Médicos turcos denuncian como "tortura" el uso masivo del gas lacrimógeno

  • El empleo masivo del gas lacrimógeno para intimidar y dispersar a los manifestantes, como se ha hecho en Turquía en las últimas tres semanas, equivale a tortura, han denunciado hoy seis asociaciones médicas turcas.

Ilya U. Topper

Estambul, 20 jun.- El empleo masivo del gas lacrimógeno para intimidar y dispersar a los manifestantes, como se ha hecho en Turquía en las últimas tres semanas, equivale a tortura, han denunciado hoy seis asociaciones médicas turcas.

"El gas no se ha usado como un medio para controlar disturbios sino como arma química", afirmó en una rueda de prensa, celebrada hoy en Estambul, Ümit Biçer, de la Asociación de Médicos Forenses.

Biçer subrayó que el gas lacrimógeno jamás debe utilizarse en espacios cerrados, ni desde una distancia de menos de cinco metros, y denunció que se habían disparado botes al interior de un vestíbulo de hotel abarrotado de personas que huían de la Policía.

Según una encuesta realizada en internet, el 21 por ciento de quienes declararon haber inhalado gas lo hicieron en espacios cerrados.

"Además, la Policía ha utilizado los cartuchos de gas como munición, como si fueran balas de fusil, al dispararlos directamente contra las personas", añadió el forense, que recordó los numerosos traumas craneales y pérdidas de ojo a causa de los impactos.

Concluyó que "también constituye tortura incluir químicos, como una solución de gas pimienta, en el agua a presión de los cañones de la policía".

Esta práctica, documentada por la prensa turca, ha sido respaldada por los testimonios de numerosas víctimas que sufrieron graves irritaciones cutáneas al ser alcanzadas por lo que el gobernador de Estambul, Hüseyin Avni Mutlu, había descrito como "agua con una solución médica".

El forense señaló que la cifra de cuatro muertos causados por las protestas -tres manifestantes y un policía- posiblemente se incremente en dos personas, que sufrieron ataques al corazón tras exponerse de forma prolongada al gas lacrimógeno, aunque aún se debe esperar el dictamen de las autopsias.

Un joven de Ankara, que no participó en las protestas, falleció en su lugar de trabajo tras pasar tres días seguidos por una zona donde la Policía disparaba gas diariamente.

Una mujer de 50 años murió de un ataque al corazón en casa tras haber participado en una manifestación, detalló.

Osman Öztürk, portavoz de la Asociación Turca de Médicos (TTB), recordó el balance oficial de víctimas: 4 muertos, 59 heridos graves, 6 en estado crítico, 11 casos de pérdida de ojo, más de 100 casos de traumatismo craneal, y 7.822 heridos en total.

Un dato que, advirtió, "sólo es la punta del iceberg y tal vez no represente ni la quinta parte de la (cifra) real, dado que muchísimas víctimas no recibieron ayuda médica", advirtió.

El médico señaló que el uso masivo del gas y los disparos directos a la cabeza "hacían pensar que la Policía tenía órdenes de matar".

"El gas siempre se dispara por delante de los manifestantes, de manera que la gente pueda huir hacia atrás, pero en estas protestas lo lanzaron desde los cuatro costados", denunció.

De hecho, una práctica habitual en estas semanas, como ha podido comprobar Efe, ha sido la de lanzar botes de gas a gran distancia por encima de una manifestación, de manera que cientos de personas, presas del pánico, tuvieran que atravesar las nubes lacrimógenas si querían ponerse a salvo.

Dogan Sahin, de la Asociación de Psicólogos Turcos, estimó que un millón de personas ha sufrido la represión policial durante las tres semanas de protestas y que un tercio de ellas ha padecido daños psicológicos.

"De éstos, un 60% los superará en un año, pero un 20% los sufrirá a largo plazo", denunció, y citó consecuencias como la pérdida de confianza y del sentido de la justicia y el aumento de la violencia.

El abogado Turgut Kazan pidió no sólo la prohibición del uso del gas, sino también un boicot contra Turquía por parte de los países exportadores, a cuyos Gobiernos consideró "también responsables".

Recordó que el gas fue empleado contra personas que dormían, huían, cantaban o simplemente miraban, algo que en su opinión constituye claramente una forma de tortura, castigable con 12 años de cárcel.

"Este delito ya no prescribe: advierto a todos los que dieron las órdenes y a quienes las cumplieron que un día serán juzgados", vaticinó.

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