Empieza la carrera para encontrar los misiles perdidos en Libia

  • Tras el final del conflicto libio, el Gobierno de EEUU ya ha invertido más de 40 millones de dólares en encontrar los peligrosos y eficaces misiles SAM desperdigados por toda Libia. Las organizaciones humanitarias temen sin embargo, que sea demasiado tarde y el armamento haya caido ya en las manos equivocadas.
La ONU pide que Libia evite la proliferación de las armas y destruya los arsenales químicos
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James Foley, Sirte (Libia) | GlobalPost

En una hondonada en la arena, detrás de una duna y rodeado por un puñado de tristes arbustos, estaba lo que mantenía en vilo a todo el planeta.

Bajo un sol de justicia, a las afueras de una de las ciudades más golpeadas por la guerra en Libia, se encontraron la semana pasada cajas repletas de misiles superficie-aire de los que pueden derribar un avión.

No parecían pertenecer a nadie. Nadie los vigilaba, y nadie prestó atención cuando Peter Bouckaert, director de Emergencias de Human Rights Watch, comenzó a abrirlas.

Ya se había topado con multitud de cajas de madera verdes desperdigadas por las dunas de Libia, algunas llenas de bombas, de cohetes y obuses, y otras vacías desde hacía tiempo. Pero eran estos misiles de superficie-aire, conocidos como SAM, los que buscaban tanto los gobiernos internacionales como las organizaciones humanitarias, temerosos de que acabasen en los lugares equivocados y en manos equivocadas.

Aún así, se cree que muchas de estas armas ya han logrado salir de Libia. Según las autoridades israelíes, en Gaza está entrando munición libia desde hace meses.

El Departamento de Estado de EEUU considera prioritario encontrar y desmantelar estos peligrosos misiles, para lo que se han destinado 40 millones de dólares. Pero Bouckaert cree que EEUU quizás se haya sumado a la caza demasiado tarde.

La semana pasada, tres contratistas del Departamento de Estado de EEUU se reunieron con Bouckaert en Misrata para recopilar información sobre los arsenales en los alrededores de Sirte. "Hubiese sido estupendo que vinierais antes", les dijo el representante de Human Rights Watch.

"Sí, bueno, es cosa del gobierno", contestó uno de los contratistas, que quiere permanecer en el anonimato.

Le preguntaron a Bouckaert si la brigada de Misrata que le había conducido hacia el depósito de misiles respondía al Ministerio de Defensa.

"La autoridad del ministerio no va más allá de su hotel", respondió Bouckaert.

"El Departamento de Estado de EEUU ha actuado con un montón de sinceridad", afirma Bouckaert. "Pero siempre han llegado un día tarde para controlar estas armas. Estaban en Bengasi cuando las armas estaban en Trípoli, y en Trípoli cuando tenían que haber estado en Sirte. Ahora les va a costar muchísimo más seguirle la pista a estas armas".

Y en Libia hay misiles por todas partes. Según algunos cálculos, antes de que comenzase la revolución había en el país unos 20.000 misiles superficie-aire.

Dos días después de la caída de Sirte y de la muerte de Muamar Gadafi, las fuerzas rebeldes de Misrata estaban abandonando sus posiciones entre las ruinas de la que había sido una de las ciudades más ricas de Libia. Sirte se ha quedado reducida a una ciudad fantasma, sin agua, electricidad o habitantes.

Miembros de la brigada del mártir Sdada aparcaron sus características camionetas armadas negras delante de los contenedores metálicos en los que durmieron durante más de un mes. Recogieron colchones, teteras, generadores e incluso un depósito de agua y lo metieron todo en un camión lleno de basura junto a un alijo de munición de los antiguos lealistas. En el montón iban también unos cuantos SAM.

Apilaron los verdes misiles SA-24 de metro y medio de longitud en la parte trasera del camión, como si fuesen un montón de palos de golf inútiles.

"La cantidad de armas en Libia es 10 veces mayor que durante la posguerra de Irak",  explica Bouckaert mientras toma fotos y anota los números de identificación de los misiles, para tratar de determinar de dónde salieron.

Misiles como esos pueden derribar a un avión que vuele a 3.000 metros de altura, valiéndose para ello de su cabeza guiada por calor. Un SA-7 disparado desde un lanzamisiles portátil golpeó un Airbus operado por DHL en Bagdad en 2003, obligando a realizar un aterrizaje forzoso tras fallar el sistema hidráulico de la nave.

Bouckaert dice que esta legión de misiles superficie-aire descontrolados es una de sus principales preocupaciones desde que su equipo llegó a Libia al inicio de la revolución, en febrero.  "En Trípoli, en agosto, encontramos almacenes con minas terrestres, minas antitanque y también montones de misiles superficie-tierra", apunta. "Lo que desaparece primero son los misiles SAM y las armas portátiles".

Aunque la capacidad que tienen estos misiles para derribar un avión es un motivo serio de alarma para EEUU y para otros gobiernos, Nicholas Marsh, un investigador del Peach Research Institute en Oslo, tiene dudas sobre la existencia de esa amenaza.

"Los misiles superficie-tierra existen desde hace décadas, y muy rara vez se han usado para atacar a un avión civil". "La operación, mantenimiento y lanzamiento exitoso de un misil requiere habilidad y un equipo que no está al alcance de los grupos que quizás quieran derribar un avión civil", afirma.

También duda de que los misiles encontrados en Libia todavía puedan funcionar. "No estoy convencido sobre las condiciones de uso de los SA-7 encontrados en Libia", admite. "Mi impresión es que el régimen de Gadafi simplemente dejó enormes cantidades de material almacenado y acumulando polvo durante décadas".

Los misiles que encontró Bouckaert, sin embargo, todavía estaban envueltos en plástico y tenían sus pilas al lado. En el arsenal de Sirte contó 389 cajas de misiles SAM. En otro, en Hoshu Milhey, se encontraron más de 10.000 toneladas de bombas y misiles.

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