El incómodo vecino de Sarah Palin

Más de un millón de dólares, 60 minutos de televisión en prime time y casi ninguna novedad. El episodio piloto del reality Alaska de Sarah Palin decepcionó, ofreciendo pocas revelaciones sobre la ex candidata a vicepresidenta. El espacio únicamente mostró su particular estilo de vida, a medio camino entre la serie Mujeres Desesperadas y un episodio de El Hombre y la Tierra, de Félix Rodríguez de la Fuente. Para lo único que sirvió el show fue para confirmar que incluso la superheroína conservadora de la política estadounidense no es infalible: tiene un punto débil, las alturas, y un inesperado enemigo, su vecino, el periodista Joe McGinniss.

Desde el primer segundo de su debut en la televisión por cable, Palin no dejó de quejarse de la incómoda presencia del veterano reportero, que desde el pasado verano vive en la casa contigua a la de la ex gobernadora de Alaska en busca de inspiración, y jugosos detalles, para escribir un libro sobre la actual musa del Tea Party. "La llegada del nuevo vecino nos ha obligado a cambiar nuestro comportamiento", reconoció la Mamá Oso, que no dudó en utilizar las cámaras para acusar a McGinniss de invadir su intimidad. Por momentos, pareció olvidarse de que ella misma se estaba exponiendo en un reality show ante los varios millones de estadounidenses que anoche se colaron en su hogar.

Visiblemente enfadada, Palin relató como su marido Todd, el silencioso, se vio obligado a construir una muro de casi cuatro metros de altura para permanecer aislados de la mirada furtiva de su vecino. La más que probable aspirante conservadora a las elecciones presidenciales afirmó sin pudor que "es lo mismo que necesitamos para asegurar nuestra frontera". ¿Sería esta su primera decisión en el caso de que llegase a la Casa Blanca? Es posible. La líder del partido del té no dejó dudas de sus intenciones asegurando que "está preparada" para el reto electoral, además de buscar la complicidad de su esposo al asegurar que tanto ella como su familia son "capaces de asumir esa responsabilidad". Mientras, el bueno de Todd asentía. En silencio, claro.

A Palin no le faltó razón en lo que a vallas se refiere, al menos en su casa. Andy, el novio de su hija adolescente Willow, se encargó de demostrarlo. Hizo oídos sordos a las órdenes de la matriarca y evidenció que una simple barrera para bebés no es suficiente para frenar el amor adolescente. A Sarah se le puso un nudo en la garganta al enterarse de que, contra su voluntad, se había colado en la habitación de su pequeña, de sólo 15 años. Por su cabeza seguro que pasaron los problemas personales y electorales que le causó el embarazo no deseado de su otra hija, Bristol, durante la campaña de 2008.

Pero la pizpireta Palin no se limitó a mostrar su casa y su papel como madre de cinco retoños. El nuevo icono de la derecha estadounidense aprovecho que vive en el parque de atracciones natural más grande del mundo, Alaska, para mostrar de que pasta está hecha. Hizo rafting, pescó con osos, vivó una tormenta a bordo de una avioneta y se deslizó por las escarpadas pareces de un glacial. Eso sí, con una perfecta manicura. "Hacía mucho tiempo que no encontraba retos así", confesó la política estadounidense, que se mantiene en un envidiable estado de forma a sus 46 años. Y, por lo que parece, aún habrá más de Palin y su versión glamurosa de En Tierras Salvajes. El episodio de la próxima semana promete nuevas emociones y más fuertes. Palin se atreverá con la sierra mecánica en mano, un rifle de caza e incluso a pilotar un ala delta. ¿Habrá algo que frene a Mamá Oso en su camino a la Casa Blanca?