¿Por qué han fracasado las protestas en Bahréin?

  • Los parecidos de las revueltas en Bahréin con las de Egipto eran muchos. Tanto en El Cairo como en Manama los manifestantes se reunieron en plazas céntricas y con mensajes similares. Sin embargo, algo falló. Los chiíes eran los que protestaban, pero una facción más radical dio un giro a las peticiones populares.
¿Por qué han fracasado las protestas en Bahréin?
¿Por qué han fracasado las protestas en Bahréin?
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Caryle Murphy, Manama (Bahréin) | GlobalPost

Reconoce que al principio no se esperaba mucho de las manifestaciones, que comenzaron a mediados de febrero. Consiguieron reunir tan sólo a un par de cientos de personas, y ya se había acostumbrado a que el gobierno ignorase las demandas de sus ciudadanos. "Al gobierno no le preocupaba lo que decía la gente", afirma esta mujer de mediana edad.

Pero al igual que otros movimientos similares en Egipto y Túnez, las protestas se extendieron mucho más de lo que se había previsto. En el campamento semipermanente de la plaza de la Perla en la capital, Manama, se instalaron escenarios, varias pantallas grandes de televisión y tiendas de campaña para quienes se quedaban a dormir por la noche y para los más de 30 grupos políticos y partidos que informaban a la muchedumbre.

La mujer, escritora y madre, se vio arrastrada a participar. Impulsada por el sentimiento de que su país estaba viviendo un momento especial "que no volverá a producirse", se convirtió en visitante habitual de la plaza. La fiebre revolucionaria en el mundo árabe había llegado a Bahréin, y "nos enseñó que podemos cambiar... como dice Barack Obama: Sí, podemos".

Hoy en día esa euforia se ha ido y el movimiento de protesta en Bahréin está hecho jirones. Muchos de sus líderes y activistas han sido encarcelados, y sus seguidores, la mayor parte de ellos chiíes, están sometidos a una fuerte represión bajo el estado de emergencia decretado en el país. Mientras Túnez y Egipto sí han logrado el cambio, en Bahréin siguen con más de lo mismo.

La mujer que ha relatado a GlobalPost su experiencia sobre esos intensos días accedió al principio a aparecer con su nombre en la información. Pero posteriormente dijo que tenía demasiado miedo a ser identificada, mencionando las numerosas detenciones que ha habido de chiíes como ella.

Figuras políticas de Bahréin, activistas de derechos humanos y periodistas sugieren que el fracaso del movimiento se debe a cálculos erróneos por parte de todos. Pero la mayor parte de los entrevistados coinciden en que la derrota se debe fundamentalmente a la ascendencia que tiene la línea dura tanto entre el obierno como en el movimiento de protesta. (Las peticiones para entrevistar a un representante del gobierno han sido rechazadas).

"Muchas cosas" salieron mal, afirma el novelista bahreiní Fareed Ramadan, un suní que apoyaba las demandas de los manifestantes. "El gobierno cometió muchos errores. El liderazgo de los suníes ha cometido muchos errores, y se han cometido muchos errores en la plaza de la Perla" por parte de los manifestantes, señala.

Al principio, los que protestaban en la plaza lo hicieron en respuesta a un llamamiento hecho por activistas políticos no identificados a través de la nueva arma revolucionaria: Facebook.

No había un liderazgo visible, aunque uno de los primeros en aparecer fue Abdul Wahab Hussein, líder de Al Waffa, un partido que quiere derrocar a la familia real del poder. Esta demanda, no obstante, nunca se convirtió en la exigencia mayoritaria del movimiento, que reclama una monarquía constitucional, el fin de la corrupción y de la discriminación laboral contra los chiíes, que son mayoría en el país.

Aunque la mayor parte de los que se manifestaban eran chiíes, también hubo suníes que se sumaron a sus actos de protesta.

"Me gustaba tener este espacio de libertad", dice un joven suní que trabaja como conductor. "Fue la primera vez que la gente dijo 'No', y nuestra familia real no está acostumbrada a oírlo. Alucinaron".

El 17 de febrero el gobierno tomó la plaza de la Perla, dispersando a la fuerza a los manifestantes. Hubo cuatro muertos. Dos días más tarde, dio marcha atrás y ordenó la retirada de la policía que ocupaba la plaza, permitiendo así a los ciudadanos que se volviesen a concentrar allí.

En un discurso televisado, el rey Hamad bin Isa al Jalifa pidió perdón por las muertes y ofreció diálogo. Pero las muertes de los manifestantes habían provocado la indignación de muchos más bahreiníes, que se sumaron al movimiento revolucionario.

El hijo del rey, el príncipe heredero Salman bin Hamad bin Isa Al Jalifa, se dispuso a iniciar conversaciones con una coalición de partidos de la oposición chiíes moderados, encabezados por el grupo Al Wefaq. Pero conscientes del pasado, de promesas incumplidas por parte de la familia real para realizar reformas políticas genuinas, y quizás más confiados debido al aumento de manifestantes en las calles, los grupos de la oposición establecieron unas férreas condiciones para avanzar en el diálogo.

Según A. Nabi Salman, vicesecretario general de la Sociedad Democrática y Progresiva Al Minbar, un grupo de la oposición, esas condiciones incluían la puesta en libertad de más de 90 prisioneros políticos; una investigación por las muertes de los manifestantes (la cifra ha sido elevada a siete); el fin a las incitaciones anti chiíes en la prensa controlada por el Gobierno y la dimisión inmediata del primer ministro, Jalifa bin Salman Al Jalifa, considerado por muchos como un duro defensor de la línea más estricta dentro de la familia real.

La oposición también pedía que una asamblea constitucional elegida democráticamente redactase una nueva constitución.

Por su parte, los partidos chiíes radicales de la oposición exigían una agenda más radical e instigaban a los concentrados en la plaza de la Perla a rechazar el diálogo. El 8 de marzo el líder radical Hassan Mushaimaa, jefe de Al Haq, anunció que él y el partido de Hussein habían optado por "tumbar el actual régimen en Bahréin y establecer un sistema republicano democrático", según informó la agencia Reuters.

Ese fue un punto de inflexión, porque el gobierno de Bahréin sostiene desde hace tiempo que Al Haq tiene lazos con Irán y que aunque no hablase expresamente ese día de una república islámica, eso es lo que muchos suníes creyeron que quería decir, según asegura un profesor universitario bahreiní que quiere permanecer en el anonimato.

Aunque Mushaimaa sólo reclamó la república esa vez, dice el escritor Ramadan, "esa fue la vez que nos mató".

Posteriormente hubo más provocaciones por parte de los manifestantes más extremos, incluyendo una protesta el 11 de marzo en Riffa, lugar de residencia de la familia real, y el levantamiento de barricadas en una autopista, cortando el acceso al distrito financiero de Manama el 13 de marzo. Según un periodista bahreiní, Hussein estaba detrás de la organización de las barricadas.

"Tenemos un gran problema con los chiíes radicales", dice el periodista, que es chií. "Dan una mala imagen al régimen de los chiíes. Siempre están gritando".

Otro cálculo fallido de los manifestantes, afirma Ramadan, fue llevar los actos callejeros al hospital Salmaniya, cuyo aparcamiento se convirtió en un apéndice de la plaza de la Perla, repleto de tiendas de campañas. Miembros de su personal sanitario, que es mayoritariamente chií, también criticaron allí abiertamente al Gobierno.

Mientras tanto, el príncipe heredero intentaba todavía arrancar el diálogo, pero sin aceptar las exigencias de la oposición para elegir una asamblea constitucional y la marcha inmediata del primer ministro. Salman bin Hamad bin Isa Al Jalifa sí dijo que el primer ministro, que es su tío y lleva 40 años en el cargo, se apartaría del gobierno más adelante, en el plazo de tres meses, según A. Nabi Salman.

Pero la oposición todavía titubeaba, preocupada porque sus hermanos chiíes radicales podrían dificultar las cosas si entraban a participar en las conversaciones sin que el gobierno hiciese concesiones significativas. "Queríamos acudir como una oposición unida, pero 'nos retrasamos'" por culpa de Mushaimaa y otros radicales, asegura Salman.

Mientras tanto, la televisión y la prensa estatal, gestionada por fieles a la familia real, ayudaban al príncipe heredero destacando constantemente a los líderes suníes hablando negativamente de los chiíes, acusándoles de ser leales a Irán y sugiriéndoles que abandonen el país.

Los miembros del Gobierno también sacaron el fantasma de la injerencia de Irán en los asuntos nacionales, acusándole de respaldar los movimientos de protesta, aunque según las autoridades de EEUU hay pocas evidencias al respecto. Líderes suníes como Abdel Latif Mahmoud convocaron actos en los que avivaron el temor suní a la toma de control de la isla por parte de los chiíes.

"Yo acudí a uno de esos actos", reconoce la escritora, cada vez más nerviosa. "Escuché cómo le llenaban la cabeza a la gente con esa idea, de que los chiíes están sólo a favor de Irán, y eso les asustó".

Así fue cómo un nuevo fenómeno empezó a surgir en Bahréin: pandillas de vagabundos en ropas civiles, armados con pistolas o palos. Con el rosto a menudo cubierto y a veces con botas militares (lo que muchos bahreiníes interpretaron como una prueba de que eran miembros de las fuerzas de seguridad), estos hombres empezaron a organizar sus propios controles y a atacar a los chiíes. En un incidente en la universidad atacaron a un grupo de alumnas que estaban esperando fuera de las aulas.

En los días previos a que el gobierno comenzase su represalia del 16 de marzo, el príncipe heredero y la oposición todavía estaban intentando llegar a un acuerdo. Pero los miembros del ala radical del Gobierno estaban impulsando por su parte otros planes.

El lunes 14 de marzo unos 1.200 soldados saudíes entraron en Bahréin, seguidos de 500 policías de los Emiratos Árabes Unidos, bajo el mandato del Consejo de Cooperación del Golfo. El martes se decretó el estado de emergencia, y al día siguiente las fuerzas de seguridad de Bahréin comenzaron "la limpieza" de la plaza de la Perla, tal y como se expresó en un comunicado oficial.

Aún continúan las represalias contra quienes apoyaron abiertamente el movimiento de protesta. "Ahora no me siento segura", admite la escritora entrevistada, que relata cómo tres de sus primos han sido detenidos.

"No queremos pensar que todo se ha terminado", se lamenta con voz entrecortada. "Los días que pasé en la plaza sentí por primera vez que respiraba con libertad" y que "algo nuevo" iba a suceder en Bahréin. Pero eso es ahora parte del pasado. "Siento que aniquilaron la esperanza que teníamos dentro", dice.

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