Marcelo Oliveira, un técnico capaz que hizo al Cruzeiro campeón desde cero

  • Marcelo Oliveira es un entrenador trabajador y sereno que supo sacar el mejor rendimiento de un equipo recién formado y sin grandes estrellas haciendo hoy del Cruzeiro el campeón de la liga brasileña, a cuatro jornadas para el final del torneo.

Aitor Álvarez García

Río de Janeiro, 13 nov.- Marcelo Oliveira es un entrenador trabajador y sereno que supo sacar el mejor rendimiento de un equipo recién formado y sin grandes estrellas haciendo hoy del Cruzeiro el campeón de la liga brasileña, a cuatro jornadas para el final del torneo.

Los asombrosos réditos que ha logrado con su trabajo han sido lo único que le ha llevado a salirse de la línea recta y sobria que siempre guía su estilo y es que Oliveira, exfutbolista profesional, se vuelve loco cuando anota su equipo y vive así los partidos como si no hubiera mañana.

Lo contrataron el pasado enero, después de que el Vasco de Gama lo despidiera tras encadenar seis derrotas consecutivas y nadie supo prever en aquel momento que el Cruzeiro sería el mejor equipo brasileño de 2013.

Con un juego que Oliveira no duda en comparar con el del Barcelona, el entrenador ha implantado un fútbol de ataque, en el que no sobresale ninguna individualidad, que está resguardado por un equipo bien construido en defensa.

Esa filosofía ha dado como frutos el mejor ataque y la mejor defensa de la competición, algo que ha sorprendido a todo el mundillo futbolístico de Brasil, teniendo en cuenta que el Cruzeiro renovó a media plantilla a comienzos del año.

Quien menos esperaba el éxito fue su propia hinchada, que rechazó al técnico al principio por su fuerte vinculación al máximo rival, el Atlético Mineiro, del que Oliveira fue jugador y entrenador de categorías inferiores.

El técnico tenía, pues, dos tareas difíciles: hacer funcionar a un grupo sin grandes estrellas, recién formado, y gestionar el rechazo de su propia afición.

Acabó consiguiendo, contra todo pronóstico, las dos.

El Cruzeiro lleva siendo, desde la jornada 16 (hay 38 en total), líder del campeonato brasileño y hace semanas que sus perseguidores han decidido rendirse.

"Hoy los aficionados me tienen respeto porque saben que aquí hay un profesional comprometido", dijo hace un mes Oliveira en una entrevista en televisión.

Nacido en la pequeña ciudad de Pedro Leopoldo, situada en la región metropolitana de Belo Horizonte, hace 58 años, Oliveira vive en tensión todos los partidos, como si los quisiera jugar.

El técnico se pasa los 90 minutos de todos los partidos de pie, dando indicaciones a gritos y gesticulando.

Quizás no pueda evitar esa implicación, porque ha dedicado media vida al fútbol.

Con 17 años empezó a jugar en el Atlético Mineiro y con 24 fue cedido al Botafogo, dónde militó tres años.

Sus últimos tres años como jugador los completó en el Nacional de Uruguay, el modesto Ferroviaria y el América Mineiro, dónde colgó las botas en 1985, con 30 años.

No fue hasta 2003 cuando volvió al mundo del fútbol. Esta vez desde el banquillo, entrenó durante tres años a equipos de base del Atlético Mineiro, su club de toda la vida, y en 2008 llegó al primer equipo.

Su mejor momento como entrenador, sin contar el actual, fue en el Coritiba, dónde estuvo dos años, entre 2011 y 2012. Consiguió dos veces el campeonato paranaense y fue finalista en dos ocasiones de la Copa de Brasil.

Ahora, a punto de llegar a los 60 años, ha llegado a su esplendor, aunque sigue con una vieja costumbre: siempre lleva un amuleto religioso en el bolsillo durante los partidos, al que besa para que las cosas vayan bien.

Y cuando van bien, con goles importantes, Oliveira se vuelve loco. En un partido contra el Botafogo celebró un gol con unos movimientos indescriptibles con los brazos, que sorprendieron a propios y extraños.

Él cuenta que su hija le preguntó: "¿Qué bailas, papá?", a lo que respondió: "es como el triunfo de un guerrero". Y el guerrero ganó la batalla.

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