Kenia: en busca de los terroristas fantasma

  • En Tabda, los soldados kenianos echan una ojeada al paisaje sin nubes somalí en busca de milicianos islamistas, pero Al Shabab no se deja ver por ninguna parte. Los rebeldes han cambiado sus tácticas. 
Tristan McConnell, Tabda (Somalia) | GlobalPost

Tabda fue una de las primeras ciudades tomadas por el Ejército de Kenia cuando invadió Somalia a mediados de octubre pasado. Pero dista de poder ser calificada como una ciudad al uso.

Con sus viviendas construidas a base de palos y deshechos, Tabda se tuesta bajo un sol implacable y un cielo sin nubes.

No hay electricidad, ni agua corriente, ni escuela, ni hospital, y la carretera está recubierta del mismo polvo seco que se extiende hasta donde alcanza la vista.

La mayor parte de los habitantes son pastores, pero sus animales están en su mayoría muertos por la persistente sequía que desembocó en la hambruna del año pasado.

A apenas un kilómetro de esta imagen digna de la era pre-industrial está la base militar keniana.

Trincheras de sacos de arena rodean una colección de tiendas de campaña y redes de camuflaje que cubren tanques, piezas de artillería y vehículos. Los helicópteros van y vienen.

Los soldados se secan el sudor mientras echan una ojeada por encima de las ametralladoras a este paisaje implacable en busca de milicianos islamistas.

Pero Al Shabab no se deja ver por ninguna parte.

Los comandantes kenianos dicen que al principio de la invasión se enfrentaron a la luz del día a grandes grupos de combatientes de Shabab, pero que a la vista del mayor poderío de Kenia los rebeldes han cambiado sus tácticas.

"Los shabab esconden sus armas durante el día y las vuelven a sacar por la noche", dice el brigada Johnson Ondieki, comandante de las fuerzas terrestres de Kenia. "Operan en grupos pequeños de 5 o 15, y nos tienden emboscadas o artefactos explosivos improvisados".

"No son grandes enfrentamientos, sino ataques para ponernos a prueba", dice. Aún así, los ataques se producen cada pocas noches, según los soldados en Tabda, una de las cuantas aldeas y ciudades que apenas se conocían hasta que los militares de Kenia celebraron su captura.

Los soldados de Kenia llevan ya más de cuatro meses en esta ciudad fronteriza, y apenas se han movido de ella. Los kenianos tienen otra base militar a 48 kilómetros de distancia, en un lugar llamado Billis Qoqaani. También fue tomado durante la invasión inicial.

Al Shabab aún controla la ciudad de Afmadow y su bastión de Kismayo, en el Océano Índico.

Los islamistas también sienten la presión en el resto de Somalia, con las fuerzas de paz de la Unión Africana en Mogadiscio y las de Etiopía en el oeste del país.

Los políticos kenianos prometieron una rápida victoria frente a los "harapientos" de Shabab, pero los comandantes miliares sobre el terreno se muestran más cautos.

"Avanzar no es tan importante como la pacificación de las zonas liberadas", afirma el brigadier Ondieki. "El tiempo no es algo que nos importe. Nuestro objetivo no es ganar terreno, sino asegurar zonas".

El planteamiento no es tan falaz como suena. La invasión se Somalia por parte de Etiopía (y respaldada por EEUU) en 2006 fue rapidísima, y fracasó precisamente por ese motivo.

Detrás de los soldados que iban avanzando, el vacío de poder lo llenó rápidamente Al Shabab, una guerrilla islamista de resistencia recién nacida por entonces.

Kenia se mueve con más lentitud, esperando que la ayuda humanitaria y el Gobierno local respalden su invasión. Pero nada de eso está sucediendo. Las agencias humanitarias temen ser utilizadas por las operaciones militares de Kenia, y las administraciones locales están armadas hasta los dientes y divididas.

De pie al lado del militar de más alto rango keniano en Tabda está Sheikh Ahmed Madobe, comandante de la milicia Ras Kamboni, un grupo somalí aliado al Gobierno de Transición Federal en Mogadiscio y que está luchando al lado del Ejército de Kenia.

"Estamos luchando por traer la paz al pueblo de Somalia", dice Madobe, repitiendo un argumento expresado por infinidad de grupos armados durante las dos décadas de guerra civil en Somalia.

Los mandos de Ras Kamboni están atareados estableciendo una administración en Dhobley, una ciudad fronteriza y el centro principal de esta parte del sur de Somalia. Desde la invasión de Kenia, el dinero de la diáspora somalí en el Golfo ha contribuido a reabrir la escuela primaria, donde los niños aprenden árabe en unas aulas recién pintadas y se olvidan momentáneamente de la guerra.

El cercano hospital también ha sido reparado y tiene un nuevo tejado de chapa, los agujeros de bala han sido recubiertos con cemento y ha recuperado la electricidad gracias a un generador diesel.

El único médico (un cirujano de Mogadiscio que trabaja con la OMS y está formando a personal sanitario local) dice que hay señales de una mejora gradual de la situación. "Es estable, pero todavía no hay paz. Hay disparos todas las noches", afirma el doctor Omar Bile.

Los tiros no tienen nada que ver con la gente de Al Shabab, sin embargo, expulsada hace meses de Dhobley.

Ras Kamboni no es la única milicia que quiere controlar el lugar. Vestidos con uniformes de camuflaje con la bandera de Somalia en las mangas, también están los miembros de la milicia Azania. De momento, los dos grupos trabajan codo con codo al lado del Ejército de Kenia, pero entre los líderes y miembros de las milicias no se siente ni aprecio ni confianza.

 

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