Exvotos de Roma

  • Las muestras de devoción y cariño por la Virgen adquieren en Roma un significado especial gracias a los exvotos, las ofrendas anónimas que los fieles suelen dedicarle en reconocimiento por algún milagro que le atribuyen.

Joaquín Torán

Roma, 27 ago.- Las muestras de devoción y cariño por la Virgen adquieren en Roma un significado especial gracias a los exvotos, las ofrendas anónimas que los fieles suelen dedicarle en reconocimiento por algún milagro que le atribuyen.

Las Vírgenes, o "Madonne", proliferan a millares en hornacinas por toda la ciudad, como vestigio de una larga tradición cristiana y de fidelidad.

A ellas se suelen encomendar los romanos, de nacimiento o adopción, en busca de su beneficio, de su favor.

Muchas, como las de las calles del Viale de Trastevere, o del Largo Preneste, son testigos de la gratitud de sus fieles, que las adornan con objetos personales, con placas que expresan su agradecimiento.

Placas de toda clase y condición, que, en el más antiguo de los casos datan de mediados del siglo pasado, y que, "Por Gracia Recibida", la fórmula de cortesía reverencial, agradecen a la Virgen su intercesión y también su milagro.

Porque una de las principales características de los exvotos (del latín "votum", promesa) es la de simbolizar no el milagro sino el momento que le precede, el del evento realizado.

Así, las Vírgenes son honradas por haber logrado dar un trabajo anhelado, por el nacimiento de algún niño ("Gracias por el nacimiento de Ivo"; "Gracias por Julia", por ejemplo, se lee en Trastevere), por recuperarse de alguna enfermedad; por haber encontrado el amor.

Mensajes en mármol, en latón, en cerámica, lacónicos, expresivos, curiosos ("Por ser como eres"), anónimos, firmados, en forma de corazón, coloridos, monocromos, solitarios, en italiano, en francés, en rumano, en español.

Mensajes emocionados: "Querido hijo, en el pasar por esta vida te acompañaré si de corazón me dirás: Ave María"; "En agradecimiento del don más bello"; "Me has hecho conocer el amor, me has concedido la Gracia".

Epitafios solemnes que hacen de esos pequeños santuarios, minúsculos cementerios populares: "Vivo permanecerás en la memoria de tu mujer e hijos", se lee en una historiada placa, con forma de libro abierto, rodeada de fotografías, del recuerdo de fallecidos, de rosarios.

Ofrecer un exvoto quiere decir asumir una obligación hacia un santo u otra divinidad por una intervención milagrosa, y agradecerle así el beneficio obtenido de ella.

"Si por Gracia Recibida" obtengo lo que pido, voy a agradecerlo con un pequeño gesto, mínimo, que expresa la intimidad, la interioridad de esa persona. El don es dejado a la sensibilidad del hombre", explica a Efe el padre Amedeo Eraso, párroco de la iglesia de San Agustín.

A la Virgen del Parto, en la iglesia de San Agustín, se dirigen las mujeres para quedarse encinta.

La "Madonna" parece ser generosa con sus devotas, a juzgar por los delantales de bebés, los juguetes, o las fotos enmarcadas que la rodean, que la escoltan.

La de la Virgen del Parto data de 1823, cuando un empleado del recinto puso una lámpara de aceite tras haber sido padre de un niño inesperado.

Pero no es, ni mucho menos, la tradición más antigua: el honrar a los santos, a los dioses, por los "servicios prestados" tiene orígenes antiguos, muy anteriores al cristianismo.

Ofrendas de todo tipo fueron halladas en santuarios primitivos: desde vasijas en bronce o terracota, hasta marcas de manos, pies, en inscripciones de terracota, como muestra de curación de miembros enfermos, afectados.

Antiguas prácticas, o ritos, que todavía hoy pueden rastrearse en museos, en reproducciones de santuarios como el acondicionado en una sección de la medieval iglesia de Casamari, en la localidad de Frosinone, cerca de Roma.

El padre Eraso, cómplice y custodio de muchos de estos comportamientos, resume así milenios de devoción humana: "La fe, este sentido de la gratitud, es congénito en la humanidad".

Los exvotos son pequeñas historias de vida, testimonios de personas que buscaban trabajo, salud, amor o bienestar para ellos y su prójimo, y acabaron hallando la felicidad y la esperanza.

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