Se esperaban más manifestaciones antigubernamentales en todo Yemen, donde Ali Abdalá Saleh ha gobernado las últimas tres décadas. Los partidarios del presidente han recorrido la capital instando a los yemeníes a través de altavoces a unirse a las contramanifestaciones favorables al Gobierno.
A primera hora de la mañana, los manifestantes contrarios al Ejecutivo ya habían congregado más de 20.000 personas, el mayor número desde que la ola de protestas alcanzó la península Arábiga hace dos semanas, inspiradas en la caída del presidente tunecino y la amenaza que se cierne sobre su homólogo egipcio.
"El pueblo quiere un cambio de régimen", se puede escuchar en los gritos de los manifestantes mientras se concentran cerca de la Universidad de Saná. "No a la corrupción, no a la dictadura".
Con un ojo en Egipto y otro en casa
Saleh, en vista de que el malestar se está extendiendo en el mundo árabe, indicó el miércoles que dejaría el cargo cuando finalice su mandato en 2013. Entre otras concesiones políticas, el presidente también prometió que su hijo no tomaría las riendas del Gobierno.
Esta fue su táctica más atrevida desde que comenzaron las manifestaciones en Yemen, un aliado clave de EEUU contra Al Qaeda, mientras trata de evitar una confrontación con la oposición que podría desencadenar una insurrección al estilo egipcio en el estado profundamente empobrecido.
Pero no es suficiente para los yemenís. Wael Mansour, organizador de la manifestación del "día de la ira" ha dicho que los yemeníes no están satisfechos con las concesiones de Saleh.
"Hoy presionamos más al presidente Saleh, que tendrá que presentar más concesiones a la oposición", ha explicado sin especificar cuáles podrían ser.
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