Los iraquíes, divididos ante el legado de la invasión estadounidense

  • Una década ha pasado desde que EEUU invadiera Irak para derrocar el régimen de Sadam Husein. Pese a la libertad alcanzada, la violencia y las crisis sectarias impiden hoy a los ciudadanos disfrutar de la prosperidad y estabilidad deseada.

Shaalan Yaburi

Bagdad, 20 mar.- Una década ha pasado desde que EEUU invadiera Irak para derrocar el régimen de Sadam Husein. Pese a la libertad alcanzada, la violencia y las crisis sectarias impiden hoy a los ciudadanos disfrutar de la prosperidad y estabilidad deseada.

¿Un resultado positivo o catastrófico? Es la pregunta que divide a los iraquíes a la hora de valorar el legado de esta intervención militar, cuyo décimo aniversario ha coincidido con una ola de atentados que causó ayer al menos 60 muertos y 180 heridos.

Sobre los cambios en los últimos diez años, el comerciante Abdel Rahman Isa, de 43 años, reconoció a Efe que ahora hay más libertad en el país pero que la situación general es pésima.

"Hay caos y nadie aplica las leyes porque los responsables han llegado a sus puestos según cuotas sectarias", añadió Isa, propietario de una tienda en un mercado popular.

A su juicio, Irak "parece" un país democrático porque tiene un Parlamento que incluye a diputados de distintas confesiones: "La pregunta es si estos pueden hacer algo", apunta.

Los atentados, la corrupción, la inestabilidad política y la falta de servicios básicos han lastrado este proceso de cambio hacia la democracia tras la caída del régimen de Sadam Husein en abril de 2003.

Tres semanas antes, el 20 de marzo, EEUU encabezó una coalición internacional que invadió Irak con el argumento de que Sadam Husein tenía armas de destrucción masiva y lazos con la red terrorista Al Qaeda.

En los primeros dos años de ocupación, la mayoría de los chiíes y kurdos apoyaban la invasión estadounidense, mientras que los suníes la rechazaban al considerar que servía a intereses extranjeros.

Con el paso del tiempo y los frecuentes arrestos y agresiones contra la población civil, numerosos iraquíes comenzaron a oponerse a las tropas estadounidenses, que se retiraron definitivamente el 18 de diciembre de 2011.

Samira Mahmud ha sufrido en su propia familia las consecuencias de las detenciones. Su hijo fue arrestado cuando se encontraba en un mercado en el que se produjo un ataque contra soldados estadounidenses, quienes lo acusaron de participar en él.

Esta mujer, de 50 años, denuncia que las fuerzas estadounidenses destruyeron Irak al asesinar y arrestar a inocentes y lamenta que su hijo, pese a haber permanecido ya un año en la cárcel, es detenido cada vez que empeora la situación de seguridad.

En esa misma línea, el jubilado Neym Abdalá destaca que las prisiones están llenas de inocentes, las torturas a manos de los policías se han convertido en sistemáticas y el Gobierno margina a ciertas sectas.

Esta discriminación la denuncian ahora los suníes, que desde diciembre pasado protagonizan protestas multitudinarias en algunas provincias del país contra la gestión del Gabinete de Al Maliki.

Los suníes disfrutaban de privilegios durante el régimen de Sadam, pero ahora se quejan de que son discriminados por las autoridades.

Algunos expertos acusan a EEUU de haber creado bases políticas sectarias tras el derrocamiento de Sadam Husein en abril de 2003, que trajo la instauración de un nuevo sistema con separación de poderes y una Constitución aprobada en 2005.

Pese a los errores cometido durante el proceso de cambio, algunos se muestran optimistas, como el periodista Farid Kamal Zyad, que destaca la multiplicación de medios de comunicación.

Zyad recuerda que, durante el régimen de Sadam, internet estaba prohibido, la posesión de una antena satélite se consideraba como un delito y los móviles casi no existían.

"Con el paso del tiempo, Irak se dirigirá hacia un sistema democrático completo que será un ejemplo para los otros países", agregó el reportero.

Más allá va el funcionario Raad Habib Ali, quien afirmó a Efe que Irak vive ahora bajo un sistema democrático diverso y que no regresará una dictadura como la anterior.

Este funcionario considera que hay una gran libertad que no existía en el pasado, ya que se puede criticar e incluso insultar a cualquier alto cargo del Gobierno.

Algo muy diferente a la época de Sadam Husein, cuando la frase de advertencia más extendida era "las paredes oyen", muestra de la gran persecución de las autoridades contra cualquier atisbo de crítica.

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