OPINION

Diarios de un liberal en el Gobierno de España

Le pedí a Papa Noel un libro que prometía: “Las cosas como son. Diarios de un político socialista (1980-1994)” de Carlos Solchaga (Galaxia Gutemberg) que recoge las anotaciones de uno de los ministros más destacados de los gobiernos de Felipe González. Para aquellos a quienes nos interesa la política -y en particular la económica- conocer lo que pensaba en cada momento uno de sus protagonistas es una oportunidad para comprender las interioridades de lo que entonces leíamos en la prensa y ahora pertenecen a nuestra Historia.

El diarismo es una forma de literatura muy escasamente cultivada por nuestros políticos, que prefieren las memorias (a pesar del precedente de Azaña). La escritura memorialística ofrece una versión de los hechos, narrados por su protagonista con años de perspectiva, con el objetivo de quedar bien ante la Historia. Por eso mismo los historiadores utilizan con cautela tales fuentes. En cambio, escasean los diarios, que si son auténticos, nos informan de cómo el político en cuestión veía las cosas en cada momento. En esa inmediatez reside su riqueza y, por qué no decirlo, la satisfacción de curiosear en la intimidad de una persona relevante en nuestro pasado colectivo.

Como es natural, en estos diarios sólo vemos la percepción subjetiva de Carlos Solchaga. Nos podemos preguntar si lo que se transcribe es auténtico o está retocado con los ojos de hoy en día. Solo lo sabe el autor, pero puedo decirles que los diarios de Carlos Solchaga transmiten la convicción de que uno lee lo que él escribía en la fecha señalada. Y que decía la verdad de lo que era en cada momento su percepción de las cosas y sus sentimientos, a veces de desanimo, a veces de euforia. Si ha eliminado alguna entrada, o alguna consideración que no resultaba conveniente, sería una pena (no lo señala así, pero no cabe descartar alguna omisión), pero les puedo asegurar que las 700 páginas constituyen un relato trepidante: es una letanía de acontecimientos rutinarios (reuniones, viajes, conferencias) salpicada de comentarios y apreciaciones que mantienen en vilo al lector (excepción hecha de la segunda parte de la introducción y de algunas entradas recapitulativas, que no eran necesarias)

Dicho lo anterior, resulta apasionante seguirle en sus tribulaciones, en las dificultades y conflictos a los que se va enfrentando cada día en su brillante carrera. Las primeras anotaciones reflejan los pasos iniciales en la primera línea política, siendo diputado por Álava, como portavoz del grupo parlamentario de los socialistas vascos. Pero lo más interesante aflora cuando anota de forma bastante regular, aunque a veces sean entradas de sólo dos o tres líneas, los acontecimientos que suceden durante su etapa como ministro de Industria y Energía (1982-1985) y como ministro de Economía y Hacienda (1985-1993). En la primera, el tema estrella es la reconversión industrial, que fue una operación clave de la modernización económica de España para preparar nuestra entrada en la Comunidad Económica Europea. En el ministerio de Economía el gran protagonismo es su enfrentamiento con Alfonso Guerra y con la UGT, dos luchas de las que sale finalmente victorioso, aunque no ganara todas las batallas, lógicamente.

No cabe reproducir aquí las muchas citas que lo merecerían, me limitaré dos para abrirles el apetito lector. Asi, el 30 de mayo de 1983, tras seis meses de gobierno, Solchaga admitió en un acto público que la famosa promesa electoral de la creación de 800.000 puestos de trabajo en la legislatura no se cumpliría y añade: “Una vez reconocido lo evidente, siento como si me hubiera liberado de un enorme peso. Cada vez que sale este tema en el Consejo de Ministros todos ponemos una cara pesarosa (también Alfonso Guerra, que es el mayor culpable de este innecesario e incumplible compromiso)”. Más tarde el exministro nos confiesa que en un encuentro con la prensa durante la campaña electoral de otoño de 1989 tuvo que “hacer la concesión electoralista de que no hay que prever reformas estructurales en materia laboral. La única excusa es la buena marcha del empleo en el último año. A pesar de ello, me siento íntimamente avergonzado”.

Seria muy conveniente que nuestros políticos anotaran sus reflexiones y las razones que les impulsan a unas u otras decisiones, con el fin de que podamos leer libros tan singulares e interesantes como éste, aunque sea treinta años más tarde. En este caso ayuda a conocer mejor una personalidad que fue determinante en la modernización de España, junto a Miguel Boyer y otros muchos que se mencionan a lo largo del texto. Y confirma mi impresión de que los pocos liberales que ha habido en democracia en los gobiernos de España estuvieron en el PSOE.

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