En Turquía los políticos hacen campaña con el bigote

  • Un bigote recortado en forma de almendra o un bigote tupido. Es un detalle que puede dar o quitar muchos votos para un político turco. Aunque el bigote no es tan popular como antes, sigue siendo un adorno popular entre la clase trabajadora, que representa la mayoría de los votos. Las elecciones del próximo 12 de junio se juegan en la barbería.
Un bigote recortado en forma de almendra o un bigote tupido.
Un bigote recortado en forma de almendra o un bigote tupido.
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Nichole Sobecki, Estambul (Turquía) | GlobalPost

Recostado sobre una silla granate de barbero con el cuero oscuro ajado por los años, Onur Karadogan ojea un polvoriento catálogo de estilos de bigote.  "Un islamista pediría este", dice, señalando un ejemplo de bigote delicadamente recortado en forma de almendra. Karadogan junta dos dedos para enseñar los dos milímetros de espacio que, según el Corán, debe de haber entre el límite del labio superior y el comienzo la mata de pelo.

"Estos son más de izquierdistas", dice cuando llega a una gastada página cubierta de imágenes de hombres con pelo oscuro y mostachos espesos tipo morsa, al estilo Marx.

En sus 16 años como barbero, Karadogan se ha convertido en todo un experto en dar forma a estas declaraciones "peludas". Los hombres en Turquía no hablan abiertamente de su afiliación política, sino que prefieren dejarla patente en su labio superior.

Con unas elecciones generales el 12 de junio, los partidos políticos turcos ya han puesto en marcha toda su maquinaria política. El primer ministro Recep Tayyip Erdogan, que concurre para revalidar su tercer mandato, parece que podría lograr una cómoda mayoría. Si gana, se convertirá en el primer ministro turco con ocupa más tiempo el cargo desde que en 1950 comenzaron a celebrarse elecciones legítimas (no manipuladas abiertamente por el partido en el Gobierno).

En esta ocasión, sin embargo, el principal líder de la oposición, Kemal Kilicdaroglu, tiene un arma secreta que lleva pegada justo en el centro de su redonda cara.

"Los políticos turcos siguen una regla simple: a las mujeres y sus maridos con bigote les gustan los líderes con bigote", ha escrito Soner Cagaptay, investigador del Washington Institute for Near East Policy, en la revista Monocle.

Antiguo funcionario, Kilicdaroglu alcanzó el liderazgo del principal partido de la oposición laico, el Partido Republicano del Pueblo (CHP), la primavera pasada, en medio de un escándalo relacionado con cintas de vídeo sexuales que acabó con la caída del (afeitado) presidente del partido, Deniz Baykal.

Aunque el bigote no es ahora tan popular como lo fue en décadas pasadas, cuando apenas se veían rostros afeitados en las calles de Turquía, sí sigue siendo un adorno popular entre la clase trabajadora, que representa la mayoría de los votos.

El pelo facial no siempre ha sido oportuno políticamente en Turquía. De hecho, el país tiene una historia tumultuosa con el bigote. Mustafá Kemal Ataturk se afeitó su icónico mostacho cuando luchaba por establecer la república, y el ejército sigue siendo la única institución turca en la que los bigotes no son bien vistos.

Tras el golpe de estado en 1980 los generales turcos prohibieron a los profesores universitarios tener barba, un símbolo entre los intelectuales de izquierdas. A finales de la década de 1990 las tensiones resurgieron cuando estudiantes religiosamente conservadores se enfrentaron a las fuerzas de seguridad al prohibirse de pleno las barbas en las universidades por ser consideradas demasiado islámicas.

"Cuando impones reglas a los cuerpos de la gente, te intentan desafiar", sostiene Mustafá Gurbuz, profesor de Sociología en la Universidad de Connecticut (EEUU). "La forma en la que uno viste, en la que uno se afeita, se politiza". "Al cabo del tiempo, la sociedad aprende a interpretar estas formas. Es un tipo de código político que todo el mundo puede leer", explica.

Los intelectuales hacen ostentación de la perilla, mientras que los miembros de la comunidad religiosa Gulen generalmente suelen llevar la cara afeitada. ¿Y los ultranacionalistas? Suelen llevar el bigote poblado y con los bordes alargados, cayendo por las comisuras de los labios, simbolizando la media luna que aparece en la bandera turca.

El primer ministro Erdogan (que lleva un bigotillo en forma de almendra) es un hombre espabilado, con un carisma que le ha dado parte de la popularidad que le llevó a liderar un resurgimiento de la política de giro islámico en la principal democracia laica del mundo musulmán.

Nacido en el seno de una familia pobre en la orilla del Mar Negro, el primer ministro jugó al fútbol de manera profesional y trabajó para la empresa municipal de transportes de Estambul. Pero eso fue antes de que le dijeran que se afeitase el bigote. Se negó, por motivos religiosos. Fue el fin de una carrera y el comienzo de otra: la política.

Quizás lo más importante en Erdogan es el modo en que representa un cambio respecto a las tradiciones del sistema político turco. Kilicdaroglu está siguiendo su estela, intentando reinventar su debilitado partido para que pueda competir con el popular Erdogan.

Kurdo aleví de familia humilde y nacido en el este del país, Kilicdaroglu (de bigote poblado a la manera de los izquierdistas) intenta ganarle terreno al partido gobernante, el AKP, echándole en cara casos de corrupción. Acusa al partido de Erdogan de haber perdido contacto con la gente corriente, y se ha comprometido a devolver al partido sus raíces de centro izquierda, dando prioridad a las políticas sociales, al desempleo y la pobreza, sin mencionar jamás el laicismo.

El comportamiento tranquilo de Kilicdaroglu le ha valido el sobrenombre de "el Gandhi turco" en la prensa. Pero su ambición dista de ser mansa: en menos de un año como líder de su partido ha intentado cambiar su imagen de anti revolucionario al de una alternativa moderna de progreso a Erdogan.

"¿Cómo puede un partido que tiene espíritu revolucionario estar a favor del status quo?", se preguntaba en una reunión del partido. "Nosotros estamos a favor de los cambios".

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