Ruanda: 20 años después continúa sin olvidar la tragedia

    • Es difícil pasar página en Ruanda. Además de por las dimensiones de la matanza, porque está aceptado de forma generalizada que la tragedia se pudo evitar.
    • El Gobierno sigue amordazando las libertades de expresión y asociación, obstruyendo a los partidos de la oposición y persiguiendo a organizaciones independientes.

El alcance de la tragedia, la dureza de las imágenes y la falta de respuesta internacional convierte al drama de Ruanda en uno de los grandes fracasos humanitarios del mundo.

Ya han pasado 20 años desde que el país africano fuera partícipe de una de las peores masacres de la historia y pese al fin de la guerra, es difícil pasar página en Ruanda. Además de por las dimensiones de la matanza, porque está aceptado de forma generalizada que la tragedia se pudo evitar.

Meses antes de que el conflicto estallase, la ONU tenía ya avisos claros de la explosiva situación que se estaba gestando en el país.

En enero de 1994, el comandante de la misión de la ONU en el país, el general canadiense Romeo Dallaire, remitía un fax a los principales responsables de las Naciones Unidas tras descubrir que extremistas hutus estaban distribuyendo armas y organizando el exterminio de tutsis y hutus moderados. La respuesta del organismo fue clara: la misión debía mantenerse al margen y limitarse a cumplir su mandato.

Tres meses después, comenzó a fraguarse el genocidio. La noche del 6 de abril de 1994, el aterrizaje del avión en el que viajaba el presidente del país, Juvenal Habyarimana, fue alcanzado por dos misiles ocasionando su muerte. Habyarimana, que se había hecho con el poder declarando un golpe de Estado en 1973, era de etnia hutu, la mayoritaria del país.

Inmediatamente, los hutus atribuyeron la muerte de su líder a sus opositores: los tutsis, contra quienes habían protagonizado una guerra civil previamente en 1990.Una matanza única en el mundo

A partir de entonces se sucedieron las matanzas con una brutalidad que muchos han calificado como "única en el mundo".

Los hutus comenzaron a asesinar tutsis a veces con balas, otras simplemente a machetazos. Daba igual si eran hombres, mujeres, niños o ancianos.

"Todos estáis reclutados para matar a esas cucarachas. Las cucarachas no tendrán futuro. No son ruandeses", decían los mensajes que llegaban desde la Radio Mil Colinas, instrumento de propaganda de los hutus en la cacería humana.

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Ante tal oleada de violencia, la ONU optó por evacuar prácticamente a toda la misión, dejando solamente a dos centenares de efectivos.100 días de cacería

El exterminio se prolongó hasta julio. En tan solo 100 días, 1,7 millones de hutus acabaron con la vida de cerca de 800.000 personas, la mayoría tutsis.

A principios de julio, ante el avance de los tutsis del Frente Patriótico Ruandés (FPR) hacia la capital del país, más de un millón y medio de ruandeses, sobre todo hutus, huyeron a Zaire (República Democrática del Congo), Tanzania y Burundi.

El FPR formó entonces Gobierno en Kigali e instó a los hutus a regresar al país, al tiempo que pedía a la comunidad internacional la formación de un tribunal para juzgar a los autores del genocidio. Comenzaba entonces la venganza de los tutsis.

El Gobierno de Ruanda ponía en marcha un Tribunal Supremo para procesar a los más de 55.000 detenidos hasta entonces; al tiempo que la ONU daba luz verde al Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR) y el FPR asaltaba los campos de refugiados en busca de hutus.

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Hoy, 20 años después, la pujante economía ruandesa y la calidad de los servicios públicos han eclipsado todo el sufrimiento causado, sobre todo el de una comunidad internacional que rara vez recuerda las sombras de su mandato en el terreno de los derechos humanos.

Según Human Rights Watch (HRW) y Amnistía Internacional (AI), el Gobierno continúa amordazando las libertades de expresión y asociación, obstruye a los partidos de la oposición, persigue a organizaciones independientes de la sociedad civil y amenaza a sus críticos.

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