales en Grecia con un programa que no cumplió y que alteró en su negociación con la Unión Europea, luego, hace tres meses, convocó un referéndum contra las imposiciones que él aceptó a la Troika, referéndum que ganó pero que tampoco cumplió, y hace unas horas ha ganado otra vez las elecciones con un programa distinto al anterior y en medio de una situación económica y social deteriorada tras el "corralito" que él mismo decretó.

Se puede decir todo lo que se quiera de Tsipras como gobernante, y él da para mucho, pero como político hipnotizador no tiene precio. Ha logrado en las elecciones del domingo 20 asegurar su posición con un porcentaje similar al de las anteriores, lo que en su caso significa salir reforzado de un embrollo que él contribuyó a crear. Va a seguir gobernando con el impulso que da repetir triunfo electoral y con una mayor confianza en sí mismo, porque ha visto que sus vaivenes, que a otros políticos destruyen, a él le fortalecen. Ni siquiera se ha notado en la cuota electoral de su partido, Syriza, la disidencia que encabezó su primer ministro de economía, Yanis Varufakis, que lo abandonó después del enésimo bandazoy no ha logrado ahora ni hacerse notar.

No es extraño que Tsipras entienda la victoria como un triunfo personal. Desde luego, es difícil no atribuirle el mérito del éxito de Syriza, un partido de extrema izquierda que ahora no se sabe bien donde está situado. Ni tampoco se sabe a ciencia cierta qué color político viste ahora Tsipras, declarado comunista, entusiasta populista, defensor del impago de la deuda, denunciador de los mandatarios de la Unión Europea, … con quienes volverá a negociar con las maneras de un moderado sometido a las normas comunitarias que no quería cumplir.

Para la Unión Europea debe de entrañar alguna tranquilidad que haya ganado Tsipras, de quien ya se conoce hasta dónde llega su resistencia. Así ya saben todos de qué hablan y además pueden manejar el dato de que la mayoría de votantes griegos que le apoyan han dicho en realidad sí al acuerdo que Tsipras había alcanzado con Europa. No obstante, habrá que escuchar a los mercados y a los gobernantes comunitarios para adivinar el efecto concreto de los comicios griegos. Pero, de entrada, la revalidación de un consumado malabarista que logra ganarse a la misma gente con dos programas dispares no tiene que ser una contrariedad para los negociadores que pretenden que un socio cumpla sus obligaciones aunque sean tan rigurosas como inexcusables.

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