Bielorrusia, ¿la última dictadura de Europa?

  • Polonia ha puesto a Bielorrusia en el país vecino y ha llamado a la acción a la Unión Europea contra el gobierno autoritario de su país vecino. Bielorrusia se ha alineado con ejecutivos como el cubano o el venezolano.
Lukashenko asume la presidencia de Bielorrusa en medio del aislamiento internacional
Lukashenko asume la presidencia de Bielorrusa en medio del aislamiento internacional
Jan Cienski, Varsovia (Polonia) | GlobalPost

Una sala de reuniones ubicada en un sótano estaba abarrotada de activistas de la oposición bielorrusa. Estaban escuchando atentamente las historias de gente que había sido golpeada y encarcelada tras la represión del presidente Alexander Lukashenko después de las elecciones presidenciales del pasado 19 de diciembre.

¿El truco? La reunión no se estaba celebrando en Minsk, la capital de Bielorrusia, sino en Varsovia (Polonia), en los edificios del Parlamento polaco, un síntoma de la importancia que Polonia está concediendo a la lucha por la democracia que se está desarrollando en su vecino del este.

"Polonia ha sido una gigantesca ayuda para nosotros", comenta Alexander Milinkievich, un candidato presidencial a las elecciones de 2006 y uno de los pocos líderes de la oposición que sigue ejerciendo en Bielorrusia de una forma más o menos abierta.

Varsovia también está ha organizado una conferencia de donantes que este miércoles unió a dirigentes de Estados Unidos y de la Unión Europea para discutir medios de financiar a la oposición bielorrusa. El encuentro se celebró justo después de una cumbre en Bruselas que pretendía ampliar las sanciones contra los miembros clave del régimen de Minsk prohibiéndoles viajar a la Unión Europea y a Estados Unidos y posiblemente congelar sus cuentas extranjeras –otra área donde Polonia está presionando duramente para que se adopte una posición firme.

"Tenemos que transmitir el mensaje de que el tipo de comportamiento que está teniendo Bielorrusia es sencillamente inaceptable en el centro de Europa en pleno siglo XXI", explica un diplomático de los países del oeste destinado a Varsovia, que añade que la experiencia de la revolución en Túnez y los disturbios en Egipto es crítica para que Occidente deje muy clara su posición sobre los derechos humanos a Lukashenko, considerado por muchos como el último dictador de Europa.

Después de que cerraran las urnas el 19 de diciembre, los manifestantes se reunieron en Minsk. Las fuerzas de seguridad respondieron arrestando a miembros de la oposición (incluyendo a siete candidatos a la presidente), registrando las oficinas de los activistas y a los periodistas y cerrando la oficina de Minsk de Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). En los últimos días, Bielorrusia ha liberado a algunos de los líderes de la oposición encarcelados en diciembre, lo que parece demostrar que la condena extranjera a Lukashenko podría estar surtiendo algún efecto.

Polonia siempre ha intentado llevar la delantera para tratar de socavar a Lukashenko. El Gobierno ha invertido cerca de 14 millones de dólares en un año para promocionar iniciativas como una radio independiente y la red de televisión satélite Belsat Television, que emite programas tanto de entretenimiento como noticias de Bielorrusia desde su estudio ubicado en Varsovia.

Es difícil calcular la audiencia exacta porque el canal es transmitido por antenas parabólicas que no son siempre legales pero Alaksei Dzikaviski, director de una agencia de noticias, insiste en que Belsat se ha convertido en una fuente vital de noticias no sometidas a ningún filtro para el país de 10 millones. Inmediatamente después de la represión de Lukashenko la policía hizo una redada en las oficinas del canal de Minsk.

Polonia mantiene desde hace tiempo una estrecha vigilancia sobre los acontecimientos que se van sucediendo en Bielorrusia. Varsovia se ha esforzado por apoyar la independencia de la ex república soviética y para evitar que termine cayendo completamente bajo el control de Moscú, como parte de una estrategia a largo plazo que pretende alejar de sus fronteras la influencia de Rusia tanto como sea posible.

Hay unos 500.000 polacos viviendo en el oeste de Bielorrusia, un recordatorio del tiempo que se vivió antes de la II Guerra Mundial cuando la mitad de Bielorrusia pertenecía a Polonia. Polonia y Bielorrusia también formaron un único estado en los primeros tiempos de la historia moderna, junto con Ucrania y Lituania y las memorias de ese periodo continúan existiendo en Bielorrusia. La historia continúa siendo importante actualmente, con Vilnius, la capital de Lituania, actuando como un pequeño refugio para los activistas de la oposición bielorrusa.

Algunos de los líderes de la oposición bielorrusa, incluyendo a Milinkievich y a Stanislav Shushkevich, que llevó a independizarse a Bielorrusia tras el colapso de la Unión Soviética, hablan polaco con fluidez.

En el periodo previo a las elecciones, Radoslaw Sikorski, el ministro de Relaciones Exteriores de Polonia, viajó a Minsk, junto con su homólogo alemán para hablarle de los beneficios que tendría para Bielorrusia el hecho de que Lukashenko realizase una votación libre y el precio que pagaría si no lo hiciera.

Las relaciones diplomáticas funcionan en ambos sentidos. En las dos horas durante las cuales miles de manifestantes se echaron a las calles de Minsk tras las elecciones en las que salió reelegido Lukashenko, que obtuvo casi el 80% de los votos, muchos de los manifestantes eran conscientes de cómo Polonia rompió con la dictadura comunista en 1980 con el Sindicato Solidaridad.

"Los polacos lo hicieron y nosotros también podemos hacerlo", afirmó Alina, una estudiante rubia ondeando una bandera roja y blanca por la independencia de Bielorrusia mientras caminaba hacia la sede del Gobierno de Minsk.

Justo antes de que cientos de policías antidisturbios disolvieran la protesta del 19 de diciembre, por los altavoces colocados alrededor de la enorme estatua de Lenin ubicada en la plaza principal de Minsk sonaba la canción "Paredes", escrita originalmente por el cantante catalán Lluis Llach, y que se convirtió en el himno nacional de la oposición de Polonia tras la declaración de la ley marcial por los comunistas en 1981.


"Podemos conseguir que los muros caigan también aquí", proclamaba el cantante.

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