La Unión Europea se lía con las cookies y la toma contra ellas

  • Son usadas a diario en millones y millones de ordenadores de todo el mundo y forman una parte importante, aunque muy desconocida, de la experiencia de navegar por la web
Wicho/Microsiervos

Inventadas en 1994 por Lou Montulli mientras trabajaba para Netscape Communications, las cookies (literalmente, galletas) son unos archivos con datos que algunas páginas web almacenan en los ordenadores de quienes las visitan.

La idea es utilizar esta información para poder guardar cosas como el nombre de usuario y su clave para que se inicie la sesión automáticamente, un identificador que permite saber cuál es su cesta de la compra en los sitios que se dedican al comercio electrónico, o la lista de canales de televisión que se ven en su casa y de los que le interesa estar informado, por ejemplo.

De hecho, a Montulli se le ocurrió la idea mientras desarrollaba una solución para un cliente que quería ofrecer un carro de compra a través de Internet, aunque su primer uso en plan de prueba más que nada fue para detectar si un visitante a la web de Netscape era primerizo o si ya había estado en esa web más veces.

Al principio las cookies se utilizaban sin que los usuarios supieran tan siquiera de su existencia, y no fue hasta que esta empezó a hacer conocida por el público en general y que se empezaran a oír quejas en lo que respecta a la privacidad que los navegadores empezaron a incluir formas de gestionarlas.

Así, en cualquiera de los navegadores modernos es posible desactivarlas por completo, aceptarlas según en qué condiciones, pedir que pregunte antes de aceptarlas, o alguna combinación de estas opciones, aunque por defecto, según se instalan los navegadores, vienen configurados para aceptar las de los sitios que se visitan.

En general, no ha habido grandes problemas de privacidad con el asunto de las cookies y da la impresión de que son más una amenaza percibida que una amenaza real, aunque sí es cierto que, especialmente en el caso de la publicidad, a veces pasan cosas que rozan un poco el límite de lo que podría parecer ético.

Se trata del asunto de las cookies de terceros, que consiste en que cuando un usuario visita un sitio web este sitio no sólo pone sus cookies en el ordenador sino que también lo hace con las de terceros. Así, puede pasar, por ejemplo, que este usuario busque hoteles en una ciudad determinada en una web de reservas de hoteles, y que momentos o días después, visitando otras web que no tiene nada que ver, le salga publicidad de hoteles en esa ciudad en concreto.

De todos modos, no hay que olvidar que mediante el uso de cookies nadie podrá averiguar datos personales de un usuario, y que si no damos nuestro número de tarjeta de crédito el hecho de aceptar cookies en el ordenador nunca va a revelarlo, igual que no revelará nuestro nombre ni datos personales; del mismo modo, por la naturaleza técnica de las cookies estas nunca podrán ser utilizadas para robar información almacenada en el ordenador.

Sin embargo, la Unión Europea ha estado echándole un vistazo a todo este tema de la publicidad en línea y las cookies y recientemente ha emitido un dictamen llamado Opinion 2/2010 on online behavioural advertising [PDF 202 KB] en el que dice que de cara a la legislación vigente en cuanto a protección de datos no es suficiente la fórmula actual en la que son los usuarios los que pueden optar por salirse del sistema desactivando las cookies en sus navegadores.

Dice que no se puede considerar como consentimiento previo el que los usuarios no desactiven las cookies porque en opinión de quienes han redactado el informe la inmensa mayoría de estos no saben lo que son las cookies ni lo que implica usarlas o no, por lo que abogan por un sistema en el que sean los usuarios los que tengan que dar permiso activamente, de tal forma que en cada web que se visita que quiera usar una o mas cookies salga algún tipo de mensaje de aviso.

Pero el problema es que el dictamen en cuestión mete bajo el paraguas del término cookie no sólo las cookies de las que estamos hablando sino otro tipo de sistemas de identificación de usuarios usados por la industria publicitaria y que, en efecto, son más agresivos y no se pueden gestionar mediante las opciones de los navegadores.

Esto ha provocado las protestas de múltiples asociaciones que agrupan a empresas que utilizan y venden publicidad en Internet, y parece que no les falta algo de razón, ya que el no hacer distinciones en el dictamen supone un poco matar moscas a cañonazos, intentando poner coto a un problema o unas prácticas poco recomendables poniendo freno a otras que en principio no tienen mayor problema.

En mi opinión, quizá lo que habría que hacer sería incluir en el marco regulador de la publicidad por Internet unos límites a lo que se puede hacer y no, con las correspondientes sanciones, pero siempre distinguiendo cosas y tratando cada una de forma adecuada.

Personalmente, nunca me ha preocupado demasiado el asunto de las cookies"de toda la vida" y con tener activada la opción de no aceptar más que las de los sitios que visito, me parece suficiente.

Me parece muchísimo más reprobable, por ejemplo, el asunto de la publicidad que se abre en ventanas emergentes sin el consentimiento del usuario, algo que debería estar más que prohibido, aunque ahí los programadores han estado listos y desde hace tiempo disponemos de navegadores capaces de bloquearlas.

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