Revolución en la televisión cubana

  • La televisión cubana emite numerosas noticias con mensajes contra el capitalismo de Estados Unidos. Sin embargo, también emite numerosas series estadounidenses, como Friends, y hasta películas de Hollywood pirateadas, como Avatar. Por su parte, Estados Unidos aún sigue emitiendo desde Miami un canal con mensajes anticastristas que data de la época de la Guerra Fría.
Nick Miroff | GlobalPost

(La Habana, Cuba).Durante las dos últimas décadas, el gobierno de Estados Unidos ha gastado unos 500 millones de dólares (370 millones de euros) en transmitir a Cuba noticias y comentarios anti castristas. Pero esa programación no ha sido exactamente un éxito de audiencias.El Gobierno de Cuba controla todos los medios en la isla, y como entiende que esas emisiones son propaganda del enemigo, bloquea las señales.

Para salvar ese obstáculo, las emisoras con sede en Miami Radio y TV Martí han hecho importantes gastos para hacer retransmisiones desde aviones en pleno vuelo, pero el alcance de las emisiones sólo llega a menos del uno por ciento de los 11 millones de habitantes de la isla, según un reciente informe del la Oficina General de Auditoría de EE UU.

Mientras tanto, horas y horas de programación subversiva estadounidense llenan las ondas cubanas cada día, atrayendo a millones de televidentes que ven programas como “Mujeres desesperadas”, “Friends” y “Anatomía de Grey”. Pero, ¿cómo llegan a Cuba esas series?

La respuesta es que es el propio Gobierno comunista quien las emite.Con Radio y TV Martí y su presupuesto anual de 34 millones de dólares cada vez más cuestionado por el Congreso de EE UU, los defensores de las emisoras de Miami insisten en que están ayudando a romper el monopolio del Gobierno cubano sobre la información.

Pero si bien la programación de la radiotelevisión cubana no es objetiva y es a menudo tendenciosa, dista de ser una sucesión monótona y gris de propaganda castrista.Todas las noches los televidentes cubanos pueden ver una programación cargada de mensajes contradictorios. Entre las 18.00 y 20.30 horas, más o menos, las noticias y comentarios gubernamentales muestran a EE UU como un desastre racista, disfuncional y violento, subrayando todas las informaciones negativas del día.

A continuación, los mismos canales de televisión -propiedad del Gobierno- nutren su programación en horario de prime time con películas de Hollywood y programas estadounidenses repletos de imágenes de prósperos hogares, brillantes médicos y tribunales de justicia ecuánimes, por los que se pasean actores híper saludables y carismáticos de todas las razas y grupos étnicos.

¿Cómo concilian los televidentes cubanos estos mensajes contradictorios? “Son las dos caras de un mismo país”, dice Lorena Sandoval, una habanera de 60 años que cree que la programación mixta demuestra que no todo en Estados Unidos es ni tan bueno ni tan malo. Sin embargo, Sandoval no está segura de cuántos cubanos pillan el matiz. “Sólo ven los coches bonitos y las casas, y se creen que todo el mundo en EE UU vive así”, dice, al tiempo que se confiesa seguidora de “Las chicas de Gilmore”, “CSI: Las Vegas” y “El encantador de perros”.

Cuba tiene cinco canales de televisión nacional, y hace dos fines de semana, por ejemplo, su programación ofrecía una amplia oferta nacional e internacional, desde partidos de béisbol cubano y programas musicales de bajo presupuesto hasta espectáculos como “101 Dálmatas” y episodios de la serie de HBO “Seis pies bajo tierra”.

Los únicos anuncios que se emiten son de servicios públicos, animando a la gente a ahorrar electricidad, a limitar la basura y a usar preservativos, entre otros. “Creo que el principal objetivo de la televisión cubana es educar”, afirma Javier Torres, un residente de La Habana de 32 años quien dice que su único reproche a la programación gubernamental es la falta de diversidad en los puntos de vista que ofrecen las noticias y los espacios de análisis. Su programa favorito es la serie carcelaria “Oz”.

Curiosamente, el embargo comercial de Estados Unidos quizás esté facilitando en parte la emisión de películas y series estadounidenses en la televisión de Cuba. Como las sanciones comerciales impiden al Gobierno de Castro pagar por el uso legal de contenido de EE UU, lo que hacen en la isla es emitirlo sin pagar. Incluso las copias piratas de películas de Hollywood se emiten en los canales estatales. El actual éxito de taquilla “Avatar” se emitió en la televisión cubana a principios de febrero, pasando por alto cualquier tema de derechos de autor.

Por supuesto, los cubanos no sólo ven los canales controlados por el Gobierno. Miles de ciudadanos tienen antenas satélite ilegales que les permiten ver la programación de Dish o Direct TV desde Miami, y aunque el Gobierno cubano corta el servicio periódicamente, sigue siendo un negocio lucrativo. Un proveedor de emisiones por satélite en La Habana dice que tiene más de 100 clientes, y cada uno de ellos paga unos 40 dólares (casi 30 euros) al mes por el servicio.

Este servicio es mucho menos común fuera de la capital. Un solo satélite escondido en un tejado o en un edificio de apartamentos suele conectarse discretamente a docenas de casas vecinas, que pagan cinco dólares (3,7 euros) al propietario del ingenio a cambio de poder ver los programas que éste elija.

Estos satélites ilegales alimentan además un mercado negro aún mayor de DVD y de contenidos descargados de internet. Algunos cubanos emprendedores graban películas de los canales satélite y después las copian en DVD para su venta o alquiler. Otros programas terminan en discos duros compartidos o en lápices de memoria.La proliferación de los medios digitales en la isla está haciendo cada vez más difícil al Gobierno cubano monopolizar la audiencia.

Esta competencia puede ser otra razón por la que el número de canales de televisión gubernamental ha pasado de dos a cinco en lo que va de siglo, ofreciendo una programación más acorde con lo que pide la gente.También Radio y TV Martí se han convertido en una opción menos atractiva para los cubanos, que no necesariamente quieren tener más política en su vida cotidiana.

La Oficina General de Auditoría de EE UU dice que las transmisiones desde Miami están plagadas de periodismo de bajo nivel, con la “presentación de puntos de vista individuales como noticia”, el uso frecuente de “informes sin corroborar desde Cuba” y una tendencia hacia “el lenguaje ofensivo e incendiario en las emisiones”.

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