El día que se fueron Camba y Cunqueiro

  • Hay días que están marcados. Es el caso del 29 de febrero, que sólo se da cada cuatro años. O, entre nosotros, el martes y 13, día al parecer fatídico que los anglosajones trasladan al viernes 13. Pero nadie habla del 28 de febrero... y se las trae.

Por Caius Apicius

Madrid, 27 feb.- Hay días que están marcados. Es el caso del 29 de febrero, que sólo se da cada cuatro años. O, entre nosotros, el martes y 13, día al parecer fatídico que los anglosajones trasladan al viernes 13. Pero nadie habla del 28 de febrero... y se las trae.

A mí me estremece. El 28 de febrero de 1962 murió en Madrid, a los 79 años, Julio Camba. El 28 de febrero de 1981 falleció en Vigo, a los 69, Álvaro Cunqueiro. Sin duda alguna, dos de los mejores escritores que ha dado Galicia: el primero, en lengua castellana; el segundo, manejando con igual magia y soltura el gallego y el castellano.

Los dos, maestros inigualados de la literatura gastronómica.

Ambos se fueron en torno al Carnaval. Sus vidas tuvieron poco que ver: Camba recorrió medio mundo, en su actividad como periodista, que es lo que siempre quiso ser: no le gustaba que le llamasen "escritor", le parecía una pedantería. Envió crónicas desde muchos países, crónicas siempre aguzadas, irónicas, llenas de esa mezcla de humores galaicos y madrileños que suelen funcionar tan bien.

Cunqueiro apenas salió de Galicia. No le hizo falta. Vivió donde quiso. En el Bizancio del Imperio Romano de Oriente. En el Camelot de Arturo y Merlín. En el Sacro Imperio medieval. De todo eso, y de más lugares, nos contó cosas. No viajó físicamente demasiado, pero con la mente y a través de la erudición fue capaz de crearse un mundo mágico... y vivir en él.

Camba ironiza sobre lo que ve. Cunqueiro fabula sobre lo que pudo ser. Dos formas de ser gallego, ambas válidas. Y, como buenos gallegos, amantes de la buena mesa.

También aquí Camba resultó más internacional. Cunqueiro, que nos cuenta muy bien sus mundos y que describe platos y festines de otras épocas, de otros lugares, fue un devoto de la cocina gallega; Camba apenas se refiere a ella, si dejamos aparte su deliciosa disertación sobre las sardinas.

Ambos dejaron una obra amplia, recomendable en su totalidad. Pero para los amantes de la gran literatura gastronómica hay dos títulos imprescindibles, dos joyas, tan distintas como lo eran ambos autores: "La Casa de Lúculo o el Arte de Comer", de Camba, y "La Cocina Cristiana de Occidente", de Cunqueiro.

Una auténtica filosofía del gusto, la primera; un texto mágico, la segunda. Nada que ver... salvo el placer que causa su lectura, que a veces se combina con un súbito deseo de ponernos a comer.

Ironía y magia. Se añaden capacidad de observación, en un caso, y erudición, en otro. Se echan unas cuantas gotas de algo que no abunda, que es la maestría a la hora de trasladar las ideas al papel. Y tendremos a dos maestros. Dos cumbres. Y, en literatura gastronómica, dos referencias, dos ejemplos bien distintos.

Y ya ven lo que son las cosas de la vida: se fueron el mismo día, con casi veinte años de diferencia, y cuando ambos estaban a punto de cumplir edades redondas. Pero se cruzó el 28 de febrero, que visto lo visto viene siendo como esos indeterminados días de abril de 1616 en los que se fueron Cervantes y Shakespeare. Esas sí que son fechas que dan miedo, y no un inocente martes y 13.

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