Ada Colau no respeta la libertad de expresión (de la que ella se sirvió)

    • El ayuntamiento puede acordar la declaración que quiera sobre las corridas de toros pero esa opinión no puede ser motivo para impedir las opiniones discrepantes.
    • Ada Colau no habría llegado hasta donde está si no hubiera disfrutado de la libertad de expresión que la Constitución española garantiza para todos.

Antes de llegar a la alcaldía de Barcelona, Ada Colau se distinguió por un activismo persistente que la llevó desde protestar contra la guerra del Golfo a rebelarse contra los desahucios, desde intervenir en la actividad okupa a promocionar el movimiento antiglobalización. Ese currículum activista no lo puede desarrollar nadie en un país en el que las libertades individuales básicas de la democracia no estén ampliamente aseguradas, entre ellas la libertad de expresión, de la que Colau hizo amplio y sostenido uso. Ello la catapultó al sillón que ahora ocupa (sin k, porque aunque no ganó las elecciones municipales por mayoría absoluta fue apoyada por otros grupos), pero le ha faltado tiempo para lesionar sin causa justificada la libertad de expresión de otros.

El ayuntamiento de Colau ha prohibido la exhibición de un cartel del torero Morante de la Puebla con el que pretendía promocionar la Feria del Pilar de Zaragoza. El argumento que ha aducido para el veto es que el consistorio se mostró “contrario a las corridas de toros y favorable a los derechos de los animales”, lo que es una razón que no lo justifica sino que, por el contrario, lo revela como una imposición ilícita. El ayuntamiento puede acordar la declaración que quiera sobre las corridas de toros pero esa opinión no puede ser motivo para impedir las opiniones discrepantes. Esto ocurre muchas veces en muchos países, se llama totalitarismo y es propio de las dictaduras.

No piensen que prohibir la exposición pública de una fotografía de un torero porque se discrepa de su profesión es una cuestión menor. Puede no convocar extensas indignaciones (entre otras cosas, porque a veces la información correcta no llega a todos), pero es un acto de injusticia que lesiona el ejercicio de un derecho humano que está en la entraña del sistema de las libertades. Ada Colau no habría llegado hasta donde está si no hubiera disfrutado de la libertad de expresión que la Constitución española garantiza para todos.

Las libertades de información y de opinión no son nada sin la discrepancia. Estas libertades garantizan la circulación, por un lado, de informaciones veraces aunque a muchos o pocos no les gusten y, por otro, de opiniones aunque discrepen de la línea “oficial” o de la mayoritaria, que por cierto no siempre coinciden. John Stuart Mill, que fue un filósofo utilitarista que se desenvolvió entre el liberalismo y el socialismo, explicó meridianamente bien en qué consiste el respeto a la libertad de expresión ajena: “Si toda la especie humana opinase de modo unánime, y solamente una persona fuera de opinión contraria, no sería más justo el imponer silencio a esta sola persona que si esta misma persona tratara de imponérselo a toda la humanidad”. No se puede explicar mejor la perversión de la censura.

Hay un aspecto que empeora el descaro cometido, y es que resulta reincidente porque hace ahora dos años el ayuntamiento barcelonés, en manos entonces de Convergencia y Unión, prohibió la exposición de una fotografía del torero Juan José Padilla que anunciaba un certamen de World Press Photo. Fue como esta vez un acto de censura, al que me referí entonces (http://libex.funciva.org/blog-polemica-sobre-una-censura/), y ustedes perdonen la autocita. Estos episodios nos advierten de que el respeto a los principios democráticos no está asegurado por el hecho de que las autoridades políticas procedan de una elección popular. Esta es la causa de que la democracia haya concebido controles al poder político, uno de los cuales es la Prensa (dicho en términos generales, los derechos a la información y a la opinión). El poder político tiene tentación expansiva, y de ahí deriva la adulteración de la democracia (lo que estamos viendo en Venezuela). La vigilancia del comportamiento de los políticos es una indispensable medida de higiene pública.

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