El pueblo que vio crecer a Mandela es todavía un buen resumen de Sudáfrica

  • Tierras de pastoreo, carreteras polvorientas, cabañas y la única fuente de Mvezo sigue sin funcionar. La vida de los vecinos es más o menos igual a la que vivía Nelson Mandela. A diferencia de Johannesburgo o Ciudad del Cabo, allí se sigue caminando varias horas cada día para recoger agua y el color de la piel sigue siendo una diferencia a la hora de estudiar.

El camino de uno de los hombres más extraordinarios del siglo XX comenzó en las suaves colinas y valles de Eastern Cape, en Sudáfrica, las tierras de pastoreo del pueblo xhosa que se extienden hacia el interior desde la costa del océano Índico.

Al borde de una carretera polvorienta y bacheada en una de las regiones más pobres del país, allí está el pequeño pueblo de Mvezo, donde ovejas y cabras pastan alrededor de las tradicionales cabañas redondas y las mujeres cocinan al aire libre.

En una de esas cabañas nació el hijo número 13 del jefe del pueblo, fruto de su tercera mujer, un niño que creció para convertirse en el azote del apartheid, que trascendió la brutal opresión del régimen racista con dignidad y firmeza, y que con su actitud logró transformar Sudáfrica y servir de ejemplo al mundo entero.

Ese es el pueblo natal de Nelson Mandela.

La historia de todo el país se puede entender en el pueblo de Mandela. Allí comienza la historia de la nueva Sudáfrica y allí también se pueden los grandes desafíos pendientes del país, que lucha por alcanzar un futuro vibrante y equitativo inspirado en su ciudadano más famoso.

El pueblo de Mvezo no es muy diferente a cuando Mandela nació allí en 1918, con sus suaves laderas cubiertas de hierba, casi sin árboles, salpicadas de chabolas y 'kraals' (unos corrales hechos de palos y piedras). Ahora tiene electricidad y hay una pequeña tienda, pero la única fuente del pueblo suele estar rota.

En este pueblo y en el vecino Qunu, en donde Mandela pasó la infancia, se condensan los orígenes del principal líder sudafricano y también se pueden ver algunos de los mayores desafíos a los que se enfrenta actualmente el país: la necesidad de un mejor gobierno, mejor educación y más modernización. Todo ello es esencial en la construcción de la sociedad libre, democrática y no racista soñada por Mandela, que a sus 92 años está cada vez más débil de salud.

Cuando Mandela aún era un bebé su padre perdió su puesto como jefe del pueblo por un enfrentamiento con el juez local, así que la familia dejó Mvezo y se trasladó al vecino Qunu. En esta parte de Eastern Cape, al igual que en muchas otras zonas rurales, la tradición y los líderes tribales todavía son figuras con poder, pese a las décadas de colonialismo y apartheid.

Mandela recuerda con agrado su infancia en Qunu, jugando en los campos alrededor del pueblo, jugando con palos con los otros niños y deslizándose por paredes de roca. También hacía de pastor, cuidando de las ovejas y terneros. Cuando salió de la cárcel, Mandela regresó a Qunu y se construyó allí una casa con vistas a las montañas.

Aquí quiere que le entierren, en un sencillo cementerio donde descansan los restos de sus padres, hijos e hija.

Al morir su padre cuando tenía 9 años, Mandela fue enviado a vivir con el regente de la tribu thembu, en el cercano Mqhekezweni, quien lo mandó a estudiar a un internado y después a la universidad.

En aquellos tiempos era extraño que un niño negro acudiese a la escuela. Hoy en día, aunque la tasa de escolarización es del 87 por ciento en todo el país, según la Unesco, la calidad de la educación en Eastern Cape figura entre las peores de Sudáfrica, y son pocos los jóvenes que tienen el dinero, la motivación y el nivel de instrucción básico para alcanzar la universidad.

Aunque sigue siendo un pueblo rural, Qunu ha aprovechado para desarrollarse en torno al Museo Nelson Mandela y ha mejorado sus infraestructuras, incluidas algunas calles asfaltadas. El pueblo está además al borde de la autovía principal y cerca de la ciudad de Mthatha, una capital regional atestada, con un tráfico caótico, restaurantes de comida rápida y un amplio campus universitario.

Pero en el pueblo natal de Mandela, Mvezo, poco ha cambiado. Las mujeres cocinan en ollas de metal sobre hogueras en el suelo, del mismo modo que hacía la madre de Mandela. Las colinas de Eastern Cape están más habitadas que durante la infancia del líder, pero Mvezo sigue siendo un pequeño punto remoto cerca del serpenteante río Mbashe.

Cerca del 40 por ciento de los sudafricanos viven en zonas rurales similares, y es allí donde se concentra la pobreza más severa. Aproximadamente el 70 por ciento de la población rural negra vive por debajo del umbral de pobreza, según el Human Sciences Research Council de Sudáfrica. Pese a las grandes expectativas sobre la transformación del país tras el fin del apartheid, la vida cotidiana no ha mejorado para muchas personas, y cada vez hay más frustración a lo largo del país debido a la alta tasa de desempleo, la falta de servicios básicos y la creciente brecha entre ricos y pobres.

Sudáfrica es de lejos la economía más rica del continente africano, pero su puntuación general en el Índice de Desarrollo Humano de 2010 la sitúa por debajo de Botsuana, Namibia y Gabón. Se suele decir que se trata a la vez de un país del primer mundo y del tercer mundo, codo con codo. Si se visitan ciudades como Johannesburgo o Ciudad del Cabo se puede ver el lado moderno y cosmopolita de Sudáfrica; pero al girar la esquina están las villas-miseria y los barrios de chabolas en la sombra.

En las zonas rurales sigue estando la pobreza endémica y la falta de desarrollo que desde la época colonial ha obligado a los jóvenes a buscar nuevas oportunidades en las urbes. Aunque la distancia entre el pueblo de Mvezo y la ciudad de Mthatha es de tan sólo 70 kilómetros, hay todo un mundo de infraestructuras y estilo de vida que los separa. Un estudiante universitario de un suburbio de Mthatha que trabaja como traductor, utiliza Facebook y el teléfono móvil para preguntar a sus amigos las direcciones para llegar a un sitio. Mientras tanto, los vecinos de Mvezo viven más o menos igual que hace décadas, teniendo que caminar varias horas al día para recoger agua del río Mbashe.

Mvezo no es tan sólo el lugar en donde nació Nelson Mandela. Allí también se puede ver la realidad de Sudáfrica.

Erin Conway-Smith, Mvezo (Sudáfrica) | GlobalPost
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