Los otros Pablo Iglesias: el fenómeno 'indignado' sacude la política internacional

    • El éxito de Bernie Sanders, en EEUU y Jeremy Corbyn, en Reino Unido, internacionaliza la expresión política del hartazgo.

     

     

Bernie Sanders, el senador demócrata 'rival' de Hillary Clinton.
Bernie Sanders, el senador demócrata 'rival' de Hillary Clinton.

“Suficiente, es suficiente. El gobierno de los Estados Unidos de América le corresponde a todos los estadounidenses, y no a un grupo de billonarios”. Con esa declaración de intenciones se presentaba Bernie Sanders, 73 años, el pasado 30 de abril en el césped del Capitolio.  La rueda de prensa generó enorme expectación. El senador demócrata,  que en los últimos tiempos ha tomado el pulso de los 'indignados' norteamericanos, anunciaba su intención de optar a la candidatura presidencial demócrata de 2016. La misma a la que aspira la todopoderosa Hillary.

Sanders reúne ya en sus orígenes todos los ingredientes para convertirse en voz de la diferencia. Hijo de emigrantes polacos, nacido en Brookling, y criado en Vermont, raíz del movimiento hippy.  Pero no es ni mucho menos un recién llegado a la política. Encadena cargos desde que en 1981 fuera elegido alcalde de Burlington, la ciudad más poblada de su condado.  En el puesto se mantuvo seis años, antes de dar el salto al Congreso de EEUU. 16 más en la Cámara de Representantes y después, el Senado, donde se mantiene intocable desde 2006. En su reelección, en 2012, contó con el abrumador apoyo del 71%.


En este tiempo, el senador ha blindado con orgullo su carácter de 'verso suelto'. Como independiente, ha defendido con ahínco las causas que en el discurso político norteamericano suelen ser poco comunes.  Protección del medio ambiente, desprotección social, derechos homosexuales.  Tampoco ocultó su oposición a la guerra de Vietnam, a la de Irak, a medidas incuestionables de la era Bush, como la prórroga de la rebaja de impuestos a los ricos, o, ahora, el Acuerdo de Asociación Transpacífico que, considera, abrirá la veda a que las multinacionales exploten mano de obra barata en países asiáticos. También se ha mostrado contrario a las últimas leyes que facilitan el espionaje masivo.  Y ha renunciado a financiarse a través de grandes corporaciones. Todo el dinero de su campaña procede de un minuciososistema de 'crowfunding', al estilo de lo que acostumbra a hacer Podemos.

Como en el partido de Iglesias, en su discurso abundan los ítems del mensaje indignado. Sanders es un activo defensor del salario mínimo y llama con insistencia a la clase trabajadora a levantarse para reivindicar sus derechos y rebelarse contra la tiranía de Wall Street.  “La clase media está siendo destruida”, lamentó recientemente en una entrevista en The New York Times. Él se define a sí mismo como socialdemócrata- en un país en el que el socialismo es un vocablo proscrito- y no oculta mirar frecuentemente al espejo escandinavo. Admira su extensión del derecho público a la sanidad y la educación, sus sistemas de protección.

Según los analistas, Sanders conecta especialmente con un electorado urbano, de clase media y estudios superiores.  Algunos lo consideran surgido, más que para vencer electoralmente, para obligar a la candidata favorita a escorarse al progresismo, ocupando un espectro hasta ahora de escaso tirón electoral en EEUU.

Lo cierto es que la “Sander-manía” se ha notado ya en campaña.  Clinton ha decidido centrarse en seducir a los llamados millennials-generación del milenio- los jóvenes de entre 18 y 34 años a los que se atribuye un papel determinante en estas elecciones y que apuestan esencialmente por Sanders. El senador desea que los norteamericanos no encuentren trabas en el acceso universitario. Clinton ha respondido con un ventajoso sistema de becas.

Pero las encuestas lo acreditan como algo más que un actor político testimonial. Una, publicada este mismo fin de semana y referida al estado de Iowa, le da un 30% de apoyos,  siete puntos por encima de la candidata demócrata. Datos que llevan tiempo poniendo nerviosos a los estrategas de Clinton.

Sanders presume mientras tanto de su etiqueta de 'hippy'.  Con las mangas de camisa remangadas y un aspecto más desaliñado del que se presupone a un senador de EEUU, abarrota estadios deportivos y pabellones (hasta 20.000 asistentes en sus mítines).  Y también con una avidez más propia de un adolescente que de casi un septuagenario controla las redes sociales y maneja su mensaje en los canales del siglo XXI.  El éxito está, dicen sus asesores, en que sabe llegar con su discurso, en que su propuestas son indiscutibles para una mayoría.

“Hay que reconstruir la clase media y él me ha devuelto la esperanza de que eso es posible”, afirmaba una joven asistente a uno de sus actos en Los Ángeles, en declaraciones a la BBC. Las nuevas generaciones admiran también que Sanders haya sacado a la agenda política uno de los asuntos más comprometidos para el país, el racismo. Aún así, la cuestión es quizás la más sensible para el candidato, ya que el colectivo le acusa de no defender con suficiente firmeza sus derechos frente a la “supremacía blanca”.  A principios de mes,  el candidato fue interrumpido en uno de sus mítines por activistas del movimiento Las vidas de los Negros Importan. Sanders no pudo continuar y tras despedirse de sus seguidores, decidió retirarse.Jeremy Corbyn: el 'verso libre' del Laborismo.


Hasta hace poco, era habitual ver a Jeremy Corbyn recorrer con su bicicleta las calles de Londres. Ahora, la cosa se complica. Su empuje en la escena electoral británica ha provocado un 'fanatismo' desconocido en la política del país, acostumbrada más bien al gris.  

De entre los cinco candidatos a liderar el Laborismo y sustituir a Ed Miliband-dimitido tras la debacle del pasado mayo- Corbyn era, hace sólo unos meses, el que partía con menos apoyos.  Ahora, es el favorito para ganar las elecciones del próximo 12 de septiembre.

Su 'historial' activista encadena causas: contra la guerra de Irak, en favor de Palestina, por el desarme nuclear, contra el apartheid...  Y también algunas sonoras polémicas: en 1987 pidió un minuto de silencio por varios miembros del IRA asesinados.  Corbyn no oculta su defensa de las nacionalizaciones, ni tampoco su admiración por la Venezuela chavista. “Está generando esperanza por todo el continente”, defiende sobre la revolución bolivariana.

El británico lleva media vida en política. En  las últimas tres décadas- tiene 66 años- ha sido miembro del parlamento de Westminster por el distrito electoral de Islington Norte, en el Gran Londres, un puesto que revalidó en las últimas elecciones con el 60% de los votos, arrasando sobre los candidatos conservador y liberal.

“Saludamos si finalmente se da este cambio en el Partido Laborista y pensamos que esto tiene mucho que ver con lo que está ocurriendo en el conjunto de Europa”, aplaudió el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, hace unos días. Corbyn se ha convertido en nuevo ídolo de los indignados europeos. Y tiene además una curiosa conexión española, más allá del partido 'morado'. Su padre, ingeniero, y su madre, matemática, se conocieron en nuestro país, durante la Guerra civil.

En su discurso se repiten también los mensajes bandera de la 'indignación': salarios bajos, precariedad, una clase obrera dominada, impuestos a las rentas más altas, inversión en infraestructuras, fin a la evasión fiscal, protección del medio ambiente. Y, como en su colega norteamericano, la guerra de Irak. Las críticas son frecuentes hacia el entonces primer ministro, el también laborista Tony Blair, a quien en su día acusó de vulnerar los derechos humanos.  Blair ha sido uno de los grandes encargados de diseñar una contrapolítica para azuzar el discurso del miedo e impedir la escalada de Corbyn. La estrategia no ha logrado por el momento frenar el éxito de Corbyn, pero sí meter miedo a empresarios y banqueros.

“Son políticas de Alicia en el País de las Maravillas”, advertía este domingo en un artículo publicado en el semanario The Observer.  El exprimer ministro Gordon Brown se ha sumado a las alarmas.

Pese al tiempo que lleva como parlamentario, en el partido parece no haberse acostumbrado aún  a su carácter de verso libre- ha votado en numerosas conexiones sin seguir las directrices- algo que disgusta a los sectores más ortodoxos.  Pero Corbyn ha demostrado conectar especialmente con el ala más activista del laborismo, en los últimos tiempos desapegada de sus líderes, lo que puede darle la clave de la victoria.    Hasta 600.000 simpatizantes y afiliados laboristas votarán para elegir el reemplazo de Miliband. Una cifra inédita en el laborismo.

Sus mítines tienen un halo de concierto de rock. Los simpatizantes acuden con su rostro estampado en camisetas, algo poco habitual en política, y Corbyn no ha tenido más remedio que acostumbrarse a los selfies.  El fenómeno es un hecho, aunque la duda de los analistas es avanzar el futuro de un laborismo tan virado a la izquierda. El sentir “indignado” no ha calado tanto en Reino Unido como en otros países europeos, y ello puede complicar las aspiraciones futuras de Corbyn, sostienen. Aunque sin duda sí ha logrado ya remover las tripas de la encorsetada política británica.

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