Su vida y aventuras han tomado cuerpo en el imaginario colectivo hasta componer un retrato cuyos perfiles han ensayado una y otra vez escritores, actores y directores de teatro y de cine.
Sin embargo, sólo hubo un Casanova. Sólo fue uno el redactor de frases tan contundentes como “nuestro desconocimiento se convierte en nuestro único refugio” o “el hombre es libre, pero deja de serlo si no cree en su libertad”. Sólo uno es el amigo de Voltaire, de Rousseau y de Mozart. Sólo uno el jugador, el bibliotecario, el mago, el filósofo, el gamberro, el impostor, el duelista, el poeta, el matemático, el traductor de Horacio, el aventurero, el espía, el veraz, el compañero de viaje del papa Clemente XIII, de Luis XV, madame de Pompadour o Catalina la Grande.
Quizá debiéramos preguntarnos ciertas cosas. ¿Qué sostiene el interés por este notable y culto personaje del fructífero siglo XVIII europeo en nuestro globalizado siglo XXI? Sin duda el sexo (nadie imagina a Casanova sin él), aunque identificarlo solamente con un seductor insaciable, un amante lujurioso o un desenfrenado libertino sería tan inexacto como confuso.
Puede que lo que hoy hace más atractivo a Casanova sea que vemos en él un prototipo del pícaro moderno que va de ciudad en ciudad, que cambia de uno a otro escenario cosechando interesantes experiencias vitales y coqueteando con distintas profesiones, relaciones, creencias y formas de entender la vida y la sexualidad.
Sin embargo, también quería enamorarse. Fue un sensualista que experimentó toda la gama de emociones que el amor trae consigo, que jugó cuanto pudo, se divirtió mucho y también sufrió a causa de su atracción por las mujeres.
Concluyó que el amor es la más radical manifestación de la curiosidad, y tuvo el valor de reconocer que, una vez satisfecha la curiosidad, el amor se desvanece. Y aún en nuestros días de Internet, de álter ego en la televisión, de literatura light, manuales de autoayuda y psicología de la simplicidad, muchos así lo entienden. Casanova insiste en seguir vivo.
Lasse Hallstrom dirigió en 2005 la película interpretada por el actor australiano. Pese a que la crítica la consideró un tanto edulcorada, pues gira en torno a una mujer que se resiste a los embates del seductor, la interpretación de Legder no tiene desperdicio.
El film trajo a las pantallas una nueva reflexión sobre la vida del personaje. Un veterano Peter O'Toole personifica a un envejecido Casanova en otra adaptación de la novela de Sándor Márai, 'Casanova en Bolzano'.
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