¿Estás a favor de la pena de muerte?

  • En Taiwán, la mayoría sí. Pero los errores de los tribunales y de la policía han sacado a debate la pena capital en muchos países de Asia Oriental. Uno de los casos más graves fue el 'Hisichih Three' de Taiwán, en el que tres jóvenes fueron declarados inocentes unas horas después de su ejecución.
Jonathan Adams, Taipei (Taiwán) | Global Post

Japón les cuelga. China les dispara una bala en la cabeza. Taiwán les hace tumbarse boca abajo en una manta y después los dispara en la espalda o en el cráneo.

Asia ha tenido pocos miramientos sobre la pena capital. En 2009 condenó a muerte a más personas que en todo el resto del mundo junto, según los datos de Amnistía Internacional. China la que aglutinó “la gran mayoría” de las ejecuciones.

Pero recientemente se han puesto en marcha movimientos para abolir la pena de muerte. Taiwán y Corea del Sur han puesto moratorias con carácter no oficial a las ejecuciones, por lo menos desde que ejecutó a cuatro convictos en junio del año pasado después de una protesta de familiares de las víctimas del crimen. Japón también ha reducido las ejecuciones.

La mayoría de países asiáticos apoya la pena de muerte, como sucede en Estados Unidos. Sin embargo algunos casos de gran calado han llevado a la gente a reflexionar. En 2010 pasado en Japón, el ADN demostró la inocencia de un hombre que había estado encarcelado 17 años por asesinato. Además, hay dudas de la culpabilidad del preso con más años de servicio de todo el país en el corredor de la muerte.

En Taiwán, el caso 'Hsichih Three' es citado por grupos pro derechos humanos como un ejemplo alarmante de cómo la policía y los tribunales pueden equivocarse.

En noviembre de 2010, unas horas después de la ejecución, los tres hombres fueron declarados inocentes del espeluznante doble asesinato de una pareja en 1991. La única evidencia contra ellos fueron las confesiones de las que luego se retractaron y que, según ellos, las obtuvieron tras ser torturados.

“El caso de Hsichih Three ha elevado la conciencia pública de la debilidad del sistema judicial criminal y se ha empezado a abordar la pena de muerte como una cuestión que debe someterse a debate público”, según un informe de la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH).

Desde abril a noviembre de 2010, GlobalPost siguió el nuevo juicio de Hsichih Three acudiendo a las sesiones del juicio y entrevistando a las figuras clave del caso. Su historia en un terrible drama. Pone de relieve cómo en Asia está tomando forma el debate mundial de si el estado debería tener el poder de decidir sobre una vida.

Y demuestra por qué se considera que Taiwán, por todos sus problemas, está a la vanguardia de los derechos humanos en Asia–y un ejemplo para su gigantesco vecino enfrente del Estrecho de Taiwán. Mientras Taiwán se mueve de manera irregular hacia la abolición de la pena de muerte, China ejecuta a miles de personas por año bajo un velo de silencio.

Lo que sucedió en esa habitación fue funesto.

La noche de la muerte, el 24 de marzo de 1991, Wu Ming-han y Yeh Ying-lan estaban en la cama. En su pequeño apartamento de un suburbio obrero de Taipei. En otra habitación sus hijos, de 7 y 8 años, dormían.

Alrededor de las cuatro de la mañana, uno o más intrusos irrumpieron en la habitación del matrimonio. La pareja se despertó. Empezó una lucha cruenta.

Una reconstrucción de la escena del crimen catalogó los resultados en detalle, sin emociones, como una hoja de cálculo del horror. Wu fue apuñalado 42 veces, Yeh 37. Sus heridas incluyeron 12 cortes en la cara, 18 en el occipital izquierdo, heridas en el pecho izquierdo, el omóplato derecho, la mano derecha, las muñecas y ambos brazos. Su meñique izquierdo se rompió y le cortaron su anillo de bodas.

Las fotos de alta resolución que tomó la policía de la escena del crimen muestran los dos cuerpos tendidos en el suelo como muñecas de trapo, como un paquete de ropa hecho un guiñapo y gore. La sangre corría por los aparadores, colchas y paredes.

La policía arrestó a Wang Wen-hsiao, un vecino de la pareja de 22 años de edad, un infante de marina con adicción a las drogas, de padres divorciados y con deudas de juego de al menos 1.500 dólares. Confesó el crimen, explicando que se había tratado de un robo que salió terriblemente mal. El tribunal militar le juzgó y lo ejecutó.

Debido a la fuerte presión de la opinión pública, la política local también arrestó a un hermano de Wang y a tres adolescentes identificados por él, bajo la creencia de que una sola persona no podía haber cometido el doble y brutal crimen. Los cuatro confesaron su participación en el crimen y Wang los identificó como cómplices. Todos ellos se retractaron después, alegando que habían sido torturados por la policía.

En la escena del crimen únicamente se encontraron las huellas dactilares de Wang, además de otras dos huellas de sangre (una se cree que era de un policía) y el arma del crimen –un cuchillo de carnicero. Hasta el día de hoy, ni una sola prueba física evidencia la presencia de los tres en la escena del crimen.

Al hermano de Wang se le sentenció con una pena leve a cambio de testificar contra los otros y fue liberado. Al trío Hsichih se le declaró culpable y los tres fueron enviados al corredor de la muerte. Lograron salvar sus vidas cuando el ministro de justicia –el actual presidente de Taiwán- se negó a firmar las órdenes de ejecución alegando irregularidades en el caso.

En 2003, un tribunal revocó las condenas y los liberó. Los fiscales apelaron y los tres fueron declarados nuevamente culpables en 2007. Sin embargo, se solicitó otro nuevo juicio. Y así quedaron las cosas en abril de 2010.

(Mañana publicaremos en lainformacion.com la segunda parte del debate sobre la pena de muerte en Asia)

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