En el mercado de Damasco, los sirios saborean la unidad por unas horas

  • En el mercado central de Damasco se respira un aire de unidad pese a la guerra, con uvas de territorio rebelde, sandías de zonas en poder de Al Qaida o patatas de una región bajo control del régimen.

"La barriga no tiene opiniones políticas", bromea Fares, de 32 años, al frente de una tienda de patatas de Zabadani, donde la guerra hace estragos entre el ejército y los rebeldes, a 45 km al noroeste de Damasco.

Las cajas de patatas de esta región, famosas en todo el país, se apilan delante de su tienda gracias al alto el fuego precario acordado la víspera, algo bastante inusual.

"Hoy el conductor llegó sin problemas", comenta contento.

El mercado, creado bajo mandato francés (1920-1946), se encuentra en el este de Damasco y linda con Jobar, una zona en guerra permanente.

En menos de un km2 se concentran más de 300 comercios. Los camioneros intentan maniobrar en sus callejuelas, en medio de los gritos de los palanquines y el ruido de las bocinas.

Hasta el mediodía, más de 400 toneladas cambian de manos para ser distribuidas en Damasco y el resto del país.

"Tardé 17 horas para transportar las 15 toneladas de pimientos rojos y verdes en mi camión frigorífico desde Deir Hafer, en la zona rural de Alepo (norte), pasando por Raqa y Palmira", todas ellas regiones controladas por el EI, cuenta Abu Abdo, de 30 años.

"Llegué a Dmeir (nordeste de Damasco) controlada por el ejército y desde allí al mercado. Pasaré la noche y después transportaré tomates a Al Bab", también en la provincia de Alepo, bajo mando del EI.

A Abu Abdo no le preocupa el grupo ultrarradical y asegura que no paga sobornos. Otros camioneros, por el contrario, reconocen que no podrían circular sin el pago de pequeñas cantidades a las milicias.

En el mercado, llamado Suk al Hal, las uvas y los tomates proceden de la provincia de Deraa (sur), casi toda en manos de los rebeldes, y las sandías de Jabal al Sheij, en el extremo del Golán ocupado por Israel y bajo control del Frente Al Nosra, el brazo local de Al Qaida.

Los calabacines son de Idleb, provincia conquistada recientemente por la rebelión, y los cítricos de zona "alauita", feudo del régimen. Las patatas vienen de Hama, en poder del ejército, y las cebollas de Hasake, territorio bajo control kurdo.

"Este mercado central reúne a todas las provincias de Siria", resume Abu Mohamad.

"Sería un desastre inmenso si cerrara, si no se pudiera descargar más comida", añade, sentado delante de la báscula en la que sus empleados colocan sacos de berenjenas, de pimientos verdes y tomates.

"Trabajo en esto desde hace 30 años. Nunca he cerrado mi tienda, ni siquiera en el peor momento del conflicto. Recibo mercancía de toda Siria, porque la gente tiene que comer", explica Mohamad, de barba canosa.

El mercado es el único lugar con matrículas de distintas provincias.

Maher viene de Hasake, bajo control kurdo, en el nordeste. Trae cebollas.

"Claro que los 800 km son peligrosos. Sobreviví a un bombardeo del régimen, el EI quiso degollarme, los rebeldes se apropiaron de mercancía", enumera delante de su camión. "Tengo diez hijos y cada transporte me aporta 100.000 libras (300 dólares). ¿Tiene otra solución?", pregunta.

"En cualquier caso, aquí uno tiene la sensación de que Siria no ha estallado, la gente de cada región se reúne y se hablan sin animosidad", afirma.

"Los que vienen a Damasco no son más que una pequeña parte de los agricultores, ya que la mayoría carece de medios para entregar la mercancía", matiza Eriko Hibi, representante de la FAO en Siria.

El mercado se encuentra cerca de una línea del frente, sobre la que en los últimos días cayeron decenas de obuses que causaron una quincena de muertos y decenas de heridos. Un drama que no impide el trajín diario de camiones.

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