La derecha húngara, camino hoy del triunfo electoral tras el fracaso socialista

  • Hoy se celebran las elecciones en Hungría, en las que está previsto que la izquierda, en el gobierno desde hace ocho años, sufra un castigo por los efectos los escándalos políticos y la grave situación económica que casi lleva al país a la bancarrota.
EFE

Tras ocho años de Gobierno socialdemócrata, marcado por la crisis económica y los escándalos, la derecha húngara acude a los comicios legislativos del 11 y el 25 de abril con todas las cartas para lograr una rotunda victoria.

Las últimas encuestas en Hungría auguran un duro castigo al Partido Socialdemócrata y presentan como incuestionable favorito al Fidesz, el partido conservador que ya gobernó entre 1998 y 2002 y que para estas elecciones se ha presentado como la alternativa de centro ante lo que considera opciones radicales de derecha e izquierda.

Las últimas encuestas señalan que el Fidesz, liderado por Viktor Orbán, podría obtener hasta el 60 por ciento de los votos, mientras que los socialdemócratas y la extrema derecha xenófoba del Jobbik podrían arañar cada uno un 15 por ciento.

Desde las elecciones de 2006, el Gobierno socialdemócrata ha estado marcado por escándalos políticos y por una grave situación económica que casi llevó el país a la bancarrota.

La caída en picado de los socialdemócratas comenzó en septiembre de 2006 al airearse una polémica grabación en la que el entonces primer ministro, Ferenc Gyurcsány, admitía haber mentido sobre la situación real del país para ganar las elecciones.

La reacción popular se tradujo en masivas protestas antigubernamentales y en los disturbios más graves en el país magiar desde que las tropas del Pacto de Varsovia aplastaron en 1956 los intentos húngaros de abrir el régimen comunista.

La crisis económica mundial empeoró el panorama y en 2008 obligó al país a pedir ayuda al Fondo Monetario Internacional, cuyo draconiano plan de ajuste y el desgaste imparable de Gyurcsàny pusieron la victoria en bandeja a los conservadores.

El pasado año, una moción de censura acabó con la estrella del millonario y en su día exitoso Gyurcsány, y su puesto fue ocupado por Gordon Bajnai, un joven economista que desarrolló un plan de rescate de la economía.

La receta ha sido la de apretarse el cinturón: menos prestaciones sociales, congelación salarial a los funcionarios, subida del IVA y aumento de la edad de jubilación. Medidas impopulares que han reducido el déficit público pero que no han servido para mejorar la imagen del Partido Socialdemócrata, que se encamina a una hecatombe electoral en la que podría incluso pasar de ser la primera a la tercera fuerza parlamentaria.

La misión de intentar salvar los muebles ha sido encargada a Attila Mesterházy, un joven y desconocido candidato que aboga por la tranquilidad y alerta contra los extremistas para tratar de amortiguar el desastre.

Así, el mayor rival de los socialdemócratas no son ahora los conservadores, cuya victoria se da por descontada, sino la extrema derecha populista del Jobbik, fundado en 2004, y cuya popularidad ha ido creciendo al calor del descontento por la crisis económica.

Ante este panorama, la campaña electoral está siendo de poca intensidad, con pocos mítines y poca propaganda electoral, toda vez que Orbán, seguro de su victoria, no necesita movilizar a sus simpatizantes.

De todas formas el mapa político de Hungría sufrió en estos últimos meses los cambios más radicales desde la caída del telón de acero, con la desaparición de partidos históricos. Ya no existen los liberales de la Alianza de Demócratas Libres, que fueron socios de los socialdemócratas tres veces, y los conservadores del Foro Democrático están luchando por sobrepasar el 5% mínimo para poder entrar en el Parlamento.

Un nuevo partido que podría sorprender a la opinión pública es el ecologista "La Política Puede ser Diferente" (LMP), al que las encuestas otorgan un lugar en el Parlamento de Budapest.

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