Violencia en las aulas: el acoso de los padres es el principal problema para los profesores españoles

    • Así lo denuncia el 28% de docentes que recurre al Defensor del Profesor.  Un 10% han pensado en abandonar la profesión. 
    • Aumentan los profesores que denuncian acusaciones falsas por parte de padres de alumnos. 

El servicio de atención al profesor puesto en marcha por el sindicado ANPE para atender a docentes víctimas de conflictividad y violencia en las aulas, el Defensor del Profesor, atendió en el curso pasado 3.345 llamadas de profesores.  Desde la puesta en marcha de este servicio, en noviembre de 2005, el Defensor recibe una media de diez llamadas de profesores cada día, 25.657 llamadas en total.

El Defensor del Profesor es un termómetro del clima que se vive en las aulas de todo el país. En el curso 2006-2007, primer año de valoración de su puesta en funcionamiento, el servicio recibió 1.789 llamadas, una cifra muy inferior a las actuales. Los profesores que con mayor frecuencia utilizan este servicio son los de Educación Primaria, el 40% de las  llamadas recibidas, el 39% corresponden a docentes de Secundaria, el  7% a Infantil y el 6% a Ciclos Formativos.

El principal motivo de estas solicitudes de atención en las relaciones con los alumnos las representan el acoso y amenazas de padres (28%), faltas de respeto (el 27%), o los problemas para dar clase (el 25%). Le siguen las falsas acusaciones de padres o alumnos (un 22%), la categoría que más ha aumentado, dos puntos en relación al año pasado. Además, un 19% remite denuncias de padres, un  16% denuncia situaciones de acoso y amenazas de alumnos, un 14%, pone al descubierto conductas agresivas de alumnos hacia sus compañeros,  un 7%, asegura haber sido agredido por sus propios alumnos y un 1%, por algún padre.

Uno de los datos más llamativos del informe es el número de docentes que afirman haberse planteado “tirar la toalla”.El  10% de los profesores que recurren a este servicio admiten haberse planteado abandonar la profesión debido a la situación que viven en sus centros escolares, una cifra que se ha duplicado en los últimos cinco años. Si atendemos a la comparativa de las cifras, entre los motivos de llamada en el primer curso de habilitación de este servicio (2006-2007), el principal era, de forma abrumadora, los problemas para dar clase (un 58%), seguido de acoso de padres (19%), y de alumnos (13%), las agresiones de alumnos a profesores (9-10%) y las denuncias de padres (9%).

Desde el sindicato apuntan a la falta de inversión en Educación y a la necesidad mayor “sensibilización de la Administración” hacia los profesionales de la enseñanza como dos de las necesidades más urgentes. “Los problemas de convivencia están ligados, entre otros, a la poca consideración social que se tiene a los docentes y que se ha visto agravada, según manifiestan los propios profesores, por las declaraciones desafortunadas llevadas a cabo desde la Administración, donde se cuestionaba ante la sociedad su formación y preparación, por la impunidad que perciben los agresores ante el incumplimiento parcial o total de la normativa establecida o ante la imposibilidad de actuar administrativamente contra ellos y por la actitud que, ante padres conflictivos, mantienen en ocasiones algunos equipos directivos y/o algunos responsables de la administración, al dejar desamparado al profesor”, lamentan en el informe. Consideración de autoridad

Desde ANPE reconocen que cada vez con más frecuencia, “aunque con más lentitud de la deseada”, desde la administración y las instancias judiciales se empieza a considerar seriamente que cualquier agresión física que se lleve a cabo hacia un profesor sea considerado delito de atentado contra la autoridad.

Las agresiones a profesores son juzgadas en la mayoría de los casos teniendo en cuenta la Ley de Autoridad, con multas que pueden llegar hasta los 6.000 euros e incluso penas de cárcel si se trata de delito reincidente, en el caso de padres agresores.  Este curso, un progenitor fue condenado a un año de cárcel, indemnización de 900 euros y 150 euros de multa por agresión a un profesor. En otro caso, se le condenó a dos años y cuatro meses de cárcel e indemnización de 1800 euros.

Galicia fue la comunidad  pionera en la consideración del profesor como autoridad pública. La normativa fue imitada en otras regiones, como Valencia, La Rioja, Aragón, Castilla la Mancha, Asturias o Catalunya. Madrid, por ejemplo, cuenta desde abril de este año  con una legislación que protege a los docentes de comportamientos violentos cada vez más habituales en las aulas.

Lo que eran normas autonómicas se incorporaron finalmente a la Ley Educativa, aprobada en diciembre del año pasado, de forma que los 700.000 maestros y profesores de enseñanzas no universitarias cuentan ya con esta protección jurídica. Una reivindicación histórica del sindicato ANPE que, en cambio, tiene todavía camino por recorrer.  Profesores "plastilina"La conflictividad se ve reforzada por situaciones estructurales que trascienden a la competencia del profesorado y revuelven el clima en las aulas, como la masificación de alumnado, los retrasos en cubrir bajas de personal o, incluso, los recortes en becas, afirman. En muchos casos todavía, indican desde el sindicato, se sigue criminalizando al profesor."Profesores plastilina"

“La inspección educativa se olvida, con más frecuencia de la deseada, de aplicar el principio de presunción de veracidad y se acude al centro no a escuchar otra versión de los hechos, sino a recriminar, buscar defectos de forma y amenazar con la apertura del expediente al eslabón más débil : el profesor”.  Hace falta también, afirman, una mayor concienciación social. Pese a que desde la puesta en marcha del Defensor del Profesor se ha registrado un número creciente de llamadas, son todavía muchos los docentes que silencian las agresiones.

Por miedo o por pudor tratan de normalizar la situación. Son los llamados “profesores plastilina” , resignados a la violencia. Sin embargo, esas situaciones provocan un impacto cada vez mayor en el estado anímico de los docentes. Según el informe,  el 57% afirman sentir ansiedad (una cifra que ha aumentado siete puntos en relación al curso pasado), un 17% padecen depresión (un punto más) y el número de bajas laborales se sitúa dos puntos por encima (un 12% afirman haberla solicitado). Más problemas en PrimariaEspecialmente llamativo resulta también el aumento de llamadas de profesores de Primaria, una cifra que ha ido incrementándose en la serie histórica y que, actualmente, supera ya a los de Secundaria.  En ello, indican, influye la actitud de los padres, cada vez más protectores y permisivos, “intentan eliminar del entorno de su hijo a todo aquel que le impida ser el centro de atención o actuar a su libre albedrío, sin importarles recurrir, para conseguir sus objetivos, a falsear hechos, calumniar o denunciar injustamente”, señalan desde ANPE.Más problemas en Primaria

"Los progenitores no dudan en enfrentarse al profesor, denunciarle o injuriarle si con ello consiguen que su hijo saque partido de la situación aunque sea a costa de infringir las normas, de pisotear los derechos de sus propios compañeros o de difamar al profesor”, denuncian. En este nivel, los profesores dicen sentirse continuamente cuestionados ante cualquier decisión que se adopte en la organización de las clases.

Cuestiones como sustituir la bollería por fruta en los recreos pueden estallar en una situación de conflicto. Además, los padres acostumbran cada vez más a desautorizar a los profesores delante de sus alumnos. No obstante, los alumnos más conflictivos siguen siendo los de Secundaria, donde también resulta más difícil a los docentes dar clase, señalan en el informe,  sobre todo por la “inmadurez del alumno,  ser una enseñanza obligatoria y que los intereses de algunos alumnos nada tienen que ver con los contenidos que se imparten”.

Estos son los principales problemas en las aulas españolas: Dificultades para dar clase

“Uno de los grupos que tengo asignados de segundo de la ESO se me ha ido de las manos. Lo que comenzó con malas contestaciones y faltas de respeto de dos alumnos se ha convertido en algo habitual dentro del grupo: pies encima de la mesa, salidas de tono, insultos entre los alumnos en voz alta, comentarios hirientes hacia mi persona con el consiguiente alboroto y risotadas.

Pues bien, esta mañana se ha dado un paso más: uno de estos alumnos, me ha llamado “hijo de puta” y me ha lanzado una silla y su mochila. Esta reacción tuvo lugar cuando yo, ya harto de aguantar los fuertes golpes que estaba dando en la mesa con una regla a modo de tambor y después de decirle varias veces que se callara le dije que saliese de clase.  Al alumno le he puesto un parte, pero mi duda es si desde la dirección van a tomar cartas en el asunto ya que no es la primera vez que pongo en su conocimiento actuaciones vejatorias de los alumnos y no se ha aplicado ninguna sanción”.

Es la llamada de un docente de Secundaria en el teléfono del profesor. Las conductas que impiden un normal funcionamiento de las clases, el principal conflicto relacionado con los alumnos,  han experimentado un repunte, según el informe de ANPE, al pasar del 23% del motivo de llamadas, en 2013, al 25% en 2014.

Los profesores atribuyen estos conflictos a la masificación de alumnos por aula y al “incumplimiento sistemático de las normas de convivencia que en algunos centros se lleva a cabo”, como ocurre con los “decretos de convivencia” que existen en los centros y que, afirman, se incumplen de forma sistemática. El informe vincula también estos problemas de convivencia a la crisis económica ya que, explican, “la ausencia de salidas laborales está incidiendo en las características de cierto tipo de alumnado, que, sin interés alguno, se matricula en enseñanzas de ciclos formativos y proyecta su malestar, frustración y falta de expectativas hacia el profesorado”. Alumnos agresivos

Dos alumnos de un centro de Secundaria amedrentan de forma reiterada a sus compañeros, les quitan el dinero, la comida del recreo, les acorralan e intimidan. Una de las profesoras habla con uno de ellos, que está en su tutoría, “y viene lo peor”, afirma, “cuando intento informar a los padres me encuentro con que la madre sin ni siquiera hablar conmigo y me ha puesto una denuncia ante la policía por acoso hacia su hijo”.

El 14% de las llamadas recibidas en el teléfono de atención al profesor guardan relación con este tipo de conductas en los centros, que desde el curso anterior han aumentado en dos puntos. Una situación especialmente preocupante en los niveles de infantil y primaria, apuntan. “Son pequeños dictadores egocéntricos y amorales que, por considerarse centro del universo, pretenden que todo gire a su alrededor: padres, compañeros, profesores. Cualquiera que se oponga a sus deseos sufre las consecuencias de su agresividad”, señalan desde la asociación.  Menores, dicen, que cuentan con la permisividad de los padres, que llegan a justificar su conducta. Faltas de respeto

“No puedo dar clase. Los alumnos se dan cuenta de la situación en la que me encuentro y hacen comentarios en mi presencia: “si a ti no te hace caso ni el director”, dicen, así que al final al sentirme tan desautorizada y por miedo a posibles represalias término por no hacer partes. Ir a clase se ha convertido en un suplicio para mí, me temo que estoy cayendo en una depresión”.

Es otro de los testimonios, anónimos, recogidos en el servicio de Defensor del Profesor. Los insultos y falta de respeto al profesorado representan el 27% de las llamadas recibidas en el curso 2013-2014 en este servicio. Son alumnos que “echan un pulso” a sus profesores y les provocan buscando la aprobación de sus compañeros.

“Contestan de forma desafiante, se mofan del profesor, intentan rebajar su autoestima llamándole delante de la clase por el mote que le han adjudicado...”, señalan desde ANPE, “llegan a hacer apuestas sobre el tiempo que tardan en hacer mella en el estado de ánimo del profesor o profesora hasta conseguir que salga llorando de clase o que debido al estrés al que se le está sometiendo pida la baja laboral”.

Las nuevas tecnologías también han influido. Ahora, los alumnos acostumbran a grabar con sus teléfonos móviles todas estas situaciones. Agresiones de alumnos a profesores

“La agresión se llevó a cabo después de que, alertado por una alumna, acudiese a poner fin al hostigamiento que estaba sufriendo un chico: insultos, impacto reiterado y violento de una pelota en su cuerpo. Al acercarme para decirle que ya estaba bien, que le dejase en paz, el alumno reacciona de forma violenta: me llama gilipollas y me lanza con toda la fuerza con que es capaz el balón a la cara. El golpe me produjo una contusión de nariz y baja laboral”.

Las llamadas por agresiones de alumnos a profesores han aumentado un 1% en relación al curso pasado. Son el motivo del 7% de las comunicaciones recibidas en este servicio. Si bien se reconocen avances, sobre todo a raíz de la protección jurídica, los docentes identifican una causa fundamental. La “sensación de impunidad” que entre el alumnado provoca la creencia de que mientras el alumno sea menor de edad, está protegido legalmente por el Código Penal.

En las llamadas, los profesores llegan a referir “agresiones corporales,  empujarle en aulas o pasillos, tirarle por las escaleras, darle bofetadas,  propinarle patadas, tirarle al suelo y golpearle, escupirle, arrojarle objetos en la calle, abrir la puerta del coche a la salida con intención de sacarle del mismo, rodearle en la calle con un grupo de amigos para intimidarle llegando al contacto físico, agarrarle por el cuello, lanzarle todo tipo de objetos (tizas, papeles, mesas, sillas...) en clase, perseguirle con intención de pegarle....”Acoso y amenazas de alumnos

Son la causa del 16% de las denuncias de profesores ante la ANPE. Anónimos con amenazas recibidos en su domicilio o, por el contrario, amenazas bien visibles pintadas en las paredes del centro, falsas acusaciones que coren por Internet, llamadas a horas intempestivas para insultar... incluso lanzar objetos contra el profesor que va andando por la calle.

Son casos reales referidos en este servicio de atención. Las amenazas pasan en muchos casos desapercibidas porque el docente no llega a denunciar, pero provocan una situación sostenida en el tiempo que puede llegar a la misma gravedad de una agresión física.  De nuevo aquí, la causa fundamental que se identifica es la sensación de impunidad que existe entre el alumnado. Difusión de grabaciones y bulos por Internet

Es una modalidad que sube un punto con respecto al año anterior y que representa un 7% de llamadas.  Padres y alumnos se escudan en el presunto anonimato que creen les proporciona la Red para verter calumnias, amenazas y vejaciones, señalan en el informe. Alguien suelta en su blog una calumnia y aldía siguiente toda la comunidad educativa pone en cuestión al profesor o alumno calumniado.

Aquí el verdadero problema estriba en que poco o nada puede hacer el que sufre esta situación para que el rumor no se difunda, ni para defenderse ni para acabar con ella por dos razones: primero, porque pasará un tiempo considerable hasta que conozca,  por otra porque, en la mayoría de los casos, aunque se sospecha, se desconoce de forma fehaciente quién la lleva a cabo”, señalan desde ANPE.Agresiones de padres

Aunque suponen uno de los porcentajes más bajos de las llamadas al servicio de defensa del profesor, un 1%, su gravedad las hace especialmente relevantes. Las distintas leyes de autoridad aprobadas en los últimos años han logrado que la cifra se rebaje, debido sobre todo a un efecto disuasorio.Lo que ahora se considera delito y puede suponer pena de cárcel, era antes apenas una falta que conllevaba una multa de 100 euros.

“Fue en un supermercado. El padre de una alumna empezó amenazándome, y después me empujó de forma reiterada, me zarandeó y me pegó en la cara. Las personas que estaban cerca tuvieron que intervenir para calmarle. Según él, yo humillaba a su hija en clase”, cuenta un profesor de Secundaria, que se mantiene en el anonimato, que reconoce tener miedo a denunciar “por temor a nuevas agresiones”.

La alumna había mostrado un comportamiento conflictivo en clase y el docente había requerido a sus padres a diversas reuniones en el centro para tratar el caso. Nunca acudieron. Acoso y amenazas de padres

Un 28% de los docentes que recurren al servicio de Defensor del Profesor lo hacen después de ser amenazados por padres de alumnos. La cifra está en aumento, y supone un 1% más que en el curso anterior. Llama especialmente la atención que la mayor parte de esas situaciones-al menos, las más denunciadas-se dan en los cursos inferiores, educación infantil y primaria. “Hay padres que llegan a vigilar al profesor a la hora del patio, a las salidas del centro”, cuentan desde este sindicato, “les preguntan todos los días a sus hijos si el profesor le ha reñido, incluso los revisan para buscar pruebas físicas que puedan incriminarle en un delito”. Denuncias y falsas acusaciones

Son las dos causas de llamadas al servicio de Defensor del Profesor que más suben en relación al año pasado, dos puntos cada una. La primera, supone el 19% de las solicitudes de ayuda, y las segundas, el 22%.  En el curso 2009-2010 representaban un 18%. “En no pocas ocasiones, cuando el docente se enfrenta a estas situaciones, es él el que tiene que aportar las pruebas que demuestren la falsedad de unos hechos exagerados o nunca producidos, algo realmente complicado ya que supuestamente se llevaron a cabo sin testigos o en la clase ante niños de muy corta edad”, lamentan desde ANPE.

Los procesos judiciales, afirman, suelen dilatarse en el tiempo y aunque resulten finalmente favorables para el docente, el descrédito es difícil de superar.

María (nombre ficticio) lleva 17 años ejerciendo como profesora de infantil. Desde hace tiempo, se enfrenta a una situación que le ha hecho replantear su vida dedicada a la docencia.

“He tenido que sufrir de una madre calumnias de todo tipo: castigo a los niños en recreo y no les dejo comer el bocadillo, les tiro del pelo, en los recreos, nunca estoy con ellos en el patio y permito que se peleen, no atiendo a los alumnos en mis clases ya que las paso o hablando por el móvil o metida en el ordenador y así suma y sigue.

De algunas de estas acusaciones no es fácil demostrar su falsedad, pero otras muchas se pueden desmontar fácilmente ya que tengo compañeros y madres como testigos. Pero la última y la más grave es la que ha hecho ante la policía. Dice que a su hija la he arañado. No hago más que llorar. Toda esta situación me desborda y me tiene muy preocupada ya que nunca me he visto en una situación semejante en los años que llevo ejerciendo como profesora”.

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