Una propuesta de Pablo Iglesias a favor de los golpistas catalanes

    • El golpe de los separatistas catalanes lleva camino de acabar también en ridículo pero se trata de un falsario y ruin atentado a las bases de la democracia y de la organización del Estado de Derecho español.
    • La única razón que puede asistir a Iglesias para seguir blandiendo esa bandera es su obstinación en diferenciarse a toda costa del Gobierno y de los partidos que le secundan en la batalla contra los golpistas catalanes.

Se ha dicho que la declaración secesionista aprobada en el Parlament es el atentado más grave a la democracia desde el 23-F. Discrepo: es el atentado más grave desde el comienzo formal de la democracia diseñada en la Constitución de 1978. El golpe militar de 1981 fue conjurado en menos de 24 horas, se desató en torno a las seis de la tarde del 23 de febrero, fue desautorizado por el Rey Juan Carlos en calidad de capitán general a la una y pico de la madrugada, cuando TVE pudo emitir su mensaje, y los diputados secuestrados por los guardias civiles rebeldes empezaron a salir del Congreso antes del mediodía del 24. Fue una asonada mal coordinada afortunadamente, que pudo acabar en tragedia y concluyó en ridículo, y que alineó a todas las fuerzas políticas y sociales en su contra. El golpe de los separatistas catalanes lleva camino de acabar también en ridículo pero se trata de un falsario y ruin atentado a las bases de la democracia y de la organización del Estado de Derecho español.

Por fortuna, los golpistas catalanes han recibido la respuesta adecuada del Gobierno popular y de tres partidos nacionales resueltamente constitucionalistas además del gubernamental, el Socialista, Ciudadanos y UPyD, y han sido desautorizados por el Tribunal Constitucional, que ha suspendido en tiempo record la resolución secesionista y ha puesto fuera de la ley a quienes se aventuren a actuar en su favor. Pero el golpe de los secesionistas ha causado ya heridas indeseables, en concreto, el desmarque en el ámbito nacional de la izquierda radical encuadrada en IU y en Podemos.

Alberto Garzón (IU) discrepó del pacto de Estado organizado por Mariano Rajoy y Pablo Iglesias (Podemos) insiste en que quiere meter a España en la trituradora de un referéndum. Lo de la trituradora no es palabra de Iglesias, es la interpretación del desastre que supondría un referéndum, como el que él desea, para la identidad de España. “Si soy presidente de Gobierno, lo convocaría inmediatamente”, ha dicho en la sede de Abc, con el argumento caprichoso de que con eso garantizaría la unidad de la nación. Cuesta creer que alguien entienda que el frío y el calor aseguran la armonía. El referéndum de autodeterminación es el éxtasis al que aspiran los golpistas catalanes para romper España.

Pablo Iglesias no entra en detalles de su propuesta, pero sorprende que siga manejándola como solución al atentado separatista cuando un referéndum de autodeterminación no está previsto por la Constitución española, ni por ninguna democracia ni por la ONU, cuando un referéndum en España ha de invitar a todos los españoles a votar, no solo a los de una comunidad autónoma, y cuando el referéndum, que no es obligatorio, tiene solo carácter consultivo. Además, corresponde convocarlo al Rey, tras propuesta, que no decisión, del presidente del Gobierno y autorización previa del Congreso de los Diputados.

La única razón que puede asistir a Iglesias para seguir blandiendo esa bandera es su obstinación en diferenciarse a toda costa del Gobierno y de los partidos que le secundan en la batalla contra los golpistas catalanes, porque no puede desconocer que los secesionistas anhelan un referéndum para separarse de España no para fortalecer la unión. Pero con estas salidas aparentemente perspicaces, lo que hace es unirse a la deriva golpista. Llamar a votar tiene la vitola de un gesto democrático, y este es un argumento en boca de los que han montado el cirio ahora frenado por las instituciones del Estado, pero en democracia se vota lo que se puede votar por quien puede votarlo y tras una convocatoria por quien puede hacerla. Repitamos: votar la independencia de una parte del territorio español no es posible porque España es “patria común e indivisible de todos los españoles” según la Constitución aprobada en referéndum en 1978, votar un cambio de la Constitución corresponde a todos los españoles no a una parte y la convocatoria no compete ni al Parlament ni al presidente de la Generalidad de Cataluña.

Así que Iglesias puede inventar el artificio del referéndum para arañar votos en Cataluña –objetivo que, por otra parte, se presenta quimérico a la vista del magro resultado obtenido en la última elección-, pero lo que seguramente logrará será contrariar a mucha gente del resto de España que está harta, con razón, de experimentos y ocurrencias a la contra que no solucionan nada y pueden deteriorar mucho.

Mostrar comentarios