'Devuélvanme mi dinero', recuerdos en primera persona del 'corralito' argentino

  • El sábado 1 de diciembre de 2001 cuando los argentinos se despertaron, su dinero ya no servía para nada: el Gobierno de Fernando de la Rúa anunció que a partir del lunes siguiente habría restricciones para sacar dinero de los bancos. Y los argentinos tuvieron que rehacer sus vidas sin que nadie les hubiera preguntado si querían hacerlo.
ARGENTINA (418,5 EUROS)
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Guillermo Allendes, 31 años, informático. Vive en España:

'Me sobran recuerdos de tensión de los días del corralito'

Me encontraba trabajando en un negocio familiar, una librería escolar. Mis padres estaban de vacaciones por lo que en esos días me hacía cargo de las cuentas y los pagos a proveedores. Recuerdo que estaba todo parado. No se compraba ni se vendía nada.

No se sabía qué iba a pasar. Previamente ya venía sacando los dólares de una cuenta que teníamos, pero recuerdo que no llegué a sacarlos todos, y ese monto que nos quedó dentro, me lo devolvieron en pesos. Lo recuerdo exactamente: 1,7 pesos por cada dólar cuando si los ibas a comprar te costaban 3 pesos.

También recuerdo que el cajero automático me retuvo la tarjeta de crédito, y se me ocurrió ir a pedirla. Nunca vi tal desmadre en un banco: la gente histérica gritándole a los cajeros todo tipo de improperios, obviamente el banco atiborrado de gente.... Me sentí muy tonto yendo por ese problema mínimo, así que di media vuelta y me fui. Tenía otros medios para obtener la dichosa tarjeta.

Yo era chico y no tenía conciencia de la importancia de la situación... Pero la verdad es que me sobran recuerdos sobre la tensión de los días del 'corralito': grupos de vecinos organizados con lo que podían (armas inclusive) para defender sus propiedades de otros 'vecinos'.

Aún veo al dueño de un supermercado chino llorando de verdad desconsoladamente mientras sus vecinos no paraban de entrar y salir llevándose todo, el dueño de otro súper en el techo de su negocio armado a modo disuasorio...

Angélica Ester Basualdo, 62 años, jefa de la central telefónica en una sucursal del Banco de la Nación Argentina. Vive en Argentina.

'Los empleados del banco salíamos por una puerta distinta cada día para evitar las piedras y los palos'

Justo era mi cumpleaños. Fue el peor día de mi vida y mi peor cumpleaños. A la gente le habían arrancado sus ahorros. Fue un momento feo, muy feo.

Yo me enteré cuando oí gritos de la gente en la sucursal: 'quiero mi dinero'. En el banco tuvimos que cerrar las puertas para que la gente no se metiera por debajo de las ventanillas. Antes de trabajar nos reuníamos los empleados del banco y nos citábamos todos juntos para entrar y salir por una puerta distinta cada día. Así despistábamos a los que se amotinaban en la puerta para agredirnos.

Mis compañeros me decían que estaba justificado que no entrasemos a trabajar. Que no hacía falta y que podíamos irnos a casa. Pero yo soy muy caprichosa y si había ido a trabajar también iba a entrar a mi puesto. Eso sí, corriendo y con los nervios de punta. Afuera nos bombardeaban con piedras. Con palos destrozaban los cajeros y los cristales. Nos amenazaban.

Recuerdo sentir mucha angustia por cada una de esas personas que venían a reclamarnos. Me sentía que los defraudaba. Pero como empleados nosotros no teníamos la culpa. Ni ellos porque estaban desesperados. Nadie la tenía. Y lo más que podíamos decirles es que tuvieran confianza y que todo se iba a solucionar. No había más respuesta.

En las calles la tensión se palpaba. Me acuerdo especialmente de la represión en la Plaza de Mayo, los caballos cortando la calle, la gente gritando. No podíamos cruzarla para entrar al banco.

Laura Pintos, 37 años, periodista. Vive en España:

'Los recuerdos parecen ahora una película de ciencia ficción'

El 3 de diciembre de 2001 a muchos argentinos nos cambió la vida. Ese día un decreto del Gobierno congeló el sistema bancario y nos encerró a traición en un 'corralito' de desesperación y problemas. Ahora los recuerdos se parecen más a una película de ciencia ficción que a algo real y posible en nuestro mundo liberal y capitalista.

Pero sucedió, yo lo viví. De repente, los ciudadanos no éramos dueños de nuestro dinero ni sabíamos cómo ni cuándo íbamos a recuperar el control. Tampoco sabíamos de qué manera podríamos hacer frente a nuestras obligaciones y deudas. La mayor parte de los argentinos las teníamos en dólares.

Las vacaciones -tan próximas en aquel preludio del verano argentino- se caían a pedazos, igual que otros planes, que nuestra confianza en el sistema y que nuestra creencia -tan burguesa- de que había algunas cosas 'intocables'.

Siempre recordaré la frase de mi compañero ese lunes por la mañana, cuando llegué a la redacción del diario Metro, que por aquel entonces encabezaba. 'Pintos, ¿sacaste ya tu sueldo del banco?¿No? Entonces olvídate, parece que no nos dejan tocar nuestra guita. A ver qué carajo hacemos ahora'.

La angustia rápidamente se apoderó de nosotros, de nuestros amigos y familiares y de las calles. Estábamos todos pendientes de la información que nos iba dando el Gobierno -con cuentagotas- sobre la nueva operativa bancaria, los límites de extracción y los procedimientos permitidos. También buscando formas de entenderlo, explicarlo a los lectores y actuar nosotros mismos -en calidad de afectados- para intentar recuperar algo. Lo que nos dejaran. Cuanto antes. Todo podía volver a cambiar en cualquier momento.

Me vienen imágenes a la memoria en las que no hay sonido, aunque no había rincón de Buenos Aires hace una década en el que no se oyeran gritos, cánticos enfebrecidos y entrechocar de cacerolas.

Y me veo a mí misma recorriendo sucursales con una libreta llena de números en la mano. Me había abierto varias cuentas para repartir mi pequeño capital 2013nómina y unos pocos dólares ahorrados- y poder apurar el límite semanal que nos permitían extraer, primero en la misma moneda y luego cambiado a pesos y por tanto devaluado.

Aquellos hechos, seguidos de un levantamiento popular que pronto se quedó en nada, me empujaron a armar un nuevo proyecto de vida 'al otro lado'. Había cerrado mi periódico, en Buenos Aires sólo veía decepción y despidos.

La inseguridad jurídica que se vivía en Argentina sumada a la otra -la física- me causaba un hondo malestar y una sensación de desprotección que no había conocido antes. Y que espero 2013cruzo los dedos- no volver a experimentar.

Miguel González, 50 años, gerente del histórico Café Tortoni. Vive en Argentina :'Yo ya lo viví en los 90. Reaccioné con cautela'

Ya hubo otra especie de 'corralito' diez años antes en el 90, cuando cambiaron los depósitos a plazo fijo por bonos del Estado.

A mí me tocó vivir aquel momento de tensión, así que estaba un poco acostumbrado cuando llegó la crisis en 2001. Entonces pasó lo mismo que en el 'corralito": ofrecieron los boden, que eran igualmente bonos del Estado a 10 años y que todavía yo estoy recibiendo.

Por eso, por haber vivido ya algo parecido yo me lo tomé con cautela. No con calma sino como digamos : 'Bueno, a ver lo que va a pasar'. Tampoco era la muerte. A veces el dinero no lo es todo. Pero a mucha gente sí le afectó gravemente, porque muchos vivían durante el mes de los intereses que le generaban las cuentas.

De la tensión de las calles recuerdo sobre todo cuando cayó el Gobierno. Hubo represión, muertos. Mucha tensión. Fue un momento muy difícil para la Argentina.

De todas formas, en aquel momento las reacciones dependieron muchísimo del temperamento de cada uno. A mí me agarró muy fuerte el corralito, pero fui más cauteloso. En cambio hubo gente que hasta se suicidó por atraparle todos los fondos que tenían de ahorro y pensando que nunca no se los iban a devolver. Los demás contrajeron sus gastos al mínimo.

Al café no le afectó tanto. Ese día se vivió tranquilo. Pero como coincidió más o menos con la caida de las torres gemelas en EEUU y en esta casa parte de la clientela es extranjera, eso sí se notó mucho más que el 'corralito'. El turismo descendió muchísimo.

A pesar de que han pasado diez años, el 'corralito' todavía está muy vivo en la gente. Ese momento continúa en las conciencias como una alarma. Un miedo que salta en todo aquello que genera cierta incertidumbre económica. Últimamente, con la restricción a la compra de dólares se llegó a rumorear hasta que podía llegar a haber otro 'corralito'.

Leonel Hernán Patané, 37 años, informático. Vive en España:

'Me acababa de quedar sin trabajo y con la indemnización en el banco'

Yo vivía en el Gran Buenos Aires, a las afueras de la capital. No fuimos al centro a participar en los cacerolazos, pero durante dos meses desde que estalló el 'corralito' estuvimos saliendo casi a diario a la puerta de nuestra casa. Y como nosotros, todos nuestros vecinos.

Nos poníamos allí mis padres, mi hermana y yo y dábamos golpes a las cacerolas. No pasaba absolutamente nadie de las autoridades locales. Era el consuelo del tonto, una forma de soltar nuestra furia.

Recién me había quedado sin trabajo y tenía toda la indemnización en el banco: 12.000 pesos, o sea 12.000 dólares de aquel entonces (unos 9.000 euros de ahora). Fui varias veces a la sucursal de mi banco con una orden judicial en la mano para que me devolvieran mi dinero, pero me decían que no podían porque debían dárselo primero a los jubilados.

Todo el mundo estaba desesperado. No podías tener dinero en tu casa por miedo a que lo robasen los ladrones. Lo tenías en el banco. Y al final nos acabaron robando los ladrones de traje y corbata. Pero soy un afortunado, porque tres años después recuperé todo el dinero, aunque fuera sin intereses por los años pasados. Sin embargo, mi hermana tardó siete años en ver sus ahorros y mis padres ocho.

Vine a España hace sólo dos años. Quería salir del país desde el 'corralito', pero no tenía dinero para el viaje. Luego conseguí un buen empleo y me acomodé. Pero allí te pueden asesinar por robarte un par de zapatillas de deporte. Me vine por la falta de seguridad y por amor.

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