Los birmanos, indiferentes ante la democracia prometida por los generales

  • Mandalay (Birmania).- Las elecciones del próximo domingo en Birmania, las primeras tras dos décadas de férreo régimen militar, se celebran con una ciudadanía sumida en la apatía, pese a los generales que proclaman que con ellas llega la prometida democracia.

Los birmanos, indiferentes ante la democracia prometida por los generales
Los birmanos, indiferentes ante la democracia prometida por los generales

Mandalay (Birmania).- Las elecciones del próximo domingo en Birmania, las primeras tras dos décadas de férreo régimen militar, se celebran con una ciudadanía sumida en la apatía, pese a los generales que proclaman que con ellas llega la prometida democracia.

A cinco días de la votación, los birmanos de a pie sienten más interés por ojear las secciones de fútbol de los diarios que las informaciones que publican sobre las actividades de los mayores partidos políticos.

"¿Excitación ante las elecciones?, ninguna", exclama San San, una mujer de 47 años que trabaja para una organización no gubernamental dedicada a la mejora de la educación.

Por las calles de la bulliciosa ciudad de Mandalay, la segunda mayor del país, una desvencijada camioneta del oficialista Partido para el Desarrollo y Solidaridad de la Unión daba vueltas en vano intentando llamar la atención de los viandantes.

"Es que la gente no se cree que vayan a ser libres ni justas", comenta Nyi Tun, un empresario que recuerda que la última vez que votó en unos comicios, fue 1990, cuando venció la Liga Nacional por la Democracia (LND), con Aung San Suu Kyi al frente, aunque los militares nunca respetaron los resultados.

La mayor parte de los casi 50 millones de birmanos desconoce qué es vivir en democracia, y aquellos que durante estos últimos veinte años se arriesgaron a reclamarla han sido perseguidos, han huido al exilio, han sido encarcelados o han muerto.

Suu Kyi, vista como el símbolo de la democracia, podrá votar si quiere, pero no será autorizada a traspasar la puerta de la vivienda de Rangún en la que ha estado cautiva casi 15 de los últimos 21 años por oponerse al régimen militar.

La Liga Nacional por la Democracia y Suu Kyi, a quien le quedan por cumplir las últimas dos semanas de la última pena de 18 meses de arresto domiciliario, decidieron boicotear los comicios por considerar que la ley electoral era "injusta" y a su vez una artimaña del régimen militar para perpetuarse en el poder.

"Si Aung San Suu Kyi hubiera podido participar, creo que es casi seguro que las habría ganado", dijo San San.

Un amplio sector de la población urbana está más pendiente de si el próximo 13 de noviembre el Gobierno liberara a la Nobel de la Paz que de las proclamas electoralistas de los partidos políticos.

"Como las elecciones no sean libres y justas y Suu Kyi salga a la calle, la gente le seguirá y los grupos étnicos armados reanudarán la lucha", opinó Kyaw Oo, comerciante birmano de la etnia chin que está de paso por Mandalay.

Las autoridades militares, que precisan de una gran afluencia a las urnas para dar al futuro Gobierno una imagen aceptable, instan a la población a acudir a las urnas y conceden hasta diez días de asueto a aquellos trabajadores que residan a mucha distancia del lugar en el que estén censados para votar.

Pero son muy pocos los habitantes de Birmania, un país en el que cerca del 30 por ciento de su población vive por debajo del umbral de la pobreza, que pueden permitirse gastar en viajes el dinero que precisan para comer a diario.

Cerca de 28 millones de birmanos han sido llamados a votar por alguna de las 37 formaciones políticas que pugnarán por los 1.163 escaños del Parlamento y de las asambleas regionales, cuya composición será clave para se mantenga en vigor el alto el fuego pactado hace años por la Junta Militar con una decena de guerrillas étnicas a cambio de autonomía.

Pocos birmanos dudan de que el resultado sea otro que el que da como vencedora a la formación creada a partir de la milicia denominada Asociación para la Solidaridad y Desarrollo de la Unión, que contaba con 27 millones de afiliados a las ordenes de candidatos procedentes del estamento castrense y capitaneados por el primer ministro y ex general Thein Sein.

Miguel F Rovira

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