Impotencia de comerciantes y turistas ante la avalancha de migrantes en isla griega

  • Los cafés cercanos al mar en la isla griega de Kos deberían estar llenos de turistas en esta época, pero muchos se han convertido en refugio de los miles de migrantes, que huyen, en su mayoría de la guerra en Siria.

Los dueños de esos establecimientos intentan ofrecer una hospitalidad básica: aseos, agua corriente, electricidad y comida, compensando como pueden la incapacidad de las autoridades griegas ante la crisis migratoria.

El problema es que muchos turistas evitan ahora el borde del mar y prefieren almorzar en la ciudad, para no asistir a esa llegada continua de refugiados que, en su mayoría, huyeron de la guerra en Siria.

Eva Kitrina, propietaria del restaurante Olympia, asegura que hace lo que puede para adaptarse a esa nueva clientela.

Durante unos días vendió bocadillos, té y café "baratos", explica esa mujer de pelo rubio platino, que tiene la doble nacionalidad griega y danesa.

El Olympia está al lado del estadio transformado en oficina de registro, donde unos policías utilizaron la semana pasada sus porras y unos extintores para tratar de evitar una estampida entre casi 2.000 migrantes, que empezaban a perder paciencia tras horas de espera a pleno sol, sin agua ni comida.

Pero en el restaurante, la situación empieza a complicarse porque "apenas hay un retrete, (los migrantes) son miles" y sólo hay tres trabajadores, lamenta Kitrina. "¿Cómo podemos ayudarlos a todos a la vez?", se pregunta.

Ahora ha dejado de vender bocadillos e intenta que regresen los turistas con una comida más típica. Pero cuando un joven iraquí entra al restaurante para utilizar el váter, todavía lo deja pasar. "No es su culpa si hay guerra y no es nuestra culpa si nuestra isla es tan pequeña".

A escasos metros de ahí, el Yacht Café funciona al ralentí. El propietario, Theodore Tzagas, dice que sus ingresos del mes de agosto se redujeron entre el 70 y el 75% respecto al año pasado.

"Es realmente triste lo que les pasa, me dan lástima. Me gustaría hacer más, hago lo que puedo, pero tengo que pagar los sueldos y los impuestos", dice.

Cuando se le pregunta si las autoridades locales lo ayudaron, señala las tiendas de campaña que bordean la playa, al otro lado de la carretera, y dice: "son ellos los que necesitan ayuda".

Tzagas opina que el gobierno griego debería hacer algo para facilitar la estancia de los migrantes. "Si estuvieran mejor alojados, sería mejor para nosotros", asegura, "porque los turistas podrían volver a disfrutar de la playa".

Pero el gobierno, las autoridades de Kos y la Unión Europea se culpan mutuamente de la mala situación de los refugiados.

Los turistas también intentan ayudar un poco. Un grupo de jóvenes alemanas distribuyen agua y comida en el campamento de migrantes, mientras que una pareja estadounidense va a proponer su ayuda en un hotel abandonado donde encontraron refugio varios grupos de refugiados, en pésimas condiciones de vida.

Helene Broncano, que vino desde Copenhague con su marido, asegura que su agencia de viaje había autorizado a cada turista a llevarse 20 kilos de equipaje adicional si se trataba de ropa para los migrantes.

"Recordaremos esas vacaciones", afirma, "ahora miraré a los refugiados de otra forma".

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