Robinson Crusoe existe, tiene 86 años y lucha contra la especulación

  • Brendon Grimshaw compró una pequeña isla por 10.000 libras hace 50 años. Nunca la quiso para hacerse más rico: la repobló de árboles y tortugas y la abrió para que todo el mundo la disfrutara. A sus 86 años y sin hijos, lucha para que cuando se muera los especuladores no monten un resort. Ya ha rechazado 35 millones de euros por ella.

Quique Peinado

Brendon Grimshaw siempre quiso ser Robinson Crusoe y lo consiguió en 1962, cuando compró un islote en las Seychelles, un archipiélago de 115 islas. Al contrario que otros millonarios, no lo utilizó para hacerse una mansión o montar un negocio. Su proyecto era bien distinto.

Hoy su isla, de la que es el único habitante permanente, rebosa vegetación tras haber plantado 16.000 árboles, lo que atrajo una increíble variedad de pájaros, y en ella caminan libres las tortugas que se encargó de introducir. Los visitantes pagan 12 euros por visitarlo, comer y relajarse en la playa. Caminan por los 4,8 kilómetros de camino que construyó Grimshaw. Lejos de ser un negocio millonario, todo lo que gana lo invierte en la conservación.

Moyenne Island, que así se llama el islote de Grimshaw, es una de un grupo de cinco. Las otras cuatro, propiedad del gobierno de Seychelles, están explotadas comercialmente con grandes hoteles. El Robinson Crusoe inglés ya rechazó 35 millones de euros por ella, y cada vez vale más. Pero su única intención es que se mantenga como está.

Por eso, gracias al trabajo de su asistente, consiguió que se la declarara parque natural. Ahora es el más pequeño del mundo, y en sus 900 metros cuadrados conviven más animales por metro cuadrado que en ningún otro lugar.

Con 84 años y sin descendencia quiere asegurarse de que su voluntad se respeta, por lo que decidió grabar un documental para forzar al gobierno de Seychelles a proteger Moyenne. La película, titulada 'Un grano de arena', se puede ver en streaming por dos euros. Éste es el trailer.

"Cuando la vi, lo sentí: esto es lo que quiero, éste es el lugar", cuenta Grimshaw sobre su historia de amor a primera vista con Moyenne Island. En un discurso que a veces parece el de John Locke de 'Perdidos', el anciano británico muestra su profundo sentimiento hacia la que es su casa. "La isla te dice lo que quiere. Yo la miro y me doy cuenta", señala.

Pero al margen de una historia de pasión por la naturaleza, ésta es una lucha contra la especulación. Grimshaw ha trabajado toda su vida por hacer de Moyenne un lugar que todo el mundo pueda visitar y que se conserve como está. Quiere que el dinero que amasó en vida sirva para conservar un pedazo de naturaleza. Eso choca con la intención de los empresarios locales. "Ellos usan la palabra desarrollo. Pero lo que quieren no es desarrollo", dice el británico.

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