¿Quién provoca a quién en Kirguistán?

  • Mientras el Gobierno kirguís analiza el estallido de violencia que dejó más de 270 muertos el pasado verano, los ciudadanos de Osh siguen masticando tensión. Los enfrentamientos han dejado reproches para todos. La minoría étnica de los uzbecos recriminan la dureza de los kirguís, y estos últimos dicen que la minoría fue la que encendió la mecha.
Osh es la ciudad más grande del sur de Kirguistán, dónde el pasado junio se produjeron los graves enfrentamientos entre kirguís y uzbecos.
Osh es la ciudad más grande del sur de Kirguistán, dónde el pasado junio se produjeron los graves enfrentamientos entre kirguís y uzbecos.
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David L. Stern | GlobalPost

(Osh, Kirguistán). "Tú eres occidental, así que por supuesto que te caen bien los uzbecos", me dijo mi taxista kirguís, Aibek, mientras avanzábamos por las calles de Osh, conocida como la capital sureña de Kirguistán.

"Todos vosotros creéis que los uzbecos son los que más sufrieron, sólo habláis sobre los refugiados uzbecos y decís que han muerto más uzbecos", continúa, sonriendo pero con voz tirante. "Pero la realidad es que murieron muchos más kirguís, y tuvimos tantos refugiados como ellos, solo que nosotros tuvimos casas a las que ir mientras que ellos estuvieron en campamentos".

"Los uzbecos tuvieron lo que se merecían porque empezaron a luchar, porque mataron a más de nosotros y porque estaban exigiendo cosas a las que no tienen derecho", concluye.

Aibek y yo hablábamos de lo que se conocen como "los eventos de junio": el estallido de violencia étnica a principios de verano en el sur de Kirguistán entre kirguís y uzbecos, que son minoría en la región. Los enfrentamientos se saldaron con una cifra no confirmada de muertos (la cifra oficial es de más de 400, aunque muchos creen que se queda corta) y más de 2.000 edificios destruidos.

Esta conversación fue habitual durante mi reciente viaje a Osh. La ciudad está regresando lentamente a la normalidad, y la gente parece concentrada fundamentalmente en recuperar su vida y a olvidar los terribles eventos de junio. A veces logran incluso que en el viejo enclave de la Ruta de la Seda vuelva a brillar la especial mezcla de culturas de antaño. Pero hay indicios preocupantes de que esto pueda ser tan solo un alto en la lucha: la ira y el miedo sobrevuelan en el ambiente de los bazares, las casas de té y en las polvorientas calles comerciales.

La ira de los kirguís es en general más palpable que la de los uzbecos. Aunque los kirguís son mucho más numerosos que los uzbecos y les derrotaron sin paliativos en los enfrentamientos del verano, muchos de ellos parecen no haberse relajado. Todo lo contrario. Muchos kirguís sostienen que ellos fueron de hecho las víctimas, y que la comunidad internacional está distorsionando la foto para minimizar su sufrimiento.

Mi conversación con el taxista Aibek fue amistosa, pero muchas otras lo fueron menos. El rostro del kirguís Ruslan Tashanov, activista en favor de los derechos humanos, se transformó cuando le pregunté si existe algún peligro de que se repitan los eventos del pasado junio.

"Sois vosotros, los medios occidentales y las organizaciones de derechos humanos, los que estáis echando leña al fuego", me dijo con ojos llenos de ira y con el cuello en tensión. "Si algo ocurre, será vuestra culpa", advierte Tashanov.

Lo que sucede es que gran parte de lo que ocurrió en junio sigue sin estar del todo claro: sus orígenes, el número real de víctimas. Es decir, ¿qué fue lo que ocurrió realmente?

Además, mientras se producían los enfrentamientos gran parte de Osh fue una zona vetada a las agencias de noticias internacionales y a los periodistas. La prensa tan sólo entró en la zona de guerra cuando el conflicto estaba languideciendo, y los reporteros tuvieron que armar sus crónicas a partir de las evidencias físicas que veían y las historias vinculadas a ellas.

Y lo que vimos fue esto: casas y negocios de uzbecos quemados y reducidos a cenizas, mientras que los edificios kirguís permanecían en gran parte indemnes. Si una casa tenía "uzbeco" (o "sart") escrito en sus muros, probablemente acabaría siendo destruida por completo. Si estaba escrito "kirguís", seguramente no le ocurriría nada a esa casa.

Los uzbecos contaron historias terroríficas sobre bandas de kirguís, la mayoría de fuera de la ciudad, que entraron arrasando en los barrios, robando, disparando y quemando casas, algunas veces con las familias todavía dentro. Los kirguís dijeron que se vieron obligados a hacerlo en represalia, porque los uzbecos habían matado a muchos de los suyos.

El gobierno de Kirguistán ha prometido una investigación de los hechos, aunque está tardando en arrancar, y está a punto de comenzar una investigación internacional. Human Rights Watch es la única organización internacional que ha realizado hasta ahora un informe detallado sobre los acontecimientos. Describen un conflicto que pudo desencadenarse por unos enfrentamientos y peleas de uzbecos y kirguís que se saldaron con unos cuantos muertos entre estos últimos. Los hechos se convirtieron rápidamente en una batalla abierta, en la que los kirguís sacaron ventaja y destruyeron barrios uzbecos. Hay además una pregunta en el aire sobre si las fuerzas de seguridad permanecieron al margen durante los acontecimientos o pudieron ayudar a los kirguís.

Muchos refugiados uzbecos ya han regresado a la ciudad, pero muchos dicen que simplemente viven al lado de los kirguís pero no interactúan con ellos. También dicen que son víctimas de acoso, y que los agentes kirguís les detienen y persiguen de manera desproporcionada por lo ocurrido.

Human Rights Watch ha emitido recientemente un comunicado pidiendo a las autoridades que tomen medidas por los ataques cometidos por kirguís durante los juicios contra uzbecos acusados de participar en los enfrentamientos de junio. Cuatro uzbecos fueron golpeados recientemente de forma brutal; tres de ellos eran parientes del acusado, y rondaban los 50 y 60 años. Sus fotos pueden ser vistas en la página web de HRW.

En las recientes elecciones legislativas, consideradas en general como muy transparentes, los uzbecos en Osh votaron en masa al partido de ley y orden Ar Namys. Dijeron que les gusta su líder, Feliks Kulov, un ex primer ministro y general de la KGB a quien se le considera cercano a Rusia, un país que de hecho esperan acuda en su protección si vuelven a estallar los enfrentamientos. (Kulov utilizó en campaña una foto suya dando la mano al presidente ruso Dmitry Medvedev).

Por su parte, muchos kirguís temen a la minoría uzbeca. Creen que monopolizan los resortes de la economía local, y empezaron a temer lo peor cuando algunos uzbecos comenzaron recientemente a pedir más cuota política. En las elecciones, de forma inesperada, un amplio número de kirguís votaron a Ata Jurt, un partido que entre otras cosas exige la protección de los derechos étnicos de los kirguís.

"Los kirguís se sienten amenazados; creen que las minorías étnicas quieren reducir su papel, para que Kirguistán no siga basándose en la idea de un solo grupo étnico", sostiene Tashanov.  "Existe algo que es la agresión de una minoría. Los uzbecos son los agresores", añade.

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