Un santón fumador da cobijo a todas las religiones en la India

  • Además de ser huella viva del histórico sincretismo religioso de la India, la pequeña ermita sufí de Baba Moluddín en Nueva Delhi ofrece un rasgo curioso: para venerar al 'Baba', los fieles le llevan tabaco.

Pau Miranda

Nueva Delhi, 15 mar.- Además de ser huella viva del histórico sincretismo religioso de la India, la pequeña ermita sufí de Baba Moluddín en Nueva Delhi ofrece un rasgo curioso: para venerar al 'Baba', los fieles le llevan tabaco.

Este santuario musulmán, que acoge desde hace 800 años los restos de un santón sufí, tiene un cuidador hindú y es visitado por devotos de varias religiones, entre ellos numerosos sijs, quienes a pesar de tener prohibido fumar suelen dejar tabaco para honrar al difunto.

"Al Baba le gustaba mucho fumar 'hukka' (pipa de agua), pero como ahora es menos habitual, la gente ofrece cigarrillos e incluso puros como muestra de veneración", explica el cuidador jefe, Alí Khan, cuya familia se ha ocupado del santuario durante generaciones.

A los cigarrillos -que no se fuman, sino que se encienden como si fueran incienso-, los visitantes de la 'dargah' (santuario sufí)a veces añaden otras ofrendas como flores, dulces e incluso sábanas.

Baba Moluddin Chishti fue un asceta sufí originario de Bagdad que llegó en el siglo trece a tierras indias y se ganó mucho reconocimiento entre los fieles de lo que entonces eran las afueras de la ciudad de Delhi.

Para llegar a su tumba hay que caminar por un sendero rodeado de árboles y monos hasta dar con la modesta ermita, construida en un tranquilo paraje verde sobre los restos de lo que en su día fue un muro de contención para el enorme lago que ocupaba parte de la zona.

El lugar se llamaba entonces Malcha Said Gaon, y Baba Moluddín Chishti llegó a ser el jefe de la aldea que allí se alzaba.

"Fue un hombre santo que durante toda su vida llevó a la gente el mensaje del islam y la paz. Su lema principal era 'vive y deja vivir'", dice Alí Khan, vestido impecablemente de blanco con el "shaluar kamis" propio de los musulmanes del sur de Asia.

Menos elegante viste Rajesh, su ayudante, quien, a pesar de no ser musulmán, ayuda desde hace quince años en las labores de cuidado y mantenimiento de este curioso y recóndito santuario situado al lado del barrio diplomático de la capital india

"Soy un hindú pero eso no importa. Creo en el Baba y por eso estoy aquí", dice tras explicar que son muchos y de muy diversos orígenes los que se acercan a la "dargah": "Vienen pobres y ricos, gente de todas las religiones y hasta estrellas de 'Bollywood'".

Todos llevan su variante preferida de tabaco al santuario y, aunque diariamente se hacen ofrendas a Baba Moluddín, se genera un importante excedente.

"Tenemos cientos de paquetes guardados -dice Alí Khan mientras muestra bolsas llenas de cigarrillos- y cada tanto tenemos que cavar una zanja y enterrarlos, porque no podemos dárselos a nadie ni venderlos. Son una ofrenda".

Para enriquecer aún más la mezcla cultural y religiosa que ofrece este lugar, Alí Khan ofrece servicios de videncia a quien se lo solicita, igual que hacía su padre, enterrado al lado del santuario.

"Muchas personas vienen a preguntarme sobre aspectos de la vida y yo les hablo de del futuro, del trabajo o de sus estudios. Luego rezamos para que se resuelvan los problemas con la ayuda del Baba", relata Khan, quien explica que la propia madre del santón también era vidente.

El sufismo es una corriente mística y moderada del islam muy implantada en zonas del sur de Asia en las que choca con otras visiones musulmanas más rigoristas que han llevado incluso a ataques violentos contra santuarios sufís, especialmente en Pakistán.

"Sabemos que hay musulmanes en la India a quienes no les gusta el sufismo ni la forma que tenemos de adorar a Alá, con la ayuda de hombres santos como el Baba, pero hasta ahora no hemos tenido problemas serios por ello", reconoce Alí Khan. EFE

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